Para la historia de los sentimientos morales. Fragmento 107.

Capítulo II: Para la Historia de los sentimientos morales. Fragmento 107. Humano, demasiado humano. Nietzsche, Friedrich.

 

Irresponsabilidad e inocencia.

 

La completa irresponsabilidad del hombre respecto a sus actos y a su ser es la gota más amarga que el investigador tiene que tragar, cuando se ha habituado a ver en la responsabilidad y el derechos los títulos de nobleza de humanidad. Todas sus apreciaciones, sus designaciones y sus inclinaciones se convierten por este hecho en falsas y sin valor: su sentimiento más profundo, el que lleva al mártir, al héroe ha adquirido su valor de un error; no tiene ya derecho a alabar ni a censurar, pues no tiene sentido alabar ni censurar a la naturaleza y la necesidad. Del mismo modo que le gusta una obra bella, pero no la alaba, porque ésta no puede nada por sí misma; tal como procede ante una planta, así debe  proceder ante las acciones de los hombres y antes las suyas propias. Puede admirar su fuerza, su belleza, su plenitud, pero no le está permitido encontrar mérito en ellas: el fenómeno químico y la lucha de los elementos, las torturas del enfermo que tiene sed de curación son justamente tanto méritos como esas luchas y esas angustias del alma en que se está atenazado por diversos motivos y en diversos sentidos, hasta que por fin nos decidimos por más poderoso -como se dice (pero, en realidad, hasta que el más poderoso se decide por nosotros). Pero todos estos motivos , por grandes que sean los nombres que les damos, han salido de las mismas raíces en que creemos que residen los vecinos maléficos; entre las acciones buenas y malas no hay una diferencia de especie, sino, todo lo más, de grado. Las buenas acciones son malas acciones sublimadas; las malas acciones son buenas acciones realizadas grosera, estúpidamente. Un solo deseo del individuo, el del goce de sí mismo (unido al temor de frustrarse en él), se satisface en todas las circunstancias, cualquiera que sea el modo como el hombre pueda, es decir, deba obrar; ya sea por actos de vanidad, de venganza, de placer, de interés, de maldad, de perfidia, ya sea por actos de sacrificio, de piedad, de investigación científica. Los  grados del juicio deciden en qué dirección se dejará arrastrar cada uno por este deseo; hay continuamente presente en cada sociedad; en cada individuo, una jerarquía de bienes según la cual determina sus actos y juzga los de los demás. Pero esta escala de medida se transforma constantemente, a muchos actos se les llama malos y no son más que estúpidos, porque el nivel de la inteligencia que se ha decidido por ellos era muy bajo. Mejor aún, en cierto sentido, todavía hoy todos los actos son estúpidos, porque el nivel más elevado que la inteligencia humana puede alcanzar actualmente será también indudablemente rebasado; y entonces, al mirar hacía atrás, toda nuestra conducta y todos nuestros juicios parecerán tan limitados e reflexivos como la conducta y los juicios de los pueblos salvajes y atrasados nos parecen hoy limitados e irreflexivos. Darse cuenta de todo esto tal vez cause un profundo dolor, pero hay un consuelo: estos dolores son los dolores del parto. La mariposa quiere romper su envoltura, la despedaza, la desgarra; entonces se siente cegada y embriagada por la luz desconocida: el imperio de la libertad. En los hombres que son capaces de esta tristeza – ¡que serán pocos!- es donde se hace el primer ensayo de saber si la humanidad, de moral que es, puede transformarse en sabia. El sol de un evangelio nuevo lanza su primer rayo sobre las cumbres más altas en almas de esos solitarios: allí las nubes se acumulan más densas que por cualquier otra parte, y al lado una del otro reinan la claridad más pura y el crepúsculo más sombrío. Todo es necesidad: así habla la ciencia nueva, y esta ciencia misma es necesaria. Todo es inocencia, y la ciencia es la vía que conduce a penetrar en esta inocencia. Si la voluptuosidad de los fenómenos morales y de su floración más elevada, el sentido de la verdad y de la justicia del conocimiento; si el error, el extravío de la imaginación ha sido el único medio por el cual la humanidad pueda elevarse poco a poco a ese grado de iluminación y de emancipación de sí misma, ¿a quién se le ocurriría entristecerse al ver el fin a que conducen esos caminos? Todo en el dominio de la moral se modifica, es cambiante, incierto, todo está en fluctuación, es cierto; pero también todo está en curso, y hacía un único fin. El hábito hereditario de los errores de la apreciación, de amor, de odio, por más que continue obrando en nosotras, será cada vez más débil bajo la influencia de la ciencia en aumento; un nuevo hábito, el de comprender, el de no amar, el de no odiar, el de ver desde arriba, se implanta insensiblemente en nosotros, en el mismo terreno y será dentro de miles de años, quizá bastante poderoso para proporcionar a la humanidad la fuerza de producir el hombre sabio, inocente (con conciencia de su inocencia),  manera tan regular como produce actualmente al hombre no sabio, injusto, con conciencia de su culpa; es decir, el antecedente necesario, no lo contrario de aquél.

la industría del miedo. Correspondencia por Mumia Abu-Jamal a Critical Resistance

Correspondencia a Critical Resistance , Julio, 1998.

A medida que California avanza, se dice, también lo hace la nación. Por lo tanto, la nación debe estar saltando de cabeza hacia una explosión de construcción de prisiones, hacia el desarrollo de unidades de control y hacia la expansión de lo que con razón se ha denominado el Complejo Industrial Penitenciario.

No puede haber una discusión real y sustantiva del problema a menos que hagamos un balance del factor subyacente, el combustible que alimenta esta construcción: el miedo.

