Esta carta forma parte de otras cartas tituladas «– En ninguna parte como en casa – Cartas desde el exilio de Emma Goldman y Alexander Berkman (1975) » del libro «Vivir la Revolución», parte V.
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Carta de Emma Goldman a Alexander Berkman.
Queridísimo,
Desearía poder escribir algo alegre, pero mi tristeza habitual se ha visto incrementada por la falsa tristeza generalizada mostrada por toda la ciudad por la muerte del rey. Es simplemente increíble. No sólo los británicos medios, los tories o los liberales, sino también todas las filas laboristas y radicales han cerrado todo por la muerte de Jorge V. Todas las reuniones y asuntos públicos han sido cancelados por los partidos laboristas y comunistas. Incluso los idiotas del Arbeiter Ring ha suspendido una reunión que iba a celebrarse ayer. Pero para protestar contra semejante chovinismo rastrero, habría sido mejor suspender mi conferencia del jueves pasado. Porque sólo asistieron unas treinta personas, la mayoría de los nuestros, y los pocos forasteros vinieron vestidos de negro. Pero, por supuesto, insistí en que nuestra reunión se celebrara, aunque sabía que sería un fracaso. No me equivocaba.
La ironía es que trabajamos mucho para la conferencia del jueves pasado y nos gastamos una pequeña fortuna para circularizar a unas trescientas personas, por no hablar de los gastos y la cantidad de trabajo que [Ralph] Barr puso en la empresa. Pobre Mace, cuando escribió que debía posponer mi venida aquí por la boda real y las elecciones pensé que estaba loco. No podía imaginar a todo un pueblo postrado ante la realeza, tan absolutamente intimidado por su rey y por cada pedo que saliera de él. En cuanto a su muerte, te digo que es asombrosa. Toda la inmensa ciudad de Londres se ha convertido en una abyecta penumbra, todo el mundo va de negro, todos los escaparates son negros y morados.
Ayer tuve que reunirme con alguien en el salón de té de uno de los hoteles. El lugar estaba abarrotado de gente vestida de negro y un órgano tocaba melodías lúgubres. Era tan deprimente que di un suspiro de alivio cuando salimos. Ni que decir tiene que la mayoría de los teatros están cerrados hasta después del funeral. El concierto de [Fritz] Kreisler, al que iba a asistir mañana, también ha sido suspendido. Pero ¿por qué extrañarse de eso cuando los judíos radicales son tan ápices del resto? Creo que fuera de nuestros pocos camaradas, el resto está disuelto en lágrimas de cocodrilo y lamentos por el amado, paternal y humanísimo rey. Y aquí estoy yo intentando penetrar en las mentes del pueblo inglés. Qué maldita tontería. . . .
Emma