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el anticomunismo como forma de vida americana. Michael Parenti

(Capitulo IV del libro El impulso anticomunista. Michael Parenti, (1969)

 

«Que los argumentos consigan o no ascender depende menos de la lógica que los transmite que del clima de opinión en el que se sustentan.»

CARL BECKER

 

En 1949, el profesor Conyers Read, en su discurso presidencial ante la Asociación Histórica Americana, argumentó que «el conductismo desapasionado» y «la actitud neutral liberal» en la investigación violaban las «responsabilidades sociales del historiador». Porque «la guerra total, ya sea fría o caliente, recluta a todo el mundo y pide a todos que asuman su parte. El historiador no está más libre de su obligación que el físico». Al año siguiente, el siguiente presidente de la AHA, Samuel Eliot Morison, se quejó de que historiadores aislacionistas como Charles Beard habían dejado a la generación más joven «espiritualmente mal preparada para la guerra que tenían que librar». En una opinión similar, un estudioso de la historia diplomática estadounidense, Samuel F. Bemis, dijo una vez a sus colegas que cuando la política exterior estadounidense sufre un ataque sostenido desde el extranjero, los académicos no deberían contribuir a la labor de los enemigos de la nación[1]. Pero un examen de lo que ocurre en la mayoría de las escuelas estadounidenses debería tranquilizar a los profesores Read, Morison y Bemis. Fredelle Maynard, una profesora que leyó 2.000 redacciones escritas por estudiantes de último curso de secundaria que se presentaban al examen de inglés del College Board en 1967, llegó a la siguiente conclusión:

Sobre Vietnam, los estudiantes están profundamente preocupados y no están terriblemente bien informados. Aun así, apoyan la política de la Administración y deploran los excesos de las protestas estudiantiles universitarias.

El comunismo es el gran problema. Si nos retiramos de Asia, los comunistas tomarán el poder; siempre que relajamos nuestra vigilancia en cualquier área -vestimenta, moralidad, política, fe religiosa- los comunistas están esperando.

Rara vez hay indicios de comprensión histórica o filosófica; las referencias al comunismo adoptan la forma de fáciles clichés periodísticos (la Amenaza Roja, el Telón de Acero). Pocos alumnos mencionan el fascismo, aunque a veces los trabajos individuales tienen un tono fascista. [2]

 

Un libro de texto publicado en 1963 y utilizado hoy en día en al menos una escuela secundaria de Long Island trata a los jóvenes lectores con pronunciamientos como:

A los comunistas no les importa la paz…. Los comunistas esperan que el hombre de la calle piense que los comunistas no pueden estar preparándose para la guerra cuando hablan tanto y tan bien de la pa ….

Las personas que dicen una cosa y creen otra se llaman hipócritas. Los comunistas están entre los mayores hipócritas de la historia….

…Los años transcurridos desde la Segunda Guerra Mundial han dado pruebas más que suficientes de la determinación de la Unión Soviética de destruir a Estados Unidos y todo lo que representa….

 

Hay que reconocer, por supuesto, que el gran peligro de los comunistas en Estados Unidos no proviene de quienes pertenecen abiertamente al partido. Más bien, los comunistas más peligrosos son aquellos que hace tiempo desaparecieron de la vista o que tal vez ni siquiera estuvieron nunca en los registros del partido. Estos (y probablemente otros enviados a este país por la URSS) están esperando el día en que se les dé la orden de destruir las presas y puentes y fábricas y bases militares de Estados Unidos. Mientras tanto, tratarán de vivir lo más tranquilamente posible. No quieren llamar la atención, cosa que sin duda conseguirán si se unen al partido….

Los comunistas chinos… están dispuestos a correr el riesgo de una guerra atómica porque China es una nación atrasada y mal alimentada de casi 700.000.000 de habitantes…. Por supuesto, decenas de millones de chinos morirían en una guerra así, pero esto no preocupa especialmente a los líderes comunistas chinos[3].

Al salir de la escuela, el estudiante recibe a diario un festín de anticomunismo en los medios de comunicación de masas, emocionado por las series de televisión que retratan a diabólicos conspiradores y espías comunistas, y leerá editoriales e informes en su periódico diario que apoyan sus nociones anticomunistas preconcebidas del mundo. Si tuviera la rara oportunidad de disfrutar de una confrontación directa con el objeto de su ansiedad, podría resultar de lo más edificante. Durante la primera década de la guerra fría, los viajes a la Unión Soviética fueron a menudo motivo de gran sorpresa. Harold Berman cuenta que de las docenas de turistas estadounidenses que encontró en Moscú entre 1955 y 1957 (cuando este tipo de viajes era todavía relativamente poco común), entre los que había editores, académicos, especialistas en asuntos soviéticos y congresistas, todos encontraron unas condiciones mucho mejores de lo que habían esperado. «Muchos de ellos decían, medio en desesperación y medio en broma: ‘¿Qué voy a decir cuando vuelva a Estados Unidos?». Las restricciones soviéticas a los viajes y el recelo soviético hacia los extranjeros contribuyeron a las ideas erróneas occidentales, pero las distorsiones del periodismo estadounidense tienen una parte importante de responsabilidad. Obsérvese este incidente, relatado por Berman:

Hace dos años, el corresponsal de un periódico estadounidense en Moscú escribió un relato del desfile del Primero de Mayo en el que describía a la gente cantando y bailando en las calles y disfrutando a tope. Su periódico publicó el relato, pero al mismo tiempo publicó un editorial en el que describía a un pueblo ruso amargado, obligado por su odiado gobierno a manifestarse a favor de una revolución que no deseaba. El corresponsal, al contarme esto, dijo que a continuación escribió una carta a su editor en la que decía: «Yo estuve allí, lo vi: no estaban amargados, estaban contentos, se lo estaban pasando bien». El editorialista le contestó, en efecto, que podían parecer felices, pero que en realidad no podían serlo, en vista de los males del sistema en el que vivían[4].

Los visitantes extranjeros, que aportan la perspectiva del forastero, han comentado con frecuencia la ortodoxia anticomunista de los medios de comunicación estadounidenses. Los periodistas extranjeros que fueron becarios del Instituto Mundial de Prensa en 1965 concluyeron su experiencia en el trabajo con las principales publicaciones estadounidenses con las siguientes observaciones:

[Sr. Thorndike de Perú]: He encontrado una especie de presión suave, llamémosla así. Uno está bien siempre y cuando esté de acuerdo con el punto de vista estadounidense, que, según he comprobado, suele ser un enfoque sesgado de las cuestiones nacionales e internacionales. Hay un cierto patriotismo en la prensa estadounidense. Las cosas malas siempre las tienen que haber provocado los comunistas, y a veces se equipara patriotismo con anticomunismo. Se trata de un enfoque simple, en blanco y negro, sin medias tintas ni sombras. Refleja una falta de conocimiento de las cuestiones, porque uno suele tener una respuesta sencilla para una pregunta que no entiende.

[El Sr. Rongnoni, de Italia]: El director de un periódico se autocensurará por muy culto que sea porque sabe que tiene que decir más o menos lo que el propietario del periódico quiere que diga. Una diferencia entre la prensa estadounidense y la italiana es que en Italia hay ocho tipos de periódicos que van del negro al gris pasando por el rojo, por lo que los lectores italianos obtienen un alcance más amplio y una serie de ideas y enfoques diferentes. En Estados Unidos, en cambio, el color es siempre el gris. Casi todos los editores de Estados Unidos tienen una forma de pensar gris, por lo que los redactores y reporteros tienen que escribir en esta dirección.

[Sr. Doyon de Francia]: Hay un gran temor moral en este país de ser un traidor al código americano. A excepción de algunas revistas semanales, nadie en la prensa intentaría adoptar una posición pública diferente de la de los principales propietarios de periódicos y hombres políticos de aquí. Sería considerado antiamericano, comunista o antipatriótico. ¿Qué pequeño editor de una pequeña ciudad, que de todos modos suele estar mal informado, intentaría adoptar una actitud impopular? No puede. Es prisionero del sistema[5].