Los estadounidenses viven en una caverna de miedo, una fuerza psíquica y adormecedora fabricada por la llamada industria del entretenimiento, cosificada por la industria psicológica y respaldada por la industria de la coerción (es decir, los tribunales, la policía, las cárceles y similares). La psicología social de Estados Unidos está siendo alimentada por medios que amenazan a todos con un ejército de locos psicópatas, desviados y sádicos empeñados en violar a una ciudadanía indefensa y propensa. El aparato coercitivo de «seguridad pública» del Estado se erige como un contrapunto protector necesario.

Luego lloramos por más, bajo el supuesto de que más significa mejor, y así los condados rurales establecen una relación vampírica con la represión, a medida que se convierten en las plantaciones más nuevas de Estados Unidos: un macabro archipiélago gulag al estilo estadounidense. Para ellos, para esta industria de nuevo crecimiento, no se puede negar que el crimen se paga.

Vivimos, todos nosotros, (ya sea dentro o fuera de la articulación) en una era de poder policial inigualable y sin precedentes; donde un brazo del Estado dicta la política pública y dirige el discurso público en la línea de la expansión de su influencia. Ellos, a través de sus llamados sindicatos (antiobreros), pagan a jueces, pagan a políticos y canalizan a los medios represivos, sus periódicos de facto.

El aura que impregna la conciencia es de miedo incipiente, lo que nos hace cuestionarnos unos a otros, registrarnos y llamar a la policía unos a otros. Sin embargo, implícita dentro del miedo está la emoción; la emoción de la diferencia, del peligro y de la desviación. La emoción ilícita fabricada en una cultura de dualismo, donde los agentes del sistema se proyectan como angelicales, y los considerados fuera del sistema se perciben como demoníacos.

Si uno puede ser proyectado adecuadamente como demoníaco, entonces el Estado puede utilizar libremente métodos extraordinarios para tratar con uno, ya que se considera que tal persona está más allá de los límites de la humanidad.

Durante más de 160 años, el estado, a través de sus tribunales y legislaturas, relegó a los extranjeros no blancos a una categoría de inferioridad intrínseca e inalterable y,al hacerlo, elevó la raza (más apropiadamente, la blancura) a un indicio de la inteligencia, la cultura y el carácter de uno.

Esta relegación negativa permitió el rechazo generalizado de millones de hombres, chinos, Japoneses, sirios, Indios, etíopes, todas las muchas y diversas categorías de la humanidad, bajo el juicio de que eran ‘no blancos’ y, por lo tanto, ‘no aptos’ para la ciudadanía. Ahora se considera políticamente impopular emitir tales juicios abiertamente, por lo que hoy en día se utiliza un código.

Sea testigo del disgusto visceral que le viene a la mente cuando se menciona la palabra ‘criminal’. Ese disgusto se transforma en política pública cuando se une a la industria cíclica (y, uno podría agregar, cínica) del miedo. El sociólogo francés Denis Duclos observa: «Los vendedores ambulantes de terror real o ficticio aterrorizado se enriquecen y mantienen el clima de inseguridad, cosechando el máximo beneficio para todas las instituciones que viven del miedo; la policía, el sistema de justicia, la industria y el comercio de armas y seguridad*» 1

En pocas palabras, cualquier estrategia que se considere un desafío al Complejo Industrial Carcelario debe enfrentar la perversa y poderosa industria del miedo, una convergencia de intereses económicos, políticos y psicosociales, y conquistarla. Innecesario decir que esa será una tarea formidable.

Uno se enfrenta a una gran ofensiva montando hábilmente una contraofensiva mayor, una que desafía, socava y desmantela la del enemigo.

Poderosos intereses apoyan la industria del miedo y, por lo tanto, es necesario energizar, activar y movilizar poderosas fuerzas sociales, desde las bases hacia arriba, para deshacer el considerable daño psicosocial causado a la mente de la comunidad a través de esta reinyección continua de veneno culturalmente corrosivo.

En resumen, debemos organizarnos.
Escribir un libro no lo logrará.
Escribir un artículo no lo logrará.

Para transformar la realidad, primero debes transformar la conciencia, y para transformar la conciencia, primero debes presentar a las personas una visión que desafíe las proyecciones diabólicas de la industria. La gente tiene hambre de lo que es afirmar la vida. Debemos acercarnos y unirnos con ellos

El aclamado poeta afroamericano Paul Lawrence Dunbar escribió :» Tu grito es: debemos agitar, debemos agitar. Así que debes tener en cuenta que la agitación de los hechos es diez veces más eficaz que la agitación de las palabras.» 2

Por lo tanto, la resistencia crítica significa una resistencia militante e intransigente a la insidiosa industria del miedo. Es un desafío a la comercialización de la miseria, tan profundamente inculcada en la historia estadounidense.

Esto debemos hacer.

Organicémonos en torno a lo que es edificante y, esencialmente, a lo que es humano en nosotros. Entonces podemos relegar la industria del miedo al sótano polvoriento del museo de la historia. ¡Muévete! ¡Abajo esta Esclavitud de la Nueva Era!

 

1 Denis Duclos. «The Werewolf Complex: America’s Fascination with Violence» (New York: Berg, 1998), p. 142.

2 «From The Tattler: A Paper for Colored People in Ohio» (1890), citado en «Peter Linebaugh, Aesop and Abolition» (Toledo, Ohio: Universidad de Toledo) (1997).

 

Traducción al español por V de Invisible.

Entrevista al pensador jordano, anarquista y sociólogo Mohammed Bamyeh, 2016.

 

Antes de leer su libro*, yo asociaba la anarquía con el desorden y con focos aislados de comunidades en contra del Estado en algunas partes del mundo.

