Categorías
General

Sobre el capital humano y el compromiso eugenésico.

Por Wil

La eugenesia no ha regresado. No ha regresado porque nunca se ha ido. Debemos tener cuidado con las narrativas sobre el resurgimiento, ya sean del despotismo de los líderes mundiales (que se están patologizando cada vez más) o de la política reaccionaria popular. Estos testimonios cometen el mismo error que ciertos teóricos de la eugenesia y el fascismo. Presuponen que estos acontecimientos fueron rupturas completas con las racionalidades gubernamentales que los acompañaban. Nuestra época es una época de gestión refinada de la vida. Nos regimos cada vez más por una racionalidad que busca capturar y hacer inteligentes simultáneamente las más pequeñas alteraciones en el comportamiento y los datos más generales posibles a nivel poblacional.

Vivimos en el umbral de la modernidad eugenésica.

Lo que yo y mis pares, Samuel White, Julian Herron y Violet, llamamos “modernidad eugenésica” primero debe recibir al menos una definición superficial (y puede variar de la de ellos). Si el «umbral de modernidad» de Foucault se alcanza precisamente en los momentos en que la vida de la especie se pone en juego en la estrategia política, la modernidad eugenésica es la salvedad añadida de que la estrategia política busca definir y optimizar esta vida. Lo que la modernidad eugenésica hace explícito es el compromiso eugenésico en la gobernanza de la discapacidad. Sin embargo, lo más importante es que esta perspectiva revela no sólo cómo se aborda la crisis a través de una lente eugenésica, sino que las crisis que definen nuestra filosofía optan por una resolución eugenésica. La modernidad eugenésica es el pensamiento de la crisis.

Ahora existen tomos de análisis del capitalismo “de crisis” o de la “policrisis”. Pero sigue estando fundamentalmente poco examinado filosóficamente. Esto se debe, en parte, al hecho de que los análisis del neoliberalismo, la biopolítica y la eugenesia deben realizarse genealógicamente. Ha habido intentos de intentar comprender la relación de Foucault con el neoliberalismo. Cada uno termina con una articulación bastante impactante – de que la obra de Foucault pierde un valor revelador con el advenimiento del neoliberalismo. Me gustaría demostrar que esto es, si no del todo incorrecto, al menos el resultado de una lectura errónea. Sin embargo, les ahorraré una presentación completa de polémicas sobre la erudición de Foucault –, aunque es desesperadamente necesaria. Estos relatos de Foucault no reconocen que lo que es objeto de análisis no es simplemente la gestión del trabajopero la gestión micropolítica del trabajador. En resumen, lo que los críticos del relato de Foucault sobre el neoliberalismo pasan por alto es su persistente revelación del neoliberalismo como un capacitismo. Nuevamente, podemos hablar de por qué las respuestas ortodoxamente marxistas a Foucault pueden no estar orientadas a registrar la función de la discapacidad dentro del capitalismo neoliberal, pero eso es para otro necesitado proyecto.

A continuación, tenemos que abordar el neoliberalismo y lo que lo hace único. La capacidad es el aparato que establece un cambio en el enfoque del liberalismo hacia el cuerpo y la economía. Es el nuevo enfoque de la capacidad humana el que da lugar a una nueva teoría económica del trabajo – basada en un nuevo tipo de Homo Oeconomicus: capital humano. La modernidad eugenésica se basa en una red epistémica que individualiza los cuerpos a través de la capacidad. Para presentar este caso, nos basaremos en el relato de Foucault sobre el neoliberalismo en su libro, a menudo citado, pero rara vez comprendido, Nacimiento de la biopolítica conferencias en el colegio de Francia y analizar el texto neoliberal fundacional de Gary Becker, Capital humano.

Por último, discutiremos una crisis diferente. En la obra de Shelley Tremain, lo que a menudo se pone en juego es la filosofía como práctica destinada a dar cuenta de quién existe, cómo existe y cómo debe gestionarse. Este argumento tiene sus mayores implicaciones en el quinto capítulo de Foucault y la feminista Phil de la discapacidad, en el análisis de la bioética como tecnología de gobernanza. Tremain escribe “que la disciplina académica de la bioética se basa en una epistemología de la dominación y es un vehículo institucionalizado para la biopolítica de nuestro tiempo” Me gustaría articular brevemente cómo dos disciplinas filosóficas —la ecología política contemporánea y el posthumanismo— revelan cómo la discapacidad es un aparato para la crisis del pensamiento. Lejos de haber prescindido del sujeto unificado, la discapacidad revela cómo las condiciones de esa subjetividad unificada deben permanecer intactas en la modernidad capacitista para que los programas filosóficos tanto de la ecología profunda como del posthumanismo funcionen internamente. La discapacidad debe estar antes de cualquier discursividad, a fin de mantener segura una noción de capacidad y agencia humana.