Desde 1963, con la distensión entre Estados Unidos y la URSS, se ha vuelto respetable considerar a los soviéticos como algo distinto de demoníacos, pero el anticomunismo de los medios de comunicación no cambió su tono fundamental; descubrió fácilmente nuevos villanos en China y Vietnam sin descartar nunca del todo a los antiguos. Los «expertos» académicos, los sovietólogos y los kremlinólogos de las diversas universidades, han sido tan activos como los periodistas de a pie en la propagación de los estereotipos anticomunistas. Muchos de ellos son emigrantes de Europa del Este -por ejemplo, Zbigniew Brzezinski- o ex comunistas -por ejemplo, Bertram Wolfe- que eran intensamente antisoviéticos mucho antes de que decidieran convertirse en especialistas soviéticos. Lo que más impresiona de ellos es la frecuencia con la que se ha demostrado que estaban equivocados. Con algunas notables excepciones[6], la mayoría de ellos insistían en que no se producirían cambios significativos tras la desaparición de Stalin. Durante varios años cruciales, la mayoría de ellos se negaron a considerar la ruptura chino-soviética como algo más que una «disputa familiar». Hoy en día, muchos siguen mostrándose reacios a reconocer o conceder importancia alguna a las transiciones liberalizadoras dentro de la sociedad soviética. Antes de visitar Moscú en 1967, el escritor Stanley Kunitz buscó el consejo de tales expertos:

…Mis amigos entre los sovietólogos, en cuya finura lingüística y enrarecidos conocimientos especiales me había apoyado a menudo en el curso de mi traducción de poesía rusa, me dijeron con precisión qué podía esperar. Como invitado oficial de la Unión Soviética… Estaría sometido a una vigilancia constante; sólo se me permitiría ver a aquellos escritores que estuvieran en el bolsillo de la burocracia; no tendría oportunidad de mantener conversaciones o reuniones privadas; mis audiencias serían escogidas a dedo y escasas -podrían ser inexistentes-; sería interrumpido y acosado sobre Vietnam. Mis informadores resultaron estar equivocados, muy equivocados, en todos los aspectos[7].

Durante su año en la Universidad de Moscú, George Feiffer fue abordado por estudiantes rusos que le pidieron prestadas obras de sovietólogos estadounidenses.

Al principio, los estudiantes estaban fascinados: los libros proporcionaban un análisis de la Realpolitik -así como información sobre la jerarquía del partido- que nunca habían visto. Pero pronto se aburrieron. Al final se compadecieron de mí. «Estás tan mal como nosotros: no puedes aprender casi nada significativo de nuestros libros sobre política soviética y, por lo que parece, los tuyos no son mucho mejores. Esta obsesión con la conspiración y la intriga de la verxhuska (camarilla gobernante). Y este matiz antisoviético por todas partes. Vuestros escritores odian tanto a nuestro «régimen» en nuestro nombre que no pueden ver el bosque por los árboles[8].

Sin embargo, junto a las montañas de basura, hay algunos relatos excelentes sobre la historia reciente de Rusia y la vida cotidiana soviética (y un número menor sobre China). La percepción es un proceso sutilmente evaluativo capaz de superponer una interpretación que niega el valor nominal de los datos y reafirma nuestra visión habitual del tema. Descartar el mecanismo psíquico interiorizado de la censura es especialmente difícil en el ambiente de la fe anticomunista.

El anticomunismo ha sido la vara de medir para asignar prioridades en otros innumerables ámbitos de la vida estadounidense. «Se ha llegado a tal punto», lamentó James Reston, “que no se puede conseguir dinero del Congreso para una escuela o una carretera sin argumentar que si no se construyen significará el triunfo del comunismo….”[10] Los defensores de la ayuda federal a la educación señalaban la necesidad de “estar a la altura de los rusos”, un argumento especialmente eficaz en los días posteriores a Sputnik. Los enormes programas de carreteras de la década de 1950 se justificaron en parte por la necesidad de ampliar los «vínculos vitales» de una nación que se enfrentaba a las emergencias potenciales de las guerras fría y caliente. Basándose en la necesidad de la guerra fría, los educadores liberales abogaron por más programas de estudio sobre el comunismo y Rusia; los especialistas lingüísticos y de área abogaron por una formación lingüística más amplia; los funcionarios públicos pidieron la formación de más científicos; los defensores del libre comercio presionaron para estrechar las relaciones económicas con otras naciones occidentales; los editores presionaron para viajar libremente a tierras comunistas que estaban bajo la prohibición del Departamento de Estado; los intereses del transporte marítimo y aéreo exigieron y recibieron importantes subvenciones; los educadores físicos pidieron programas de «acondicionamiento físico» para los jóvenes estadounidenses. Los defensores de los derechos civiles argumentaron que una nación que competía con el comunismo por la lealtad de los dos tercios de color de la humanidad no podía permitirse practicar el racismo en casa (un argumento que reducía la ética de la hermandad a una conveniencia anticomunista).

En términos más generales, se proclamó que la construcción de una «América mejor» en todas las áreas domésticas significaba una «América más fuerte», una fortificación del arsenal material e inspiracional del Mundo Libre. (En el primer debate Kennedy-Nixon de 1960 ambos candidatos argumentaron la importancia del bienestar doméstico precisamente en esos términos de la guerra fría). «…La existencia de Rusia como nuestro Gran Competidor parece haberse convertido en la principal razón en América para pensar seriamente en cualquier cosa», se quejó David Bazelon, y para demostrar su punto, pasó a abogar por pensar seriamente en la economía americana “o de lo contrario seguramente abandonaremos la promesa del futuro y también fracasaremos en la guerra fría….”[11] Quedó para Averell Harriman, antiguo embajador en la URSS, sugerir que el dinamismo americano estaba en realidad en deuda con “el desafío comunista”. Más de una vez observó que los estadounidenses, en lugar de quejarnos, deberíamos estar agradecidos por la existencia de la Unión Soviética, ya que nos estimulaba a alcanzar nuevos logros y nos impedía volvernos complacientes y perezosos. De este modo, nuestros miedos se convierten en nuestras virtudes.

El llamado a las armas

 

Lo más importante entre nuestros logros anticomunistas ha sido el crecimiento de un vasto «complejo militar-industrial», cuyo impacto, advirtió Eisenhower, «se siente en cada ciudad, cada casa estatal, cada oficina del Gobierno Federal.»[12] Los servicios armados actualmente componen el lobby más fuerte en Washington, ejerciendo más influencia sobre el Congreso que lo que ese cuerpo ejerce sobre el Departamento de Defensa. El ejército ha entrado en la corriente principal de la vida estadounidense, gastando millones de dólares en relaciones públicas para propagar sus necesidades y glorificar su papel. Los principales beneficiarios de los contratos de armamento, las grandes corporaciones, ayudan a nutrir las predilecciones de la guerra fría con el cabildeo hábil de las agencias gubernamentales y la publicidad masiva haciendo hincapié en la tarea sagrada de mantener a Estados Unidos fuerte. «Pocos desarrollos», escribe un estudiante de los servicios armados, «simbolizaron más dramáticamente el nuevo estatus de los militares en la década de la posguerra que la estrecha asociación que desarrollaron con la élite empresarial de la sociedad estadounidense.»[13]Como resultado de esta nueva asociación, enormes porciones del poder adquisitivo estadounidense han sido desviadas por el gobierno a través de impuestos y canalizadas a las principales corporaciones, con las diez compañías más grandes recibiendo casi dos quintas partes del total de contratos para producciones de armas, centralizando aún más la riqueza corporativa.