M.B: Mi idea de la anarquía es que es una forma de orden social voluntario; ese es el principio fundamental. Si vamos al origen griego de la palabra, eso es exactamente lo que significa. No significa caos; significa orden. En inglés hay una confusión entre anarquía y caos, la cual es muy común en la mayoría de idiomas. En árabe encontré que tal confusión existe, pero también encontré que hay una forma de hacer que la distinción sea muy clara. Existe una manera de reconstruir el origen árabe de la palabra, el cual se refiere a orden sin liderazgo, que es lo que el término significaba originalmente. La anarquía es lo opuesto al caos.

Mientras escribía el libro, me di cuenta de que, en realidad, no estaba hablando solamente de experimentos modernos aislados, sino de una experiencia histórica muy amplia en la que ha participado mucha gente, aunque no siempre se le ha llamado anarquía. El anarquismo no ha sido practicado siempre de manera consciente a través de la historia. Hay un anarquismo consciente que surge en el siglo XIX, pero como práctica el anarquismo es muy antiguo y muy global. De hecho, el anarquismo ocurre también dentro del Estado, así que no siempre significa la ausencia total del Estado; simplemente significa que dentro de un imperio o un Estado también existe una vida social local creada por gente que se cuida a sí misma. Claro que tenemos una historia política que dice que hubo Estados e imperios aquí y allá, pero esa historia no nos dice mucho de los detalles de la vida diaria. Históricamente esos Estados no han hecho nada por nadie. Las necesidades locales, como el cuidado de la salud, la educación, incluso el orden, se han satisfecho de acuerdo a la costumbre o a la tradición, las cuales han evolucionado de una manera consensual, no necesariamente impuestas desde arriba (aunque también ha habido experimentos coercitivos, y de alguna manera la anarquía se ha mezclado con ellos). Por lo tanto consideré que, para poder ver las prácticas anarquistas en toda su amplitud, tenía que analizar toda esta historia y no enfocarme simplemente en el anarquismo consciente y moderno del siglo XIX como si fuese la única expresión del anarquismo en la historia.

¿Nos podría dar un ejemplo de un momento en el que la gente haya practicado la anarquía de manera inconsciente?

Un ejemplo que usualmente no se comprende bien es lo que llamamos sharia, la cual se traduce hoy en día como ley islámica. La sharia no tiene nada que ver con la idea de ley que tenemos hoy en día. La traducción es incorrecta, aunque es una traducción muy común. En el pasado, la sharia era en realidad un sistema anarquista por varias razones. Primero, la sharia era una tradición diversa. No había un libro único que se llamara sharia. Eso es un mito. Hubo diferentes escuelas de pensamiento que evolucionaron paralelamente, coexistieron y se aceptaron entre sí. Esa no es la idea de ley que tenemos hoy en día, la cual dice que todo tiene que ser uniforme. En el pasado diferentes códigos coexistían entre sí y se adaptaban a las necesidades locales.

Segundo, la sharia permitía las contradicciones, algo que la ley hoy en día veta. Uno podía recibir un dictamen emitido por una autoridad, pero luego podía ir con otra autoridad que emitía un dictamen distinto más razonable, y ambos eran igualmente válidos. Uno aceptaba el que era más conveniente para uno como individuo racional.

Tercero, la sharia no era elaborada por el Estado o por el gobierno, sino por escolares religiosos, que eran personas que vivían dentro de la sociedad, cerca de la gente. La sharia nunca fue elaborada por el Estado, como hoy en día esperamos que se elabore la ley. Estas características nos ofrecen un ejemplo de un código de conducta ampliamente difundido que regulaba todo, desde la guerra y la higiene hasta cómo educar a los niños; todos los aspectos de la vida diaria. La sharia era un sistema completamente anárquico, pero claro que la gente no se refería a ella así. Actualmente este sistema que en el pasado era anárquico se está transformando en un sistema autoritario porque la gente lo quiere convertir en ley, a la manera en que la ley funciona hoy en día: como un sistema uniforme, no contradictorio, impuesto desde arriba. Ninguna de esas características formaba parte de la sharia en el pasado.

Tendemos a pensar en la sociedad civil como un concepto íntimamente asociado al Estado moderno. En su libro usted argumenta contra esta idea.

En mi mente la idea de sociedad civil y la idea de esfera pública están conectadas, ya que el término se refiere a cómo se organiza la sociedad fuera del Estado y a cómo le da forma a la vida pública. En tiempos modernos se han utilizado mal estos términos, pienso yo, comenzando con Jürgen Habermas y su noción de la esfera pública como una experiencia moderna burguesa que genera un orden comunicativo distinto al viejo orden aristocrático. Muchos de los comentaristas hoy en día asocian el concepto de sociedad civil al Estado moderno. Dicen: “Bueno, la sociedad civil depende de la regulación estatal, no es primordial, no existe fuera de los límites del Estado”. Mi propia forma de pensar es que si ves las cosas así no logras apreciar amplios períodos de la historia durante los cuales existieron organizaciones voluntarias que no fueron llamadas sociedad civil. Si entiendes la idea de sociedad civil como por lo general se entiende, terminas con una visión eurocéntrica y moderna de la historia de la cual la mayoría del mundo está excluida. Solo cuando te pareces a Europa tienes sociedad civil. Si interpretas la historia de esa manera, no logras apreciar cómo la gente del pasado organizaba su vida diaria prácticamente en todo el mundo.