Entonces, si el neoliberalismo es un nuevo tipo de gestión de crisis, debe entenderse a través de la lente de la discapacidad y la historia de la eugenesia. El pensamiento de la crisis ya no puede separarse del compromiso eugenésico, y nuestra modernidad eugenésica debe entenderse a través de esta historia de crisis.

La Crisis:

Cualquier genealogía adecuada de la crisis, que no es la que pretendo ofrecer (sólo exponer), tiene que empezar por su origen filológico. Crisis y decisión [krisis] son el terreno del médico. En ninguna parte esto queda más claro que en los textos hipocráticos fundamentales. Hipócrates’ Los médicos debían familiarizarse con la temporalidad de la enfermedad y sumergirse en ella. Debían observar el desarrollo de cada lesión, el cambio de tono en cada centímetro de la epidermis, el ritmo de la respiración, la disposición del paciente, la forma en que colocaba los pies, incluso en qué posiciones dormía, no sólo con fines diagnósticos, sino para pronóstico.

Cualquier buen médico para Hipócrates es aquel que practica la previsión, pero inevitablemente hay que tomar una decisión en ese momento crítico. Este momento de crisis en el desarrollo de una enfermedad, para los médicos Hipócrates’, es el momento del ataque, porque es el momento de la verdad: tanto para el paciente, donde el resultado de este momento crítico determina si debe sobrevivir a su aflicción, como para el médico. Para el médico, el momento de crisis es el punto de determinación. Es el objeto mismo del pronóstico preciso. Hay una decisión que hay que tomar, un juicio.

 “Vida [ho bios] es corto, y Art [Tekhnē] largo; la crisis [kairos] fugaz; experiencia peligrosa y decisión difícil” (Aforismos YO. YO). La decisión es difícil, su momento habita como un fragmento de tiempo fragmentado en ese abismo abierto por la crisis. Krisis se enfrenta a la crisis. La decisión y la crisis se entrelazan y, a menudo, determinan la naturaleza del surgimiento del otro.

La crisis siempre ha tenido una función simultáneamente médica y jurídica. Pero originalmente se limitaba a una decisión sobre un organismo, en su privacidad. Pero esta noción de crisis, y el concepto mismo de gestión de la salud, cambiarán cuando se transponga el momento crítico – cuando la crisis encuentre sentido dentro de la decisión soberana relativa al propio cuerpo social.