«Se ha desarrollado un inmenso imperio industrial», señala Cochran, «cuyo único cliente es el gobierno y cuyas operaciones están libres de riesgos.»[14] El gobierno utiliza el dinero del contribuyente para emprender o subsidiar el riesgo de capital para las industrias privadas en tecnología de guerra, en energía atómica, aeroespacial, electrónica y desarrollo informático. «Así, las arcas fiscales públicas absorben los riesgos que nuestra mitología asigna más glamorosamente al empresario privado… Socialismo para los ricos, a expensas del pobre: es la versión americana de Marx.»[15] En 1968, las ganancias corporativas en contratos de defensa se ejecutaban en aproximadamente 4-5 mil millones de dólares al año.[16]

La influencia de nuestro estado militar no se siente más que en la comunidad académica. Sería difícil encontrar una institución importante de educación superior en Estados Unidos que no haga alguna asignación en el espacio, la construcción de fondos y el mantenimiento de los programas financiados por el Pentágono o alguna otra agencia de la guerra fría, y que, a su vez, no atraiga en ningún lugar al 80 por ciento de su presupuesto anual de estas mismas fuentes gubernamentales. «Estas escuelas deben mantener sus proyectos de investigación gubernamentales o enfrentar la bancarrota», concluye Edward Greer.[17] Al menos noventa universidades y colegios están investigando activamente problemas tales como armamento de contrainsurgencia, comunicaciones de combate, despliegue de tropas, sistemas de control de comandos, técnicas de defoliación, factores topográficos y climáticos destacados para los esfuerzos de contrainsurgencia, estrategias de seguridad interna y antidisturbios, métodos de reubicación y control de poblaciones, sistemas de detección sísmica y magnética. Al menos cincuenta y seis universidades y colegios se dedican a la investigación sobre la guerra química y biológica.[18] «Los científicos académicos», observa Cathy McAffee, «les resulta cada vez más difícil seguir sus carreras sin contribuir al trabajo de [defensa]. No sólo dependen de los contratos gubernamentales de apoyo, sino que a menudo deben involucrarse en proyectos de defensa simplemente para obtener acceso a la información y el equipo que necesitan para la investigación.»[19]

Un número creciente de científicos sociales se están uniendo en programas financiados por el aparato federal de la guerra fría, incluyendo estudios psicológicos, sociológicos, económicos y políticos dedicados a las técnicas contrarrevolucionarias y la manipulación de la opinión en el país y en el extranjero. En cientos de conferencias y miles de folletos, artículos y libros escritos por miembros de la comunidad intelectual que están directa o indirectamente a sueldo del gobierno, la propaganda de la guerra fría se presta un aura de objetividad académica, completa con adornos estadísticos y sociológicos. Lanzando una sombra sobre su propia integridad como académicos y maestros, tales intelectuales transmiten a un público desprevenido la visión oficial de la realidad y el sentido del Pentágono de su propia indispensabilidad y dedicación a la lucha anticomunista perpetua.[12]

Testificando ante el subcomité del Congreso de Rooney, el funcionario de la USIA Reed Harris describió el programa de desarrollo de libros de su agencia como uno «bajo el cual podemos tener libros escritos según nuestras propias especificaciones, libros que de otra manera no se publicarían, especialmente aquellos libros que tienen un fuerte contenido anticomunista, y siguen otros temas que son particularmente útiles para nuestros propósitos. Bajo el programa de desarrollo de libros, controlamos la cosa desde la idea misma hasta el manuscrito final editado.»[21] Pero nunca se reconoce públicamente la conexión de la agencia con el libro. Otro funcionario de la USIA testificó que la agencia trató de reclutar escritores «exteriores» de estatura no estrechamente asociados con el gobierno: «Esto resulta en una mayor credibilidad.» Existe una fuerte evidencia de que parte del dinero canalizado a escritores y editores por USIA y otras agencias puede haber venido de la CIA. Praeger admitió públicamente haber publicado «quince o dieciséis» libros a instancias de la CIA.[22]

La proliferación de corporaciones «independientes» financiadas por el Pentágono como RAND y el Instituto Hudson, los «think-tanks» que resuelven problemas militares técnicos y logísticos por una tarifa, atestigua el creciente papel desempeñado por el hombre no militar. Los servicios armados, progresivamente menos capaces de proporcionar la capacidad intelectual para todas sus necesidades, simplemente compran tales recursos humanos de las universidades, corporaciones e instituciones de planificación. «Lo que esto significa», señala Jules Henry, «no es tanto que los militares estén siendo expulsados de la guerra, sino que los civiles están siendo absorbidos por ella…»[23] Se da cuenta de que más de dos tercios de toda la investigación técnica en Estados Unidos está siendo consumida por los militares.

Millones de otros estadounidenses que se ganan la vida directa o indirectamente de los miles de millones del Pentágono se han comprometido con la carrera de armamentos. «Solo en cada distrito y cada estado, y cada sindicato, y cada dueño de tienda está recibiendo un recorte de los gastos actuales en nombre de la ‘defensa'», observó el congresista J. L. Witten del subcomité de Asignaciones de Defensa. Las protestas de los congresistas—, que por lo general respondían a las feroces presiones de los distritos electorales, a pesar del cierre de un puñado de bases militares obsoletas y dos astilleros de la Armada en 1965 fue una demostración de la dependencia económica civil de base de los fondos del Pentágono. El gasto en defensa ha sido dos veces más importante que la inversión privada en la expansión de la economía estadounidense desde 1948.[24] Teniendo en cuenta el efecto multiplicador de un dólar gastado y la red de servicios subsidiarios que se alimentan indirectamente del dólar de defensa, posiblemente una quinta parte de toda la actividad económica en Estados Unidos ha dependido de los gastos de guerra.[25]

De tres cuartos a cuatro quintos de cada presupuesto federal consiste en asignaciones militares que no incluyen los $20 mil millones al año para pagar guerras pasadas vizca., intereses sobre la deuda nacional, beneficios para veteranos, etc. El Pentágono ordena más personal y dinero que todos los demás departamentos, agencias y oficinas gubernamentales combinados. A pesar de la muy publicitada reorganización del Departamento de Defensa del ex secretario McNamara, el presupuesto militar aumentó hasta en un 33 por ciento durante sus primeros cinco años, y solo durante el sexto año los gastos de Vietnam llegaron a casi otros $30 mil millones. En las dos décadas posteriores a la Doctrina Truman, se gastaron cerca de novecientos mil millones de dólares para guerras pasadas, presentes y futuras.

Ya en 1960 el Pentágono poseía más de treinta y dos millones de acres de tierra en los Estados Unidos y 2,6 millones de acres en países extranjeros, más grandes que las áreas combinadas de Delaware, Connecticut, Rhode Island, Nueva Jersey, Massachusetts, Maryland, Vermont y New Hampshire. Los Estados Unidos construyeron un imperio militar extranjero que empequeñecía a todos los anteriores; era la única nación que tenía bases militares en cada continente habitado y una flota en cada mar abierto; sus bombarderos armados nucleares volaron miles de millas de sus propios cielos sobre territorios extranjeros con frecuencia cerca de fronteras comunistas; entrenó, equipó y financió las fuerzas militares de muchas otras naciones. «Armas y equipo militar,» Forbesla revista señaló, «son uno de los principales artículos de exportación de Estados Unidos. Sin ellos, pocas compañías de defensa estarían ganando el tipo de dinero que ganan.» En el período de 1953 a 1967, los Estados Unidos vendieron o dieron a otras naciones más de $35 mil millones en asistencia militar, estableciéndose así como el mayor productor y proveedor de instrumentos de violencia.

Si definimos «estado militar» como cualquier política que dedica la mayor parte de sus recursos públicos a los propósitos de la guerra, entonces Estados Unidos es un estado militar, el poder militar más fuerte en la historia de la humanidad. Nuestros líderes proclaman con orgullo ese hecho. Dadas las bases tecnológicas más limitadas a su mando, ninguno de los estados comunistas puede hacer tal afirmación. Contrariamente a la visión convencional, una democracia es tan capaz de convertirse en una potencia militarista como lo es una dictadura. El sistema político de una nación es de menor importancia para determinar su capacidad de violencia que el nivel de su industria y riqueza y la intensidad de su ansiedad por los enemigos nacionales y extranjeros.