En el pasado tenías los gremios, por ejemplo, que eran asociaciones de artesanos muy antiguas, medievales, incluso pre-medievales, que cuidaban de sus miembros y tenían su propio sistema judicial. ¿Eran los gremios una forma de sociedad civil? Desde una perspectiva moderna, podría parecer que no, pero, si en realidad ves cómo funcionaban, tenían todas las propiedades de lo que hoy en día llamamos sociedad civil. Si vemos la construcción de fondos patrimoniales como fuentes de riqueza independientes del Estado, esa también es una práctica muy antigua, la cual de hecho se ve en el mundo musulmán. En el libro hablo del waqf, una especie de donación caritativa con la cual la gente se ocupaba de casi todas sus necesidades antes de la era moderna. En lugares como Argelia, por ejemplo, antes de la época colonial, la mitad de la tierra agrícola era considerada un fondo patrimonial, y eso sostenía todo lo que ahora le compete al Estado: hospitales, educación, el cuidado de los necesitados, todo eso. En Jerusalén, antes del Estado moderno, todas las escuelas eran financiadas de esa manera: por medio de fondos patrimoniales que habían sido construidos a través de los siglos. Por lo tanto aquí tenemos algo que históricamente cumplía con las funciones de lo que hoy en día entendemos por sociedad civil.

Mi propia definición de sociedad civil es simplemente la sociedad organizada fuera del Estado. Al definirla de esta manera intento alejarme de otras dos propiedades que son comúnmente asociadas con la sociedad civil hoy. Una de ellas es la que dice que la sociedad civil es útil solo porque ayuda a la democracia, porque amplifica las propensiones democráticas de los gobiernos y de los partidos políticos. Puede que haga algo de esto, pero si la ves de esa manera ignoras toda clase de situaciones históricas en las cuales no había democracia pero había una sociedad civil organizada fuera del Estado. Por eso consideré que expandir nuestro concepto de sociedad civil nos permitiría apreciar muchas más similitudes alrededor del mundo y a través de la historia. También pensé que nos ayudaría a no volver tan fetiche a la modernidad. Es decir, a no ver a la modernidad como un quiebre tan completo con el pasado, y así poder tener una idea más continua de la historia, y también una historia más comparada. Pienso que esa es la ventaja de utilizar el concepto de sociedad civil como yo lo utilizo.

Yo no me enfoco solamente en el presente y en el Occidente dominándonos a todos sin que podamos hacer nada. Yo encuentro esa clase de narrativas completamente inmovilizadoras, ya que lo único que te dicen es que estás oprimido y que no puedes hacer nada al respecto; que el mundo está completamente estructurado de esa manera y que no hay esperanza. La única esperanza es una revolución, pero nadie te dice cómo hacerla. El problema con las narrativas que enfatizan el eurocentrismo y la dominación Occidental es que son antihumanas. No hay ningún humano en ellas. Solo hay víctimas que no hacen nada en contra del sistema en el que viven. ¡Y ese tipo de análisis te lo ofrecen como si fuera algo liberador, cuando en realidad es totalmente lo opuesto! Yo creo en la observación de procesos históricos largos, en la observación de posibilidades, en la observación de interconexiones; en fin, en la creación de agentes humanos, de gente que está tratando de hacer cosas. Aprender de la historia nos permite hacer lo que hacemos hoy en día pero también nos puede dar aliento para hacer algo diferente. Y si somos incapaces de hacer algo ahora, bueno, al menos podemos aprender de alguien que hizo algo en el pasado en algún lugar del mundo e inspirarnos en ello.

Algunas personas podrían ver sus ideas de la anarquía como una forma extrema del neoliberalismo o del libertarismo. ¿Cómo difiere su idea de la anarquía de estas ideologías?

De hecho, eso ya me ha ocurrido, y lo he visto también en las reseñas de mi trabajo. Me acusan de ser un defensor del neoliberalismo y de lo que llaman anarco-capitalismo, el cual es un término que jamás he utilizado. Creo que es un gran malentendido. Yo me opongo al neoliberalismo. El malentendido, creo yo, viene del hecho que el libro realmente no habla de economía. La razón de eso es que ya se ha escrito mucho sobre la economía desde la izquierda, también desde la perspectiva anarquista, y no necesitamos otro tratado de ese tipo. Creo que hay otros aspectos de la anarquía que son más importantes y que han sido olvidados.

Para mí, la anarquía se basa fundamentalmente en dos ideas: la idea de igualdad y la idea de libertad. Desafortunadamente, la idea de libertad es a menudo ignorada por muchos anarquistas hoy en día. Hablan del capitalismo, hablan del patriarcado, de la desigualdad, pero tienen muy poco interés en la idea de libertad. Para mí, la libertad es un componente esencial del anarquismo, tan importante como la igualdad. Las dos ideas van juntas. La belleza del anarquismo, creo yo, radica en que es el único punto de vista, la única ideología o perspectiva que tenemos que logra manejar, al menos teóricamente, estas dos ideas. Si vemos al pensamiento liberal, la tendencia es a tratar la igualdad y la libertad como ideas opuestas. El argumento es que si tienes más de una tienes menos de la otra, y la pregunta que se hacen es cuál es el balance correcto. Pero si vemos esto desde una perspectiva anarquista, como yo entiendo el anarquismo, no te tienes que preocupar, ya que ambas –la igualdad y la libertad– caminan de la mano. Si marginas a una completamente, entonces marginas a la mitad de la anarquía, a la mitad de la tradición anarquista, y entonces terminas con un sistema autoritario. Si te preocupas solamente por la igualdad, rápidamente te das cuenta de que la mejor forma de imponer la igualdad es a través de un sistema autoritario. Es desafortunado que cada vez que vemos una defensa del anarquismo, o de hecho de cualquier forma de pragmatismo, no se enfatiza la idea de libertad. La libertad es una de las fuerzas fundamentales que ha servido como motor de la historia, tanto la libertad del individuo como la libertad del grupo; del grupo que se organiza conscientemente como un grupo. Yo no defiendo al neoliberalismo, sino que trato de llevar al extremo posible lo que yo pienso es un principio olvidado del anarquismo.