Foucault, en su serie de conferencias de 1973, Poder psiquiátrico, da un relato delicado y casi tortuoso de la desaparición de la noción médica de crisis. En su forma general, la técnica de la crisis “La medicina griega no es diferente de la técnica de un juez o árbitro en una disputa judicial. En esta técnica de la prueba se tiene una especie de modelo, una matriz jurídico-política, que se aplica tanto a la batalla contenciosa en un caso de derecho penal como a la práctica médica” (PP244). Se localiza dentro del cuerpo. En el siglo XVIII, este concepto de crisis médica prácticamente desaparece de los textos clínicos y de los procedimientos de tratamiento. Pero hay que tomar nota de lo que sustituye a este concepto de crisis, ya que creo que Foucault pasará por alto algo crucial – la defensa social. “Está claro que el hospital psiquiátrico, como el hospital general de medicina, no puede dejar de hacer desaparecer la crisis.” Para Foucault, el sistema disciplinario elimina esta noción de crisis. Sin embargo, se manifiesta un nuevo tipo de crisis, que Foucault sólo toca pero no identifica plenamente hasta su relato de la defensa social. Foucault afirma brevemente que el interés psiquiátrico por el crimen es un “intento de demostrar” no que todo criminal esté loco, sino que todo loco puede ser un posible criminal.Si bien el crimen y su castigo no son el foco aquí, quiero señalar que Foucault reconoce claramente que hay un cambio territorial en la función de la crisis y su temporalidad. Sí, la crisis se ha desvanecido del cuerpo del paciente, pero en el mismo movimiento pasa al ámbito social. El cuerpo del paciente da testimonio ante el cuerpo social, ya sea para condenarlo al peligro o para ser isomorfo con sus procesos productivos y su vigilancia (después de todo, esto es lo que es el cuerpo dócil). Tenemos que mirar las conferencias posteriores de Foucault, Sec. Ter. Pop. y Nacimiento de la Biopolítica, para entender esta nueva forma de crisis. Su temporalidad cambia. Hoy en día, la crisis, al igual que la amenaza inminente del crimen entendida a través de la anormalidad, es el entorno de la gestión.La imagen de la crisis y su relación con el juicio es el entorno modular de la gestión económica fisiocrática. El Gobierno de seguridad y de población tiene un enfoque completamente diferente sobre la temporalidad de la crisis y la forma en que se llevan a cabo el juicio y la gestión. En el gobierno fisiocrático de la seguridad, desde Abeille hasta Smith y Quesnay, lo que se manifiesta es una nueva “forma de concebir y programar las cosas” (Foucault 2007, 41). Foucault se centra en la forma en que los modos fisiocráticos de gobierno abordaron el concepto de escasez. La escasez de cereales ya no será tratada como una crisis aislada en torno a la cual se deben tomar todas las decisiones y luego, eventualmente, tomar medidas para prevenirla. En cambio, ahora la escasez será tratada como algo que “no debe desaparecer” (Foucault 2007, 42). La crisis es ahora la extensión a través de la cual el Estado,como una práctica constante y no simplemente una entidad encargada de la intervención soberana, gestionará la población. La crisis ha dejado de estar confinada al espacio del cuerpo bajo la mirada médica, ahora el médico debe ser practicante, juez y gestor social. Esto persiste hoy en la definición de anormalidad del DSM-V: “comportamiento desadaptativo, angustia personal, rareza estadística y violación de las normas sociales” Como señala Julian Heron, “la amenaza que presentan los cuerpos discordantes organiza la ficción misma de una sociedad unificada”Esto persiste hoy en la definición de anormalidad del DSM-V: “comportamiento desadaptativo, angustia personal, rareza estadística y violación de las normas sociales” Como señala Julian Heron, “la amenaza que presentan los cuerpos discordantes organiza la ficción misma de una sociedad unificada”Esto persiste hoy en la definición de anormalidad del DSM-V: “comportamiento desadaptativo, angustia personal, rareza estadística y violación de las normas sociales” Como señala Julian Heron, “la amenaza que presentan los cuerpos discordantes organiza la ficción misma de una sociedad unificada”

Entonces, ¿por qué empiezo con este relato insuficiente de la crisis? Mi respuesta es bastante simple: si la crisis es el objeto reinante del análisis económico contemporáneo, liberal o marxista, tenemos que entender que no se trata de un conjunto de emergencias que llegan a una maduración específica de contradicciones sino que es, de hecho, un modo de gobernar que ha estado con nosotros desde el siglo XVIII.

el neoliberalismo necesita capacitismo para mantener la crisis:

En sus conferencias de 1979, El nacimiento de la biopolíticaFoucault habla, bueno, del nacimiento de la biopolítica. Él cree que, para hacer esto, para dar esta historia, tiene que dar cuenta del liberalismo posfisiocrático y del neoliberalismo. ¿Qué tiene entonces de especial el neoliberalismo?, se pregunta Foucault La respuesta es un tanto extraña. El paso del liberalismo al neoliberalismo puede entenderse de esta manera. La economía ya no es un análisis de un proceso (pensemos en la producción de mercancías), sino de una actividad. Ya no es una lógica de procesos sino una actividad “de programación estratégica de individuos’.” Foucault resume el neoliberalismo estadounidense de esta manera: “Los neoliberales estadounidenses dicen esto: Es extraño que la economía política clásica siempre haya declarado solemnemente que la producción de bienes depende de tres factores —tierra, capital y trabajo—, dejando el tercero inexplorado”

Este nuevo análisis no se centra en el despliegue de la potencialidad laboral, sino en una incisión en el trabajador, su valor y sus —importantes— capacidades. Ésta es la teoría del capital humano, un término que escuchamos a menudo pero del que rara vez discutimos el contenido o la función estratégica.