 

El poder como causa y efecto

 

No fueron los militares los que fabricaron el anticomunismo, sino el anticomunismo los que construyeron el estado militar. El estado militar, entonces, es un síntoma del anticomunismo, pero los síntomas tienen una forma de generar sus propios efectos posteriores. Un efecto puede ser discernible solo como un cambio en el ambiente; si no hay un cambio observable, entonces decimos que no hay efecto. Pero cualquier cosa que represente un cambio en el entorno se convierte en una fuente de ajustes reactivos posteriores; es decir, tiende a generar nuevos efectos convirtiéndose así en una causa en sí misma. Decir que el complejo militar-industrial es simplemente un «síntoma» es cortar arbitrariamente la cadena de causalidad y declarar prematuramente que todos los efectos importantes han sido contados. Pero el establishment militar ahora maximiza las mismas condiciones que lo dieron origen y al convertirse en un poderoso lobby e institución nacional, al mando del talento, la energía y los ingresos de la comunidad, manipulando muchos símbolos e imágenes de la vida pública, los militares han creado nuevos distritos electorales e intereses de apoyo. Decir, entonces, que el poder es un valor «neutral» que tiene un potencial para lo correcto o lo incorrecto dependiendo de cómo se emplee, es pasar por alto el hecho de que el poder puede generar sus propias propensiones e imperativos. Un poder que se ha convertido en proporciones gigantescas no es propenso a dejarlo ir en eso. Fue Tocqueville quien observó en la subestimación clásica que la paciencia y la tolerancia de los hombres en presencia de obstáculos no aumentan con la conciencia de su propia fuerza. Hoy las fuerzas armadas hacen afirmaciones sobre las prioridades nacionales, los recursos y las lealtades que no soñaban en una parte anterior de este siglo. La inmensidad misma de la presencia militar tiende a convencernos de su necesidad e importancia. Está en la naturaleza de los mortales ordinarios, como los estadounidenses, encontrar evidencia creciente de una amenaza en las mismas precauciones tomadas en su contra. Este es uno de los efectos del poder. La imponente presencia del establishment militar parece confirmar nuestros peores temores sobre el diablo comunista. Lo mismo ocurre con todas las acciones y compromisos anticomunistas. ¿Cuándo parece más amenazante la «subversión comunista» que cuando los hombres se preocupan por los juramentos de lealtad y las inquisiciones? ¿Cuándo parece más inminente un ataque atómico que cuando millones están involucrados en la grotesca farsa de la defensa civil?[26]¿Cuándo parecen más amenazantes los rusos o los chinos que cuando nuestros líderes de guerra piden aún más armas de defensa y más intervenciones armadas? Cuanto mayores son las precauciones, más evidente parece el peligro y se elimina aún más la cuestión de si la amenaza es proporcional al tipo de respuesta que se le da. Una nación armada hasta los dientes por el ataque apocalíptico comienza a ver un mundo de opciones apocalípticas (por ejemplo, «mejor muerto que rojo»). El futuro está restringido, y las alternativas están limitadas por los mismos instrumentos destinados a maximizar nuestra maniobrabilidad. El poder se compra a un precio, y el gran poder es caro.

NOTAS

 

  1.  William Neumann, «Historianos en la Era de la Acquiescencia», en Voces de Disidencia (Nueva York: 1958), pp. 137–42.
  2.  Fredelle Maynard, «Las Mentes de los Mayores de la Escuela Secundaria», La Nueva República20 De mayo de 1967, pp. 11–12.
  3.  Las selecciones anteriores son del texto de la escuela; Dan Jacobs Las Máscaras del Comunismo (Evanston, Ill.: Citadel Press, 1963), pp. 156, 157, 171, 175, 222–23. El libro de Jacobs no es el peor del lote utilizado en las escuelas estadounidenses.
  4.  J Harold. Berman, «El Diablo y la Rusia soviética, op. cit.
  5.  «Una mirada extranjera a la Prensa Americana,» Comunicación Masiva (The Center for the Study of Democratic Institutions, 1966), pp. 3, 4 y 5, respectivamente.
  6.  Entre aquellos sovietólogos que eran capaces de una visión flexible y más exacta de la Unión Soviética, uno podría considerar tales hombres como Bernard Morris, Samuel Hendel, George Feiffer, y el más notablemente, Isaac Deutscher.
  7.  Stanley Kunitz, «El Otro País Dentro de Rusia,» La revista New York Times20 De agosto de 1967.
  8.  George Feiffer, «Mirando horrorizado a la Rusia soviética,» La Nación23 De mayo de 1966.
  9.  Berman, «El Diablo y la Rusia soviética,» op. cit.
  10.  El New York Times14 De marzo de 1962.
  11.  David T. Bazelon, La Economía del Papel (Nueva York: Vintage Books, 1965), p. 4.
  12.  Para observaciones adicionales sobre la influencia de los militares en la vida estadounidense, véase el Apéndice I, «El Estado Marcial.»
  13.  Samuel P. Huntington, El Soldado y el Estado (Nueva York: Vintage Books, 1964), p. 361.
  14.  Bert Cochran, El Sistema Guerra.
  15.  Edward Greer, «La Universidad de Interés Público,» Informe Viet1968, enero, p. 5.
  16.  El New York Times3 De mayo de 1968.
  17.  Greer, op. cit.; ver también Clark kerr, Los Usos de la Universidad (Nueva York: Harper & Row, 1966), p. 55.
  18.  Vea la riqueza de datos—la mayoría de ellos de fuentes gubernamentales y universitarias publicadas—reunidas por Greer, C. Brightman, G. McAffee, M. Klare, D. Rescate, B. Leman, R. Rapoport, y M. Locker en Informe Viet1968, Enero.
  19.  Ibíd., p. 18.
  20. Considere el del Profesor Bernard Brodie Escalada y la Opinión Nuclear (Princeton University Press, 1966) que ataca a la Administración Johnson por no tener una política más «nuclear» en nuestra confrontación estratégica con la URSS. Brodie estaba a sueldo de la corporación RAND financiada por la Fuerza Aérea cuando escribió el libro. Los generales no pueden criticar la política, pero pueden, con el dinero de los contribuyentes, pagar a otros, que se hacen pasar por académicos independientes, para hacerlo. De los muchos tratados financiados por RAND que se hacen pasar por trabajos académicos, está el profesor Charles Wolf, Jr La política de los Estados Unidos y el Tercer Mundo (Boston: Little, Brown, 1967) que, entre otras cosas, aboga por destruir los hogares, el ganado y los suministros de alimentos de las poblaciones nativas como una característica necesaria y deseable de la contrainsurgencia. Del mismo modo, el profesor Frank Trager recibió un pago secreto $2,500 por parte de USIA para escribir ¿Por qué Viet Nam? (Nueva York: Frederick A. Praeger, Inc., 1966), una apología de la política de los Estados Unidos y una polémica anticomunista.
  21.  Citado en David Wise, «Hidden Hands in Publishing,» La Nueva República21 De octubre de 1967, p. 17.
  22.  Ibíd., p. 18.
  23.  Jules Henry, Cultura Contra el Hombre (Nueva York: Vintage Books, 1963), p. 106.
  24.  Cochran, op. cit.; ver también Tristram Coffin La Sociedad Armada: Militarismo en la América Moderna (Baltimore: Pingüino, 1964).
  25.  Ver Cochran, pp. 142–144.
  26.  Ver Apéndice II, «Defensa Civil: Matar a un Vecino.»

 

 

 

 

Traducción V de invisible.


Entrevista a militantes de Rote Zora.

Esta entrevista se publicó por primera vez en la revista ‘Emma ’ en junio ’84. Recientemente fue reeditado por otras revistas alemanas, tanto con motivo de la detención e investigación contra Ingrid Strobl y otros compañeros, a quienes se atribuyó esta entrevista, entre otras cosas, tanto porque a menudo se menciona en otros documentos o también porque simplemente muchos no lo habían leído todavía. (dos compañeras diferentes de Rote Zora – nota del editor)

 

Empecemos con esto, ¿quién eres?

Si lo entiendes desde un punto de vista personal entonces somos mujeres entre 20 y 51 años, algunas vendemos nuestra fuerza de trabajo, otras toman lo que necesitan, otras aún no han pasado por los hilos de la red social.