¿Cómo difiere su concepto de libertad del concepto de libertad que se maneja en la tradición libertaria?

En el siglo XIX y principios del XX se solía hablar de anarquismo libertario. Había dos corrientes principales de anarquismo: el anarquismo comunista y el anarquismo libertario. Había gente que enfatizaba solo una o la otra tradición, pero los anarquistas más creativos eran aquellos que combinaban ambas, como Emma Goldman, por ejemplo. El problema es que en Estados Unidos, en algún punto del siglo XX, el concepto de anarquismo libertario desapareció y fue reemplazado por lo que hoy llamamos libertarismo, el cual representa una tradición diferente. Éste está asociado con el Instituto Cato, por ejemplo, con Friedrich Hayek y figuras así, y con la economía neoliberal. Esto es libertarismo pero no es anarquismo libertario. Siempre hay algo de libertarismo en la tradición anarquista, pero no al estilo del libertarismo estadounidense de hoy en día, sino al estilo del que enfatizaba la autonomía individual en combinación con otros asuntos de la vida social en general. La primera generación de anarquistas estaba consciente de que ambas ideas iban juntas, mucho más conscientes de lo que estamos ahora.

En sus escritos sobre la Primavera Árabe usted habla de tres formas de Ilustración y sitúa las protestas entre todas ellas.

Hablo de la Primavera Árabe en términos de la ilustración porque cuando hablamos de revolución no se trata solo de cambiar el sistema político sino de cambiar nuestra forma de ver el mundo. Yo estuve en el Cairo en el 2011, fui a la plaza Tahrir todos los días durante la revolución, y me inspiré mucho por el hecho de que gente ordinaria que el día anterior había sido muy conservadora y sumisa frente a la autoridad comenzó a hacer toda clase de cosas interesantes. La gente comenzó a producir su propio arte, comenzó a ser un agente creativo de una manera nunca antes vista. La gente sentía que era la creadora de la historia, y me di cuenta que estaba viendo una transformación en donde el agente del cambio histórico no era la vanguardia –Mao o Lenin– sino la persona ordinaria que se sentía como la creadora directa de la historia, sin ningún agente actuando en su lugar. Eso es una forma de Ilustración porque surgió un conocimiento que no existía antes, y aparentemente surgió de la nada. Para mí la ilustración no es simplemente esa tradición filosófica que emergió en Europa en el siglo XVIII; es una forma nueva de conocimiento que una persona expresa como potencial liberador del conocimiento antiguo. Ahora bien, si ves la historia de la Ilustración en sí, ves que realmente no es un proceso uniforme sino un proceso global. La cuestión radica en identificar al agente de la Ilustración. Y aquí encuentras todo tipo de diferencias. Por ejemplo, el fascismo está conectado a la Ilustración. El fascismo es una especie de ciencia que sirve para organizar una sociedad de una forma nueva y autoritaria. Por lo tanto hay una Ilustración autoritaria, de la cual existen muchas manifestaciones. La idea general es que la ilustración se impone desde arriba. Hay una élite ilustrada, la cual es a veces llamada “vanguardia” en el lenguaje de la izquierda, y se asume que la sociedad es incapaz de ilustrarse a sí misma sin alguien que esté por encima diciéndole cómo debe hacerlo. Turquía bajo Mustafa Kemal Atatürk es un ejemplo de esto.

Luego tienes la Ilustración liberal, que es la que Michel Foucault discute en su trabajo, en donde no hay autoritarismo sino un Estado cívico que no controla a la sociedad por completo y por lo tanto requiere del conocimiento para que exista una especie de simbiosis entre el conocimiento y el poder, que es lo que Foucault critica. Cuando leemos a Foucault, uno de los malos entendidos (del cual él es en ocasiones partícipe) es que pensamos que está hablando del poder y del conocimiento en todas partes. Mi propia lectura de Foucault es que él está hablando de la Ilustración liberal, porque solo la Ilustración liberal requería del conocimiento al servicio del poder y viceversa, dado que el poder no era absoluto, por las revoluciones en Europa y todo eso. La Ilustración autoritaria no requiere del conocimiento porque tiene el poder.

Luego tienes la Ilustración anarquista, que es esencialmente lo opuesto, es decir, la ilustración desde abajo. Esto es lo que yo vi en los primeros días de la Primavera Árabe. No había líderes, no había una vanguardia diciéndole a la gente qué hacer, y si hubiera habido una, nadie le habría escuchado. Lo interesante de esto en el mundo árabe es que fue algo completamente nuevo, porque en el mundo árabe había habido vanguardismo, había habido una Ilustración autoritaria, había habido golpes de Estado militares apoyados por la gente. En el 2011 la gente se aleja de ese conocimiento, de la Ilustración autoritaria, ya no espera que un líder haga algo por todos, y empieza a actuar sin ninguna vanguardia. Como resultado de esto también tienes una ausencia de carisma. Una característica del carisma es que siempre aparece en función de la demanda, no de la oferta. Tenemos individuos carismáticos cuando los necesitamos, no porque sean inherentemente carismáticos. En mi primer libro sobre los orígenes sociales del Islam, por ejemplo, una de las cosas que descubrí fue que durante el período en que Mahoma entró en escena como profeta existían muchos otros profetas porque la gente estaba esperando a un profeta. En un periodo histórico distinto, la misma persona diciendo las mismas cosas podría haber sido encerrada en un hospital psiquiátrico: “¡Este tipo está loco! ¡Mira lo que está diciendo! ¡Dice que Dios le habló! ¡Necesita estar medicado!”. Por el contrario, en esa época fue tratado como un profeta, porque existía una demanda de carisma. En la Primavera Árabe, el evento en sí se volvió carismático. El objeto carismático no fue una persona, sino el evento en sí. No hubo individuos, al menos no en el sentido heroico de grandes individuos, de individuos salvadores, porque nadie estaba esperando a ese tipo de individuos. Claro que después las cosas cambiaron. Yo estoy hablando del momento especifico en que se dio este fenómeno. Cuando hablo de la Ilustración anarquista, no me refiero a que la gente estaba siendo anarquista conscientemente, porque no fue así. De hecho, la gente quería un orden liberal, por eso el título del artículo, Anarchist Method, Liberal Intention…, el cual se refiere a esta combinación de anarquismo con liberalismo; al método anarquista de organizarse horizontalmente y sin líderes, reemplazando al liderazgo con la coordinación, pero sin el deseo de lograr un orden anarquista, porque esa consciencia no estaba ahí todavía. La consciencia era liberal, pero el método era anarquista.

