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No se nace ciudadanx se llega a serlo.

Una vez más el ciudadanismo “muestra” su rostro. El rostro de los valores pacifistas, el rostro de ser un buchon, de crear campañas mediáticas de desinformación en supuestos “infiltradxs”. ¿Se puede colaborar aún más con un gobierno? ¿En serio no se puede comprender estas operaciones políticas? ¿Es una casualidad que los partidos políticos -de la ideología que sean- lo hayan levantado?

¿En dónde esta esa supuesta memoria?

Lo que se muestra como evidente no es más que seguir afirmando que siempre hay buenxs y malxs. “No hay represión sino hacemos nada”.

 

Unas semanas antes el ciudadanismo salió a apoyar a la policía de misiones que “acompaño” los reclamos de docentes, trabajadores de salud, etc. ¿Ya nos olvidamos de esto? ¿Qué esperamos de los partidos políticos y sus audiencias, sus fieles seguidores, qué salgan a defender a lxs capuchas? No, no iba a suceder eso, si recordamos hace rato vivimos en este panorama de pacifismo con su correlato de democracia para todes. ¿A qué apelan? ¿A qué combaten? Apelan a los valores que se les hicieron carne con esto que llaman Estado de Bienestar, anda a saber para quien es un bienestar un Estado. Combaten a todxs quienes no se suman a sus fila de partidos del ciudadanismo.

Quieren hacer representar las situaciones de represión como si fuera algo “novedoso”, algo que sólo este gobierno hizo. Claro, ustedes creen que hay gobiernos para el pueblo. Como no entro en ese pseudo debate que de debate no tiene nada, es más, oculta las miserables razones de quienes aún con toda la evidencia que hay al respecto quieren sostener la maquinaria represiva, nos quieren muertxs . Lxs mismxs que creen en la Justicia.

No nos olvidemos que hoy lo que se dice “izquierda”, el año pasado pedía jueces y fiscales votadxs por el pueblo. Y luego pueden decirte en una entrevista “que no tienen memorian de cuando se allanó un partido”. Y ahora te «fogonean» un Estado de sitio por la ley de bases, ni tuvo que existir ese Estado de sitio para aprobar una ley. Puras notas tendenciosas. La izquierda de instagram.

Recordemos también, por lo menos en Córdoba capital, como ese tal “protocolo de seguridad” en las marchas también busca que se lleven presx a quienes van capucha. La última marcha de la memoria en esta provincia, hasta el gobierno replicó el protocolo de seguridad donde decia: “no ir encapuchado, con objetx punzant4, y bla bla”.

No nos sorprendamos de esta campaña de los infiltradxs. Hace rato lo vienen haciendo. Que hoy se les note más en estos tiempos, evidencia que explícitamente colaboran con el gobierno. Las primeras detenciones por cacerolazxs que se llevaron detendxs en córdoba, quienes estaban pidiendo por la libertad de las personas, les decian a otrxs que estaban oculto el rostro que no podían estar así. Estando al frente de tribunales. Imaginate la decadencia que reina. Esta claro que barbarxs no son, sí muy civilizadxs y con ganas de colaborar con el Estado.

 

con rabia,

CS


la industría del miedo. Correspondencia por Mumia Abu-Jamal a Critical Resistance

Correspondencia a Critical Resistance , Julio, 1998.

A medida que California avanza, se dice, también lo hace la nación. Por lo tanto, la nación debe estar saltando de cabeza hacia una explosión de construcción de prisiones, hacia el desarrollo de unidades de control y hacia la expansión de lo que con razón se ha denominado el Complejo Industrial Penitenciario.

No puede haber una discusión real y sustantiva del problema a menos que hagamos un balance del factor subyacente, el combustible que alimenta esta construcción: el miedo.

Los estadounidenses viven en una caverna de miedo, una fuerza psíquica y adormecedora fabricada por la llamada industria del entretenimiento, cosificada por la industria psicológica y respaldada por la industria de la coerción (es decir, los tribunales, la policía, las cárceles y similares). La psicología social de Estados Unidos está siendo alimentada por medios que amenazan a todos con un ejército de locos psicópatas, desviados y sádicos empeñados en violar a una ciudadanía indefensa y propensa. El aparato coercitivo de «seguridad pública» del Estado se erige como un contrapunto protector necesario.

Luego lloramos por más, bajo el supuesto de que más significa mejor, y así los condados rurales establecen una relación vampírica con la represión, a medida que se convierten en las plantaciones más nuevas de Estados Unidos: un macabro archipiélago gulag al estilo estadounidense. Para ellos, para esta industria de nuevo crecimiento, no se puede negar que el crimen se paga.