Algunos de nosotras tenemos hijos, muchos otros no. Algunas son lesbianas, otras aman a los hombres. Compramos en supermercados repugnantes, vivimos en casas de odio, vamos voluntariamente al cine o al teatro o a la discoteca, celebramos cuando hay que celebrar y tratamos de trabajar lo menos posible. Vivimos en contradicción de que tantas cosas que nos gustaría hacer no son posibles. Pero después de las acciones que tienen éxito nos sentimos realmente felices.

 

Pero no es casualidad que tu nombre tenga las mismas iniciales que el Revolucionario Zellulen (Células Revolucionarias).

No, por supuesto que no es un accidente. Rote Zora también expresa los mismos principios que el Zellulen Revolucionario, el mismo concepto de estructuras que se mueven en la ilegalidad, una red que escapa al control y la intervención del aparato represivo. Sólo de esta manera podemos llevar a cabo acciones subversivas directas en relación con las luchas legales de otros movimientos. “Respondemos con la lucha ”, este eslogan femenino de mayo ’68 hoy no se cuestiona con respecto a la violencia contra las mujeres, sino que se criminaliza cuando representa una respuesta contra la dominación que siempre reproduce nuevamente esta violencia.

¿Qué acciones has tomado hasta ahora y en contra de qué objetivos?

Las mujeres de Rote Zora comenzaron en ’74 con un ataque al Tribunal Constitucional de Karlsruhe, porque todos queríamos la derogación del artículo 218 [ley de regulación del aborto – ed.].

En la noche de Walpurg atacamos a la Asociación Médica porque a partir de ahí la ya miserable reforma sobre el aborto se vio obstaculizada por cualquier medio. Luego el ataque a Schering durante el juicio de Duogynon. Y luego siempre y repetidamente, ataques contra tiendas de pornografía. En realidad, estas tiendas de pornografía deben quemarse una todos los días.

Por lo tanto, consideramos absolutamente necesario arrancar nuestra ira de la dimensión privada contra la explotación de las mujeres, como objeto sexual y como máquina reproductiva, y mostrarla con fuego.

Pero no queremos limitarnos solo al ataque a estas estructuras directa y visiblemente ligadas a la opresión de las mujeres.

Como mujeres también nos afecta la violencia de la sociedad en su conjunto, la destrucción de la naturaleza, la reestructuración de la ciudad, las más diversas formas de explotación capitalista, en todo caso condiciones de opresión a las que también están sometidos los hombres.

No queremos la división de tareas ‘left ’ según el lema ‘mujeres para problemas de mujeres, hombres para problemas políticos generales ’. No quitamos las responsabilidades de la iniciativa en la vida diaria. Por esta razón, por ejemplo, prendimos fuego a las máquinas de lujo de los abogados de la ‘liga de los propietarios del distrito de Kaussen ’ que fueron responsables de una gran cantidad de desalojos brutales. También por esta razón hemos distribuido gratuitamente (junto con el Revolucionario Zellulen) reimpresiones de billetes de transporte público para imponer el servicio gratuito.

Hemos dirigido los últimos ataques contra Siemens y Nixdorf. Con el desarrollo de nuevas tecnologías de control, aceleran las posibilidades cada vez más sofisticadas de producción de guerra y contraguerrilla. Además, también estábamos interesados en su función de vanguardia en la reestructuración laboral, especialmente a expensas de las mujeres, en todo el mundo. Como aquí con nosotros, gracias a las tecnologías de estas empresas, las mujeres están cada vez más aisladas unas de otras con el hogar y el trabajo a tiempo parcial y explotadas sin seguro social, de la misma manera las mujeres del llamado Tercer Mundo son consumidas sistemáticamente en la producción de estas tecnologías y a los 25 años son literalmente destruidas por el trabajo.

¿Qué tan importante es esta relación con ustedes con la explotación de las mujeres del Tercer Mundo?

Hemos aclarado este informe hasta ahora en todos nuestros ataques, particularmente en los ataques del año pasado contra mujeres comerciantes y la embajada de Filipinas. No luchamos por las mujeres de los suburbios, sino con ellas, contra la explotación de las mujeres como bienes. La trata de esclavos moderna tiene su consideración en las condiciones de posesión en el matrimonio; las formas de opresión son diferentes, pero tienen raíces comunes. La división entre mujeres y hombres corresponde internacionalmente a la que existe entre los pueblos del Primer y Tercer Mundo. Nosotros mismos vivimos en la división internacional del trabajo. Queremos luchar contra este sistema y poner de manifiesto lo que tenemos en común con las mujeres de otros países.

Has aclarado cómo interpretar tu práctica política. ¿Pero aún no has hablado de tu relación organizacional con el Revolucionario Zellulen?

Principalmente porque encontramos correcta la política desarrollada por el Revolucionario Zellulen. Te hemos introducido nuevos contenidos y por ello nos organizamos de forma independiente como mujeres; sin embargo, nos referimos a la experiencia de los Zellulen Revolucionarios . De esta relación sale fortalecido el trabajo colectivo de los grupos radicales así como el conjunto de la Resistencia.

Existen formas productivas de trabajo colectivo como las acciones de visita de Reagan y el documento de movimiento para PAX. Por supuesto, también hay discusiones animadas, porque los hombres que se colocan en un terreno de ruptura radical con el sistema y, en consecuencia, llevan a cabo una práctica de lucha, a menudo dan saltos demasiado lejos para comprender qué significa la lucha antisexista y qué significado tiene esta lucha en una perspectiva de revolución social. Entre otras cosas, entre nosotros es a menudo en la discusión donde están los límites en los que nuestra colaboración con el C.R.fortalece o debilita la lucha de las mujeres. Sin embargo, creemos que relacionamos nuestra identidad feminista con las mujeres del C.R.

¿Eso significa que te reconoces en el feminismo?

Sí, por supuesto partimos desde el punto de vista de que el personal es político. Por lo tanto, según nuestra concepción, todas las condiciones sociales, económicas y políticas, que estructuran y consolidan la llamada ‘’ privada, son una invitación a luchar especialmente por nosotros las mujeres.

Estas son las cadenas que queremos romper. Pero no basta con considerar la opresión de la mujer en la RFA como el único tema político y dejar fuera otras condiciones de poder y violencia como la explotación de las clases, el racismo y el exterminio de pueblos enteros a través del imperialismo. Es decir que la opresión de la mujer y la división sexual del trabajo son las primeras causas y la base de cualquier forma de explotación y poder tanto hacia las razas, minorías, ancianos, enfermos y sobre todo hacia revolucionarios e irreductibles ‘’.

Para nosotros, los problemas comienzan cuando las solicitudes feministas se utilizan para solicitar ‘emancipación ’ y reconocimiento. No queremos mujeres en lugar de hombres y rechazamos a las mujeres que quieren hacer una carrera dentro de las estructuras patriarcales bajo el manto de la lucha feminista. Estas carreras siguen siendo un acto individual, que solo unas pocas mujeres privilegiadas aprovechan. La administración, la forma de poder en esta sociedad, se otorga a las mujeres solo si representan los intereses de los hombres.

El movimiento de mujeres fue fuerte en los años ’70. Ha logrado algo a través de los canales legales. Sus consignas son: lucha contra el 218, reconocimiento de la violencia contra las mujeres sufrida en el matrimonio y en la familia, violación como acto de poder y violencia, creación de estructuras autónomas de contrapoder. Entonces, ¿por qué consideras que la lucha armada es tan útil?

Por supuesto, el movimiento de mujeres ha logrado muchos resultados y encuentro que el más importante consiste en el hecho de que en la sociedad se ha formado una conciencia sobre la opresión de las mujeres. También es que las mujeres ya no sienten opresión como individuo, es decir, no se culpan a sí mismas por su propia miseria, sino que en cambio algunos de nosotros nos juntamos y sentimos su fuerza común. Incluso todo lo que ha sido creado por mujeres, librerías para mujeres, centros para mujeres, revistas y lugares de encuentro como la universidad de verano y conferencias, ahora es parte de la realidad política y constituye un punto fijo sólido para el desarrollo futuro de nuestra lucha.