¿Cómo ve la situación en el contexto árabe hoy en día y qué pueden aprender de esta experiencia países que han experimentado movilizaciones similares recientemente?

Una cosa que debemos aprender es que las revoluciones son procesos históricos muy largos. Pueden durar cincuenta años, cien años, así que no podemos simplemente enfocarnos en un momento en la historia que comenzó hace algunos años y pensar que ese es el resultado final. Una cosa que ocurrió fue que muchas personas ordinarias se convirtieron en animales políticos; comenzaron a entender que la política les incumbe. También ha habido algunos desastres a lo largo del camino y una contrarrevolución, lo cual es algo normal. Toda revolución tiene una contrarrevolución. Podría hablar por mucho tiempo sobre los dinámicas que vemos ahora, pero hay un punto que creo es más importante que todos los demás. La lección que podemos aprender es que es equivocado pensar que lo único que necesitamos es reemplazar a un mal gobernante con un buen gobernante; que el único problema es que tenemos malas personas a cargo y que si tenemos buenas personas a cargo todo estará bien. El problema es la autoridad en sí misma. Si tienes una estructura de autoridad sobre la sociedad que es muy fuerte, como el Estado moderno, esa estructura propiciará luchas por el poder en el futuro. La razón por la que tenemos luchas por el poder es porque hay poder; porque el poder existe. Mientras más fuerte sea ese poder, más intensas serán las luchas. Si esperamos que el Estado controle a toda la sociedad, entonces tendremos una guerra civil después de una revolución, porque es demasiado lo que está en juego. Eso es de hecho lo que ocurrió en muchos países de la Primavera Árabe. Ahí es cuando se necesita tener una perspectiva anarquista de la política. Lo que hay que hacer es reducir la intensidad de la lucha por el poder. No se puede obtener anarquía de un día a otro; la consciencia debe existir primero. Pero lo que se puede hacer mientras tanto es reducir la escala del poder, en lugar de tener el mismo Estado con un nuevo líder que tiene el mismo poder. Después de una revolución lo más útil es descentralizar la autoridad, dispersarla, para asegurarse que cualquier estructura que tengas en el futuro no concentre tanto el poder y que no exista tanto incentivo como para que se genere una guerra civil. Eso es al menos el primer paso que hay que dar para que después, en un contexto de poder reducido, exista más espacio para que la consciencia anarquista evolucione, se propague en la sociedad y llegue a ser vista como algo normal.

*Anarchy as Order: The History and Future of Civic Humanity, 

 

Entrevista realizada por Daniel Núñez para Plaza Pública.

No habrá derecho. La ley vista de revés. Christian Ferrer.

Texto que se encuentra en la Revista No hay Derecho número 1, 1990.

 

Cabría sospechar que la Ley puede ser analizada de modo más pertinente a partir de las acciones y lenguajes de aquellos que la impugnan radicalmente que la de aquellos que la inventa y sostienen. El Déspota, la Asamblea Constituyente, las Revolución, los Textos Sagrados, los Pactos Fundacionales, la Costumbre: son acontecimientos o tradiciones que fundamentan sistemas de pensamiento, lenguajes, reglas, pero a la hora de imaginar una sociedad libre resultan más significativas las rupturas epistemologías, los argots, y las excepciones. Pues es bien sabido que una excepción quizá no haga sucumbir la regla,  pero aún no queda claro por qué la excepción confirmaría la regla. Propongamos entonces a la disidencia -en el orden político, estético y conductal -como una modalidad de forjar valores que se opone y complementa a la Ley.

 

Leviathan cobija en su seno a jacobinos y girondinos, – y también aún más gratamente, a los jacondinos-, a liberales y totalitarios, a fascistas y monárquicos, a postkeyneasianos y neohayeckianos, a tantos ismos…, pero Leviathan repudia como temible aberración moral a ciertas figuras de la conducta humana que se vuelven imposibles de traducir a masa: egoístas, solitarios, amorales, místicos, hackers, aristócratas. Pues el Estado sabe que su enemigo más peligroso no es el terrorista o el grupo minoritario que aspira a ser totalidad sino el hombre natural, aquél que considera que la mayoría estadística no es capaz de fundar derecho, y que solamente la acción individual puede hacerlo. Ello quiere decir que tampoco las minorías -esclarecidas, ghetticas o electoralmente poco significativas- pueden crear Derecho. Para huir de las habituales moralinas binarias de occidente (bueno/malo, justo/injusto, sí/no, mayoría/minoría, superior/inferior) es preciso postular que los únicos valores legítimos son aquellos fraguados por los habitantes en el Estado de Naturaleza.