Gary Becker, un economista neoliberal cuyo texto fundacional de 1964, Capital humano, llegó a definir un nuevo modo de inversión, se propuso inicialmente “estimar la tasa monetaria de retorno de la educación universitaria y secundaria” Lo que Gary Becker atestigua es que este nuevo enfoque del capital, la inversión no sólo en mano de obra, sino en el trabajador, “llenaría un vacío en la teoría económica formal: ofrece una explicación unificada de una amplia gama de fenómenos empíricos” Pero lo fascinante de este relato es que se basa en un concepto de inversión humana basado enteramente en lo que Becker llama “capacidad” El capital humano es un modo de inversión que busca identificar, facilitar y fomentar la capacidad. El trabajador ya no es simplemente el presagio de una potencialidad laboral que se abstrae como un proceso de producción más amplio. En cambio, el ser humano se convierte en un nuevo tipo de Homo Oeconomicus. Los bienes del trabajador comprenden un capital que es una “capacidad, una habilidad: como dicen” dice Foucault, claramente apuntando con el cuchillo a Deleuze y Guattari, “es una máquina.” Y esta máquina es en lo que hay que invertir. Sin embargo, por otro lado, también pretende reconocer el riesgo, o “menor capacidad.” En su análisis de la variación en las tasas de rendimiento, Becker expone las tres medidas importantes de “capacidad” en su estudio —rango en clase, coeficiente intelectual y ocupación del padre. Todo esto tiene como objetivo permitir a los economistas obtener una nueva perspectiva sobre el capital, que se considera un activo para el trabajador. Becker escribe “el capital humano adulto y los ingresos esperados están determinados por las dotaciones heredadas de los padres y por los gastos parentales (x) y públicos (s) en su desarrollo”. Con este marco de inversión viene, por supuesto, el riesgo.Y es en este riesgo en el que Foucault quiere centrarse de una manera bastante impactante. Foucault matiza su afirmación diciendo que está involucrado en un “poco de ciencia ficción”. Él da fe, claramente tomando nota de Becker,

“…uno de los intereses actuales en la aplicación de la genética a las poblaciones humanas es hacer posible reconocer a los individuos en riesgo y el tipo de riesgo en el que incurren a lo largo de su vida […] Dicho en términos claros, esto significará que dada mi propia composición genética, Si deseo tener un hijo cuya composición genética sea al menos tan buena como la mía, o en la medida de lo posible mejor que la mía, entonces tendré que encontrar a alguien que también tenga una buena composición genética. Y si quieres un hijo cuyo capital humano, entendido simplemente en términos de elementos innatos y hereditarios, sea alto, puedes ver que tendrás que hacer una inversión, es decir, tendrás que haber trabajado lo suficiente, tener ingresos suficientes, y tener un estatus social tal que le permita tomar como cónyuge o coproductor de este futuro capital humano,alguien que tiene un capital humano significativo. No digo esto como una broma; es simplemente una forma de pensamiento o una forma de problemática que se está elaborando actualmente.”

Así, esta constante ola de riesgo que interactúa con la demanda de optimizar la población, se convierte en el nuevo modo a través del cual funciona la crisis. Es una crisis de optimización. Este nuevo campo de problemas a gestionar sólo es inteligible con esta nueva red de capacidades. La inversión humana conlleva riesgos humanos. La población y su optimización están siempre en juego. La discapacidad como aparato se convierte en el mecanismo a través del cual llegamos a comprender este terreno humano del capital. El médico asume otro papel, ya no sólo ahora el médico debe ser practicante, juez y gestor social… ahora es economista. Esto puede parecer hiperbólico, pero este es el aire que respiramos. Todo, desde los informes actuariales hasta el uso de AVAD y AVAC (que ahora emplean la Organización Mundial de la Salud de las Naciones Unidas).

En una conferencia sobre Foucault Disciplina y castigo, Deleuze señala un refinamiento micropolítico de las tecnologías de poder en el desarrollo del bonapartismo. En la lectura de Deleuze, Napoleón se sitúa como intermediario en el paso de la soberanía al poder disciplinario. Encuentra su refinamiento hasta lo infinitesimal a medida que la sociedad punitiva toma forma. La sociedad disciplinaria es precisamente cuando la disciplina ya no es vulgar, sino casi imperceptible como principio organizador de la formación del conocimiento y de las relaciones de poder.