Algunos éxitos también se debieron a una situación social cambiante en la que se podían otorgar espacios libres a las mujeres, por ejemplo, se crearon más jardines de infantes cuando las mujeres comenzaron a trabajar en fábricas y oficinas.

Pero todo esto no ha llevado a un cambio radical en la condición femenina. Para ello necesitamos un movimiento estable cuyos objetivos no sean compatibles, cuyo componente radical no se deje enjaular en formas jurídicas, cuya ira y decisión se expresen en luchas extraparlamentarias y en formas antiinstitucionales.

El camino legal no es suficiente, dado que las estructuras de opresión y violencia también son legales: cuando los esposos golpean a sus esposas y las violan, esto es legal. Cuando los comerciantes de mujeres compran a nuestras hermanas del Tercer Mundo y las venden a estos hombres alemanes, esto es legal. Si las mujeres tienen que hacer los trabajos más miserables para garantizar una existencia mínima y arruinar su salud con ella, esto es legal.

Todas estas son situaciones de violencia que ya no queremos soportar y aceptar y que ni siquiera pueden ser abolidas si nos limitamos a la crítica. Crear conciencia de que la violencia contra la mujer existe en la sociedad es un paso importante, que sin embargo no conduce a su eliminación. Y ’ una realidad en la que las injusticias obvias a las que están sometidas las mujeres corresponde una ignorancia increíble. Y es esta forma de aquiescencia lo que es conveniente para los hombres. Esta ‘situación normal ’ es la razón por la que hay poca resistencia militante. Por lo tanto saboteamos, boicoteamos, dañamos, vengamos de la violencia y las humillaciones sufridas al atacar a los responsables.

¿Cómo ves el movimiento feminista hoy?

En nuestra opinión, hablar del movimiento feminista es engañoso porque nos referimos a lo que queda de las viejas estructuras, de los viejos proyectos, de los viejos puntos de encuentro, del viejo concepto de autoconciencia. Hay muchas tendencias diferentes que no se complementan entre sí, sino que están excluidas y vienen a luchar entre sí.

Además, los nuevos impulsos políticos parten de otras situaciones, de mujeres conscientes de su opresión, que cuestionan las estructuras patriarcales y hacen una política para las mujeres; por ejemplo, mujeres en grupos de América Latina, mujeres en luchas por ocupaciones domésticas y grupos antiimperialistas. Así que la frase ‘el movimiento feminista está muerto, larga vida el movimiento feminista ’ tiene razón.

El movimiento feminista no es un movimiento parcial como el antinuclear o el de las ocupaciones, que se resuelven si las centrales nucleares ya no se construyen o cuando se construyen objetos de especulación ya no están disponibles. El movimiento feminista combate la totalidad de las estructuras y tecnologías patriarcales, la organización del trabajo, la relación con la naturaleza ligada a esta totalidad y es por tanto un movimiento que no desaparece con la eliminación de las contradicciones individuales, sino solo en el largo proceso de revolución social.

El movimiento feminista nunca ha analizado a fondo la derrota representada por la ley 218 y la financiación estatal para proyectos como casas para mujeres. Además, se anticipó el punto de inflexión en la política familiar con una ola de nuevas maternidades en el movimiento feminista. Se necesita un comportamiento que niegue la política estatal.

La cuestión de clase siempre ha sido eludida por el movimiento feminista, las diferencias sociales fueron negadas en la igualdad de la explotación sexista. Esto complica, especialmente en la crisis actual, una respuesta al empeoramiento de las condiciones de trabajo y la política familiar reaccionaria. Aquí, la falta de una perspectiva de acción para reaccionar mejor a la crisis conduce al dilema: o bien avanzar abiertamente contra la política reaccionaria o salvar solo el desarrollo de la subjetividad en espacios libres para las mujeres.

No podemos resolver teóricamente esta contradicción, pero estamos seguros de que no es una solución ganadora formar el asesoramiento de las mujeres dentro de las instituciones. Por experiencia, sabemos que las mujeres no podemos alcanzar el poder en carreteras que se han rastreado solo para garantizar la dominación patriarcal para excluirnos de hecho. Para ello vemos en los consejos de mujeres que se han creado con el objetivo de introducir nuevos temas en partidos e instituciones, un método equivocado.

Mientras tanto, hay otras discusiones importantes que se centran en las tendencias del desarrollo social y analizan los efectos de la explotación a través de las nuevas tecnologías, las nuevas formas de salarios y empleos, y en particular sus consecuencias para las mujeres, definiendo así cada vez mejor las estructuras de la violencia indirecta. Comenzamos a entender y responder a la guerra diaria contra las mujeres, a la ola pornográfica y al aumento de la propaganda ofensiva hacia las mujeres, pero también a la invitación social a la maternidad y a ‘feminidad ’. Como también se entiende que la crisis y la nueva estrategia de capital tienen como presuposición esta tendencia de retorno al pasado para las mujeres y la familia.

La política demográfica, que incluye la revisión de 218, es el intento de ejercer una influencia cualitativa en el desarrollo de la población. Junto con la biotecnología, esta política demográfica busca fortalecer a la buena clase media alemana; un intento que debe evitarse.

Hoy más que nunca necesitamos un movimiento feminista radical que sea capaz de prevenir y romper el cerco social y político no solo de las mujeres, sino también de otras clases sociales como los extranjeros y las minorías. Un movimiento de liberación feminista que no deja la esperanza de la revolución en la esfera de los sueños.

¿Te consideras parte del movimiento feminista, la guerra de guerrillas o ambos? ¿Y qué relación ves entre ellos?

Somos parte del movimiento feminista, luchamos por la liberación de las mujeres. Junto con los elementos comunes en teoría, también hay vínculos entre nuestra práctica y el movimiento legal: adecuadamente en la radicalización subjetiva, que también puede dar a otras mujeres el coraje de tomarse a sí mismas y a la Resistencia en serio. Nos gustaría dar a las mujeres la sensación de ser fuertes y ser capaces de hacer las cosas si quieren. Sin embargo, no creemos que todo deba hacerse como lo hacemos nosotros. También nos gustan acciones como las realizadas en Berlín por mujeres que entraron en una tienda de porno e hicieron viales apestosos escritos y tirados. Tales acciones nos fortalecen y esperamos que la nuestra pueda ser un estímulo para otras mujeres.

Nuestro sueño es que pequeños

grupos de mujeres organizadas capaces de intimidar y atacar a violadores, esposos que golpean a sus esposas, editores de revistas pornográficas, ginecólogos de cerdos …

Estas acciones también pueden poner en peligro la vida de personas extranjeras …

Precisamente el riesgo de poner en peligro vidas nos obliga a tener una responsabilidad particular: sería paradójico que luchar contra un sistema que considera la vida humana solo en la medida en que puede ser explotada, uno se volviera igualmente cínico y brutal. Hay varias acciones a las que hemos renunciado porque no podríamos haber excluido riesgos para los forasteros .. Ciertas industrias parecen construir sus oficinas a propósito en barrios llenos de gente y en edificios habitados también por familias para protegerse.

¿Cómo respondes a quienes dicen que las acciones armadas dañan el movimiento, y que la represión y criminalización que sigue conduce a la eliminación y el aislamiento de más y más mujeres?

¡No son las acciones las que dañan el movimiento!

Por el contrario, las acciones ayudan directamente al movimiento. Nuestros ataques a las mujeres comerciantes han ayudado, por ejemplo, a desenmascararlas y a ‘aclararles que si continúan con sus negocios tienen que lidiar con la resistencia de las mujeres. Y esto hace que el movimiento sea fuerte.

Y luego aislando la determinación radical por todos los medios, para debilitar todo el movimiento, esta es la estrategia del estado para luchar contra la Resistencia; ya hemos visto en los años ’70 donde termina cuando algunas partes de la izquierda hacen suya la propaganda estatal y comienzan a dar a aquellos que luchan sin compromiso responsabilidad por persecuciones, destrucción y represión. No solo confunden la causa con los efectos, sino que también justifican implícitamente el terrorismo de Estado y ayudan a debilitar la protesta y la resistencia.