Vivimos, todos nosotros, (ya sea dentro o fuera de la articulación) en una era de poder policial inigualable y sin precedentes; donde un brazo del Estado dicta la política pública y dirige el discurso público en la línea de la expansión de su influencia. Ellos, a través de sus llamados sindicatos (antiobreros), pagan a jueces, pagan a políticos y canalizan a los medios represivos, sus periódicos de facto.

El aura que impregna la conciencia es de miedo incipiente, lo que nos hace cuestionarnos unos a otros, registrarnos y llamar a la policía unos a otros. Sin embargo, implícita dentro del miedo está la emoción; la emoción de la diferencia, del peligro y de la desviación. La emoción ilícita fabricada en una cultura de dualismo, donde los agentes del sistema se proyectan como angelicales, y los considerados fuera del sistema se perciben como demoníacos.

Si uno puede ser proyectado adecuadamente como demoníaco, entonces el Estado puede utilizar libremente métodos extraordinarios para tratar con uno, ya que se considera que tal persona está más allá de los límites de la humanidad.

Durante más de 160 años, el estado, a través de sus tribunales y legislaturas, relegó a los extranjeros no blancos a una categoría de inferioridad intrínseca e inalterable y,al hacerlo, elevó la raza (más apropiadamente, la blancura) a un indicio de la inteligencia, la cultura y el carácter de uno.

Esta relegación negativa permitió el rechazo generalizado de millones de hombres, chinos, Japoneses, sirios, Indios, etíopes, todas las muchas y diversas categorías de la humanidad, bajo el juicio de que eran ‘no blancos’ y, por lo tanto, ‘no aptos’ para la ciudadanía. Ahora se considera políticamente impopular emitir tales juicios abiertamente, por lo que hoy en día se utiliza un código.

Sea testigo del disgusto visceral que le viene a la mente cuando se menciona la palabra ‘criminal’. Ese disgusto se transforma en política pública cuando se une a la industria cíclica (y, uno podría agregar, cínica) del miedo. El sociólogo francés Denis Duclos observa: «Los vendedores ambulantes de terror real o ficticio aterrorizado se enriquecen y mantienen el clima de inseguridad, cosechando el máximo beneficio para todas las instituciones que viven del miedo; la policía, el sistema de justicia, la industria y el comercio de armas y seguridad*» 1

En pocas palabras, cualquier estrategia que se considere un desafío al Complejo Industrial Carcelario debe enfrentar la perversa y poderosa industria del miedo, una convergencia de intereses económicos, políticos y psicosociales, y conquistarla. Innecesario decir que esa será una tarea formidable.

Uno se enfrenta a una gran ofensiva montando hábilmente una contraofensiva mayor, una que desafía, socava y desmantela la del enemigo.

Poderosos intereses apoyan la industria del miedo y, por lo tanto, es necesario energizar, activar y movilizar poderosas fuerzas sociales, desde las bases hacia arriba, para deshacer el considerable daño psicosocial causado a la mente de la comunidad a través de esta reinyección continua de veneno culturalmente corrosivo.

En resumen, debemos organizarnos.
Escribir un libro no lo logrará.
Escribir un artículo no lo logrará.

Para transformar la realidad, primero debes transformar la conciencia, y para transformar la conciencia, primero debes presentar a las personas una visión que desafíe las proyecciones diabólicas de la industria. La gente tiene hambre de lo que es afirmar la vida. Debemos acercarnos y unirnos con ellos

El aclamado poeta afroamericano Paul Lawrence Dunbar escribió :» Tu grito es: debemos agitar, debemos agitar. Así que debes tener en cuenta que la agitación de los hechos es diez veces más eficaz que la agitación de las palabras.» 2

Por lo tanto, la resistencia crítica significa una resistencia militante e intransigente a la insidiosa industria del miedo. Es un desafío a la comercialización de la miseria, tan profundamente inculcada en la historia estadounidense.

Esto debemos hacer.

Organicémonos en torno a lo que es edificante y, esencialmente, a lo que es humano en nosotros. Entonces podemos relegar la industria del miedo al sótano polvoriento del museo de la historia. ¡Muévete! ¡Abajo esta Esclavitud de la Nueva Era!

 

1 Denis Duclos. «The Werewolf Complex: America’s Fascination with Violence» (New York: Berg, 1998), p. 142.

2 «From The Tattler: A Paper for Colored People in Ohio» (1890), citado en «Peter Linebaugh, Aesop and Abolition» (Toledo, Ohio: Universidad de Toledo) (1997).

 

Traducción al español por V de Invisible.