Hay que decir lo mismo de lo eugenésico. La vulgaridad de su llegada finalmente pronunciada a la obra de Francis Galton. Lo eugenésico acecha en nuestras redes de inteligibilidad, en nuestro modo de revelar a los humanos como entidades económicas. Es precisamente cuando lo eugenésico cae en un modo de gubernamentalidad que se vuelve más frecuente.

La ecología y el poshumanismo como metafísica de la modernidad eugenesica:

Por último, me gustaría hacer un desvío completo. Espero al menos haber empezado a exponer un posible proyecto sobre el pensamiento de la crisis. Pero me gustaría mostrar otro campo de problemas intrínsecos a nuestro momento filosófico. Sólo quiero mostrar cómo la discapacidad opera como un aparato para responder a la urgente necesidad de defender el poder normalizador dentro de la filosofía y la naturalización del cuerpo y la operatividad del ser humano.

Hay mucho discurso polémico sobre la ecología profunda, el nuevo materialismo, OOO, como sea que se formalice. Desde Harman hasta Latour y Bennett, todos son criticados y, de hecho, a menudo burlados (más recientemente por Andreas Malm en una entrevista con Verso) por atributo agencia a seres que no son humanos (inanimados o no). Quisiera advertir contra esta crítica.

Deberíamos tomar el de Jane Bennett Materia vibrante(ya que suele ser el más criticado) como nuestro ejemplo. En su relato de la democracia, Bennett busca una manera de articular cómo podría ser un acto político dentro de este nuevo marco de agentes complejos y vibrantes. Para comenzar a exponer su política en un mundo donde el material en sí mismo se considera animado, comienza con una descripción del estudio de Darwin sobre los gusanos, con el fin de establecer lo que ella llama pequeñas agencias. A través de la lente de estas pequeñas agencias, entra en escena un enjambre de materialidades vibrantes “’talentosas’”. Esta conexión necesaria, esta entidad productora mundial, puede ahora demostrarse como eficaz y productiva. Recurre a Jacques Rancière y a su propio concepto de “repartición de lo político” donde la competencia deliberativa se demuestra a través de gestos miméticos. Una política basada en establecer perpetuamente una “competencia deliberativa”,en nombre de revelar “isomorfismos” a través de gestos miméticos, es enteramente congruente con la lógica política del eugenista.

Lo que en realidad están haciendo estas ecologías políticas profundas es elevar los criterios discursivos de productividad, eficacia y agencia al principio organizador de la totalidad del tejido planetario.

Lo mismo debe decirse del enfoque poshumanista de la naturaleza, que afirma estar en el camino de descubrir cierta mutabilidad central del ser humano y mantiene en su lugar la naturalización de lo que se quiere mejorar. Por supuesto, la lógica misma de la mejora se integra directamente en nuestro orden contemporáneo, contra el cual pretende pensar.

Para funcionar internamente, como doctrinas del pensamiento político filosófico, ambas disciplinas deben mantener una cierta zona de excepción. Para “abandonar el inútil intento de separar lo humano de lo no humano”, a Bennett le gustaría conservar precisamente lo que produce, a lo largo de la historia de la filosofía, al ser humano como zona de excepción: la capacidad agente y la operatividad. Esto es precisamente lo que debe ser objeto de una insurrección genealógica. La propia Bennett admite que “su conatus” no le permitirá “horizontizar el mundo por completo” Recién ahora se horizontalizará según las líneas de capacidad. Todos somos máquinas de habilidades en el marco ecológico. En lo poshumano es aprovechando esas capacidades que podemos “trascender” lo humano.

Se trata de modos de hacer inteligible el mundo que sólo son posibles si se adopta un marco capacitista. La discapacidad es el aparato que responde a esta crisis. En este mundo de lo individual, es precisamente el sujeto discapacitado el que debe ser un sujeto fallido para mantener el orden de las cosas que pretende haberlas disuelto. La filosofía siempre servirá al poder si busca algún punto constitutivo sobre el cual pueda fundamentar un sistema de inteligibilidad y manipulabilidad.

(Estos comentarios introductorios son parte de una investigación más extensa)

Traducción al español: La Conjuración Sagrada

El texto original en ingles se encuentra en revoltingbodies y en francés
en Entêtement.