Dado que las acciones armadas tienen ‘un efecto aterrador ’ ¿cómo pueden las mujeres que no están organizadas en grupos autónomos y radicales entender su práctica?

¿Por qué un ataque a un automóvil debería producir un ‘efecto aterrador ’ y no un hombre que vende mujeres, por ejemplo?    Aquellos que se sienten ‘aterrorizados ’ solo porque se quema un automóvil se esconden detrás de esta forma de pensar el principio de que la violencia legal de la sociedad ‘debe ser aceptada, mientras que la contraviolencia debe ser exorcizada. 

 

 

Traducción al español de V de Invisible.

 

Intervista a Rote Zora – formazione tedesca femminista di lotta armata


Azul. Nestor Perlongher

Extraido de la Revista Punto de pié, número 3. 1984-1985.

 

… de una serena conmiseración, Colmado. Recorrió los salones -gastando la goma de los zapatos- y a la salida de las toilettes halló sobres de plástico con un polvillo blanco y bombachas de un nylon desperdigadas en la moquette -algunas, manchadas de ceniza o barro-. ¡Era la policía! ¡La que los había puesto! ¡en su recorrido! / Dorado bajaba las nieves del karma, severo, con una serena conmiseración. En derredor, miraba: y veía los ojitos ardientes de los perseguidores en las zarzas, confundidos entre los brillos de ópalo y ese difuso humo de las calles, donde los carros de los ángeles, con sus farolas azogadas, neón y lentejuela, en el rechifle de vidriosas miradas: desde los carros, ellos ven: voyeurs de luciérnagas, malditos /Son Unos Hijos de Puta / como si tuviesen una estaca del ano, por esa firmeza de aluminio -y el sueño de la bala escrachándolos-, escamosos como la membrana de peces pláteos, alongados: es el color que da la yuta. Qué acido: ese sabor de boca de comisario que huele a tabaco viejo y a cuartitos, cuartitos azules donde ella cuelga sus tapados de conejos furtivos y se dispone a orar, como quien mea, y uncida comadreja: unto de ratas, de ratas comiéndose el pan de los presos que juegan en el campo, y un aire de calzones embolsados. Y las esposas de los presos -madre presa- les llevan tomates y patas de polla los domingos; y ellos fuman en las escaleras, con una sola mano. A las visitas las desnudan, las yerguen sobre un potro y las someten a la prueba del ano: que es deslizar por el ano un bastón – y sin vaselina- «para mostrar la firmeza» / «que tiene la policía»- un ano canta; los uniformes pasamanerados y esos botones de oropel, contra los que la bala -oropelados- choca. Pero no son insensibles al fuego: al fuego de los anos, a las diarreas de la cabeza, al napalms de los huevos. No Hay Otra Manera de Acabar con Ellos. Es un problema de método.

Recorría -en un solo pie- las graderías de la 15, saltando al trote, y chorreaba un hilillo del ojo, avizor- avizorado-: o sea, si habían visto: que él había mirado a un ligero muchacho, y visto una cobra de cristal fumee enroscada en los muslos; o imaginado el ano de ese muchacho, en una amable reunión, mullido, contra una barandilla. Y ellos era visto desde algún visillo. Por los vitrales empapados, flotan las diestras jinetas de Toxi, hendiendo el zumo con campanas: con un deseo conmovedor: … el de encontrarte cuando lo haces. Reconócelo, sí, lo haces, y no tan a escondidas: ¿te oyó el imaginaria rasguñar las alfombras del living? ¿Y tu madre? ¿que será de ella cuando lo recuerde? Bailabas una danza española, con un solero de volados y unos tacos de tul; y te clavaste un taco en el pescuezo, tonta, mariquilla estaqueada. Desde niña. Desde chica que están detrás tuyo, nena, y vos que salís sin un saquito. echado así sobre los hombres, por el sereno, viste. Lo estás haciendo de nuevo. Te he dicho que no volvieras a intentarlo. Siempre lo haces. Te lo pasas haciéndolo a todo trapo, hasta que llega el lobo y dice: lo haces, a ver, hazlo otra vez, muéstrame cómo lo haces. No lo hago de ninguna forma, no, nunca lo hice. Es un problema de método:

-el método largo, llamado «acanalado», recomienda yacer como un lagarto y lamer las pezuñas de los perros, la boca de las cuevas, la yerta glacialidad de las cancelas, cascabel, cascabel;

-el método corto, llamado «lilas», consiste en corolar como una flor hasta que la tronchen -aunque sabiendo que lo harán: trebole y revoleo. Esto último da un furor melancólico, cierta rabia de viejas. Ellos lo saben: habrá que arratonarse, ser cada vez más mosca, más araña; y que enrollarse en los armarios, como una boa humedecida, puesta a pender drapeada; y moho, (¿Y si ellos en las rancias gasas?) y que embotarse en pavoneos – «oh, claro, estabas sola» -, mientras el mate se licúa, azul.

O sea: si cada cual tirara su granada, una granada diminuta que se portara como un dije – y lo dijiste, deberías haberte mantenido callada, ¿debía haber mentido? -; y estallaran trizándoles como pelotas chinas. Tampoco soporto la visión de la sangre. Hay entre ellos cabos que atar, majos troperos. ¡Cual si sobraran! ¿Y aquel encanto de sus recamadas, de sus chapas? Quién no ha soñado con esos chalecos, ojalados y brines. Son dos sueños, se dividen en dos grandes sueños, como una mancha de betún, son ellos:

el sueño de la cárcel: el rancho escoge a uno, y lo que presta, el pije amancebado, el amor a los pises, el tufo de esos pises musculosos que pillan: el mambo de la pilla-pillar o ser pillada -y a veces depilada con alambres de red, que cuadriculan los pedazos, nubios- y los morochos vanle entrando, a saco: reja y ponga;

el sueño del burdel: que es como un patio de la cárcel, donde ellos sirven Bacardí a encapuchados marineros, y uno le pilla el anca, con una manopla enguatada de carne: rugosa roce el de esa pilla contra los caños del lavabo, desaguadero atasca esa presteza de honda rígida que arremetida se hunde: esos tapones.

… que se abrochan. Recorría -conmiserada y suave- las estancias, paseaba el ming entre jarrones de otra dinastía, que tuvo la virtud de ser vencida sin presentar batalla: las ninfas se desbandaron ante el ejercito de sátiros, chulos sombríos con un disparo en la portañuela, y las madamas destrenzaron su cado de cales y rosas, y se marcaron la permanente. En esos bucles tornasolados, la moda blue. Lo haces. Era verdad lo que ases. Lo haces ahora, antes ya lo has hecho, cuánto hace. Dile que en estos chales los cintillos se anudan en la espalda, y dejan flotando como babiecas los senos amoratados, y termina en un amplio ruedo de margaritas. Recorrías así, pinzada por la araca, los pasillos de la comisaria.

 

 

 


Para la historia de los sentimientos morales. Fragmento 107.

Capítulo II: Para la Historia de los sentimientos morales. Fragmento 107. Humano, demasiado humano. Nietzsche, Friedrich.

 

Irresponsabilidad e inocencia.