 

A lo largo de 2500 años de historia occidental todo recién nacido ha ingresado en grupos que lo han pedagogizado, en sistemas de clasificación que le han proporcionado una identidad estable y standard, en instituciones que exigen su fidelidad, en circuitos de recorrido rutinario que limitan su experiencia, en sistemas de pensamiento que le proporcionan certezas bien definidas, en modos colectivos de gestionar los afectos a los que desesperadamente se aferran. Sujetado a semejante retícula «internacional» y «carcelaria», el individuo pierde gradualmente espacios de autonomía y se somete a imperativos del imaginario jerárquico que distribuye a virtuosos y réprobos en el territorio. Modernamente, Leviathan es el nombre monstruoso que recibe el Estado en tanto paradigma de poder, cuya faena cotidiana es impedir el anhelo humano de libertad desorganice la antigua y acostumbrada pirámide. Traducir, por lo tanto, las invenciones autogestionarias de la base social al lenguaje de las instituciones jerárquicas es uno de sus míseros afanes. La negación de la autogestión de los asuntos públicos por parte de aquellos a quienes conciernen directamente y la sujeción al principio de acenso instituyente como organizador de las pragmáticas político-ideológicos han enredado y confundido a derechas e izquierdas en una coincidencia opositora que ya no debería sorprender demasiado.

 

No obstante, en cada época histórica han existido ciudadanos -llamémosle disidentes- o grupos organizado que se han posicionado en la vereda opuesta y antípoda al imaginario estatal-jerárquico, y que han impugnado a la Ley, no a causa de su condición injusta, sino por ser Ley ella misma: es decir, por ser moral, por ser única, por imaginarse como obligatoria para toda la población, por extender sus incisivas y sus articulaciones por el territorio, por pensarse desde el punto de vista de la totalidad. Una y otra vez estos grupos han intentado deconstruir la ilusión fantasmática que nos hace aferrar a la mitología estatal. Los gobiernos han apelado a distintos simbolismos político-religiosos para asegurar que el habitante devenga un seguro servidor: desde la potencia del Verbo y la perorata de los vicarios de la divinidad a la prédica contemporánea de los expertos en la política que promueven sospechosos consensos, sin soslayar la neonata religiosidad católica que emana de las omnipresentes pantallas. Se sabe que quien establece una liturgia funda un orden sagrado y que quien controla las retóricas imaginarias ciñe la corona y demás atributos de poder. Pero nunca ha faltado la palabra ejemplar, la invectiva o el vómito del disidente que ha interpelado a los bon citoyens por intermedio de un gesto desmesurado o de la crítica a la conducta deshonesta o autoritaria de la jerarquía y que, en mayor o menor grado, ha logrado desacralizar los hábitos de sumisión estacionados en el cuerpo como una vieja telaraña. Pero, eah, nombrémoslos, ofrezcamos unos ejemplos de caso.

 

En la Grecia loada por los manuales de filosofía suele soslayarse la figura de los filósofos cínicos quienes, mediante la prédica crítica, la conducta escandalosa y el dialogo provocativo impugnaban el comportamiento despótico de las instituciones y atacaban la tendencia humana a la auto-adulación, condición que imposibilita el mantenimiento de una consciencia alerta y crítica. En la Edad Media distintas formas de mesianismo religioso -desde los «Hermanos del Espíritu libre» a los «Anabaptistas»- lograron sublevar a la población creyente contra las instituciones eclesiásticas enriquecidas que pregonaban la salvación a plazo fijo pero diferían la fecha de pago para las calendas griegas. La exigencia del cielo en la tierra, la vida sencilla y pura alejada de la lógica mercantil y la libre sexualidad se contaron entre las prácticas que escandalizaron a los moralistas por mucho tiempo. Los románticos, en el siglo pasado, heredaron a estos notables antepasados, oponiéndose a la novedad legalidad científica entendida como dominación positivista de la naturaleza, prefiriendo conectarse con ella mediante la sabiduría desinteresada fundada en una poderosa palabra: el ditirambo poético. Modernamente, los Dadá y los Surrealistas iniciaron el proyecto más ambicioso imaginable: la emancipación del ser mediante la búsqueda automática de las potencias creativas de cada individuo. Este árbol genealógico, donde la libertad natural es apodada voluntad de poder por Nietzsche, heroísmo por los románticos, rebeldía por los anarquistas, libertinaje para Sade, disidencia por numerosos filósofos libertarios, merece sin duda ser continuado hoy en día por los filósofos del derecho que gusten pensar la sociabilidad humana más allá del marco de la Ley y del Estado, y en función de modos de asociación y de afinidad no-coercitivos, sin sanción ni obligación, sin «penas» y sin vencedores, vencidos.

En todos estos casos, y en las obras de pensadores de la talla de un Max Stirner, un Georges Bataille, un Ernest Junger, un Nietzsche, se puede hallar, más que un modo de pensar ateo en la relación a la Ley, un modo de actuar blasfemo con respecto a la misma. En 1789 descabézase  al Rey, pero también se vacía el Reino de los Cielos. Acéfalos el Reino y el Cielo, un orden jerárquico bimilenario pierde el poder de entronizar al nuevo amo. Pero los humanos, tímidos parricidas, expían su crimen aclamando contrato social obligatorio descendido del Sinaí laico. A rey depuesto, presidente puesto: pero el legitimador centra no se mueve de lugar. Pero el hombre natural sabe que, en un mundo sin amos, él mismo debe hacerse responsable de crear valores. Y para forjar la ley un hombre debe primero pertenecerse a sí mismo, apropiándose de su subjetividad en vez de someterse una y otra vez a un orden que fiscaliza incluso los rincones más oscuros de su intimidad. El hombre rebelde -pues es tal el nombre que recibe la dignidad en el Estado de Naturaleza- es el modelo de conducta de quien posee consciencia de sus derechos. Por lo tanto, su tarea, en relación a leyes escritas u orales de toda laya, es valorativa, es decir, la creación de valores libertarios sostenidos sobre el acuerdo de seres humanos vivientes -nunca abstractos-. Pues él sabe que la simple superioridad de poder no es capaz de generar Derecho -ni siquiera allí donde promueve cambios aparentemente «benignos». El transgresor -otro apodo del hombre «natural» – ha ocupado, de tiempo en tiempo, un espacio social que lo ha enfrentado al imaginario jerárquico, pues ascender a ningún escalón  hacía el trono, sólo impugnar la imposición de ordenamiento que no han sido forjados por los propios habitantes. Por ello, su tarea es bosquejar, frente al Leviathan, los signos de una libertad válida para una época venidera.

Una y otra vez, Leviathan -sea filantrópico, minarquista, contractual, totalitario, khomeinista- castiga al hombre natural, quien se atreve, ya no a disputar el poder dentro de las reglas del mismo Leviathan indica, sino señalar el origen bastardo de su poder. Y porque gusta llamarse disidente, ácrata, punk, o romántico, y sabiendo que la sentencia de Leviathan no tiene validez, el hombre libre puede atrincherarse en sus derechos gritando a voz en cuello: ¡No hay Derecho!

 

Rescatemos el Primero de Mayo. Periódico La Protesta, 1974.

Decimos rescatar el Primero de Mayo, porque está siendo desfigurado por los que explotan la causa proletaria y social. En todas partes del mundo, los trepadores y traicioneros de la cuestión mejorativista y liberadora, usan como bandera la heroica fecha, para engatuzar a la masa y darle la sensación de que ellos reverencian la jornada. Pero es una falacia infamante. Los mártires de Chicago no pueden ser afrentados por los sucesores de los verdugos yanquis, que en 1887 llevaron al cadalso a los idealistas y militantes precursores de la histórica fecha. Es a partir de ese hecho, trágico para la causa de los trabajadores, que el Primero de Mayo ha sido consagrado como día de protesta-..y afirmación dé los postulados manumisores de la clase explotada. Y es a partir de esa jornada luctuosa, que surgió la consigna internacional de la conquista de. las ocho horas, como, una actitud moral, solidaria con la motivación de lo que les costó la vida a los mártires. Claro está, la reacción malvada y brutal de la justicia norteamericana, golpeó en la persona dé los más decididos y valiosos militantes. Había que dar un escarmiento y detener la avalancha reivindicativa de un proletariado que insurgía revolucionariamente.

 

Pero el intento represivo, tuvo su contra efecto. Y no solamente, se expandió el movimiento y consolidó las Fuerzas del trabajo en mutuo apoyo y unión de clase contra las otras clases antagónicas, sino que a su vez sirvió como acicate y (motivación, para conjugar, en cada aniversario a todos los hijos del trabajo en una sola idea, en un solo anhelo, en un solo fin; la abolición de las clases y la destrucción del poder político. De allí en más, la. causa de la libertad, la justicia, la fraternidad humana, la paz social se abriría en franco proceso de constructiva superación, de progresivo bienestar, para todos los hombres de la tierra. Las fuerzas cavernarias del privilegio, levantaron sus barricadas y desde allí bombardearon a los paladines y luchadores, herederos de los postulados del Primero de Mayo de 1886, y de la protesta y repudio por la ejecución de 1887. De manera, que nadie tiene derecho a invocar la fecha por otra causa que no sea la suya, la original y auténtica. Nadie tiene derecho: levantar tribuna y glosar la jornada, cuando, están del otro lado de la barricada revolucionaria son enemigos o renegados de la causa que dio contenido: y finalidad a una lucha, que es sin cuartel, y contra todos los que, solapada o abiertamente, tratan de anularla o desfigurarla en el concepto y en el hecho. Oriente y Occidente, América del Norte o ..Rusia, China o España, etc,  son cuarteles de represión en donde el Primero de Mayo es palabra prohibida y únicamente es usada por los reaccionarios como “fiesta de los trabajadores” y trampolín para su demagogia populista. Aquí el “ supremo restaurador de la argentinidad» hablará en el tramposo Primero de Mayo, organizado el acto “monstruoso” por los otros cómplices de la trampa histórica, la. C.G.T., y a no dudarlo se mezclarán, los valores y será servido (al. pueblo) el discurso histrionesco de siempre. Para escarnio, y vergüenza de un proletariado que tiene; en su historia una masacre en el mismo día de 1909, en la Plaza Lorea, y diez masacres más en distintos años y lugares.. Y ese mismo orate que arengará a la masa, es responsable de la Semana Trágica, y de prohibir sistemáticamente a los únicos que tiene razón y derecho a conmemorar el Primero de Mayo… los anarquistas, la F.O.R.A. y todos aquellos que se identifican con su verdadero significado. Todo lo demás es impostura, demagogia, trampa, escarnio gratuito y desaprensivo que no puede ni  debe tolerarse, si es que todavía le queda algo de dignidad, de hombría y vergüenza a los explotados del país.

 

.“ Dejad que se oiga, la voz del .pueblo”  gritó con la soga al cuello, el ahorcado.

 

Y ni Perón, ni los chimangos de la C.G.T. tienen la voz del pueblo, se la han robado y la usan ellos para que no se oiga aquella que rugiría su protesta y clamaría justicia del pueblo contra los verdugos y los impostores y los haría callar de miedo y palidecer de impotencia.

 

Primero de Mayo nuestro, algún día retornarás por tus fueros y ,serás señor entre los libres,, en todas las plazas, en todos los hogares, en todas las aulas,  en todas las fabricas en todas las calles, en todos los hogares, en todas las aulas, en todas las fábricas y en todos los campos. Como lo quisieron y soñaron tus mártires.