 

La completa irresponsabilidad del hombre respecto a sus actos y a su ser es la gota más amarga que el investigador tiene que tragar, cuando se ha habituado a ver en la responsabilidad y el derechos los títulos de nobleza de humanidad. Todas sus apreciaciones, sus designaciones y sus inclinaciones se convierten por este hecho en falsas y sin valor: su sentimiento más profundo, el que lleva al mártir, al héroe ha adquirido su valor de un error; no tiene ya derecho a alabar ni a censurar, pues no tiene sentido alabar ni censurar a la naturaleza y la necesidad. Del mismo modo que le gusta una obra bella, pero no la alaba, porque ésta no puede nada por sí misma; tal como procede ante una planta, así debe  proceder ante las acciones de los hombres y antes las suyas propias. Puede admirar su fuerza, su belleza, su plenitud, pero no le está permitido encontrar mérito en ellas: el fenómeno químico y la lucha de los elementos, las torturas del enfermo que tiene sed de curación son justamente tanto méritos como esas luchas y esas angustias del alma en que se está atenazado por diversos motivos y en diversos sentidos, hasta que por fin nos decidimos por más poderoso -como se dice (pero, en realidad, hasta que el más poderoso se decide por nosotros). Pero todos estos motivos , por grandes que sean los nombres que les damos, han salido de las mismas raíces en que creemos que residen los vecinos maléficos; entre las acciones buenas y malas no hay una diferencia de especie, sino, todo lo más, de grado. Las buenas acciones son malas acciones sublimadas; las malas acciones son buenas acciones realizadas grosera, estúpidamente. Un solo deseo del individuo, el del goce de sí mismo (unido al temor de frustrarse en él), se satisface en todas las circunstancias, cualquiera que sea el modo como el hombre pueda, es decir, deba obrar; ya sea por actos de vanidad, de venganza, de placer, de interés, de maldad, de perfidia, ya sea por actos de sacrificio, de piedad, de investigación científica. Los  grados del juicio deciden en qué dirección se dejará arrastrar cada uno por este deseo; hay continuamente presente en cada sociedad; en cada individuo, una jerarquía de bienes según la cual determina sus actos y juzga los de los demás. Pero esta escala de medida se transforma constantemente, a muchos actos se les llama malos y no son más que estúpidos, porque el nivel de la inteligencia que se ha decidido por ellos era muy bajo. Mejor aún, en cierto sentido, todavía hoy todos los actos son estúpidos, porque el nivel más elevado que la inteligencia humana puede alcanzar actualmente será también indudablemente rebasado; y entonces, al mirar hacía atrás, toda nuestra conducta y todos nuestros juicios parecerán tan limitados e reflexivos como la conducta y los juicios de los pueblos salvajes y atrasados nos parecen hoy limitados e irreflexivos. Darse cuenta de todo esto tal vez cause un profundo dolor, pero hay un consuelo: estos dolores son los dolores del parto. La mariposa quiere romper su envoltura, la despedaza, la desgarra; entonces se siente cegada y embriagada por la luz desconocida: el imperio de la libertad. En los hombres que son capaces de esta tristeza – ¡que serán pocos!- es donde se hace el primer ensayo de saber si la humanidad, de moral que es, puede transformarse en sabia. El sol de un evangelio nuevo lanza su primer rayo sobre las cumbres más altas en almas de esos solitarios: allí las nubes se acumulan más densas que por cualquier otra parte, y al lado una del otro reinan la claridad más pura y el crepúsculo más sombrío. Todo es necesidad: así habla la ciencia nueva, y esta ciencia misma es necesaria. Todo es inocencia, y la ciencia es la vía que conduce a penetrar en esta inocencia. Si la voluptuosidad de los fenómenos morales y de su floración más elevada, el sentido de la verdad y de la justicia del conocimiento; si el error, el extravío de la imaginación ha sido el único medio por el cual la humanidad pueda elevarse poco a poco a ese grado de iluminación y de emancipación de sí misma, ¿a quién se le ocurriría entristecerse al ver el fin a que conducen esos caminos? Todo en el dominio de la moral se modifica, es cambiante, incierto, todo está en fluctuación, es cierto; pero también todo está en curso, y hacía un único fin. El hábito hereditario de los errores de la apreciación, de amor, de odio, por más que continue obrando en nosotras, será cada vez más débil bajo la influencia de la ciencia en aumento; un nuevo hábito, el de comprender, el de no amar, el de no odiar, el de ver desde arriba, se implanta insensiblemente en nosotros, en el mismo terreno y será dentro de miles de años, quizá bastante poderoso para proporcionar a la humanidad la fuerza de producir el hombre sabio, inocente (con conciencia de su inocencia),  manera tan regular como produce actualmente al hombre no sabio, injusto, con conciencia de su culpa; es decir, el antecedente necesario, no lo contrario de aquél.


la industría del miedo. Correspondencia por Mumia Abu-Jamal a Critical Resistance

Correspondencia a Critical Resistance , Julio, 1998.

A medida que California avanza, se dice, también lo hace la nación. Por lo tanto, la nación debe estar saltando de cabeza hacia una explosión de construcción de prisiones, hacia el desarrollo de unidades de control y hacia la expansión de lo que con razón se ha denominado el Complejo Industrial Penitenciario.

No puede haber una discusión real y sustantiva del problema a menos que hagamos un balance del factor subyacente, el combustible que alimenta esta construcción: el miedo.

Los estadounidenses viven en una caverna de miedo, una fuerza psíquica y adormecedora fabricada por la llamada industria del entretenimiento, cosificada por la industria psicológica y respaldada por la industria de la coerción (es decir, los tribunales, la policía, las cárceles y similares). La psicología social de Estados Unidos está siendo alimentada por medios que amenazan a todos con un ejército de locos psicópatas, desviados y sádicos empeñados en violar a una ciudadanía indefensa y propensa. El aparato coercitivo de «seguridad pública» del Estado se erige como un contrapunto protector necesario.

Luego lloramos por más, bajo el supuesto de que más significa mejor, y así los condados rurales establecen una relación vampírica con la represión, a medida que se convierten en las plantaciones más nuevas de Estados Unidos: un macabro archipiélago gulag al estilo estadounidense. Para ellos, para esta industria de nuevo crecimiento, no se puede negar que el crimen se paga.

Vivimos, todos nosotros, (ya sea dentro o fuera de la articulación) en una era de poder policial inigualable y sin precedentes; donde un brazo del Estado dicta la política pública y dirige el discurso público en la línea de la expansión de su influencia. Ellos, a través de sus llamados sindicatos (antiobreros), pagan a jueces, pagan a políticos y canalizan a los medios represivos, sus periódicos de facto.

El aura que impregna la conciencia es de miedo incipiente, lo que nos hace cuestionarnos unos a otros, registrarnos y llamar a la policía unos a otros. Sin embargo, implícita dentro del miedo está la emoción; la emoción de la diferencia, del peligro y de la desviación. La emoción ilícita fabricada en una cultura de dualismo, donde los agentes del sistema se proyectan como angelicales, y los considerados fuera del sistema se perciben como demoníacos.

Si uno puede ser proyectado adecuadamente como demoníaco, entonces el Estado puede utilizar libremente métodos extraordinarios para tratar con uno, ya que se considera que tal persona está más allá de los límites de la humanidad.

Durante más de 160 años, el estado, a través de sus tribunales y legislaturas, relegó a los extranjeros no blancos a una categoría de inferioridad intrínseca e inalterable y,al hacerlo, elevó la raza (más apropiadamente, la blancura) a un indicio de la inteligencia, la cultura y el carácter de uno.

Esta relegación negativa permitió el rechazo generalizado de millones de hombres, chinos, Japoneses, sirios, Indios, etíopes, todas las muchas y diversas categorías de la humanidad, bajo el juicio de que eran ‘no blancos’ y, por lo tanto, ‘no aptos’ para la ciudadanía. Ahora se considera políticamente impopular emitir tales juicios abiertamente, por lo que hoy en día se utiliza un código.

Sea testigo del disgusto visceral que le viene a la mente cuando se menciona la palabra ‘criminal’. Ese disgusto se transforma en política pública cuando se une a la industria cíclica (y, uno podría agregar, cínica) del miedo. El sociólogo francés Denis Duclos observa: «Los vendedores ambulantes de terror real o ficticio aterrorizado se enriquecen y mantienen el clima de inseguridad, cosechando el máximo beneficio para todas las instituciones que viven del miedo; la policía, el sistema de justicia, la industria y el comercio de armas y seguridad*» 1

En pocas palabras, cualquier estrategia que se considere un desafío al Complejo Industrial Carcelario debe enfrentar la perversa y poderosa industria del miedo, una convergencia de intereses económicos, políticos y psicosociales, y conquistarla. Innecesario decir que esa será una tarea formidable.

Uno se enfrenta a una gran ofensiva montando hábilmente una contraofensiva mayor, una que desafía, socava y desmantela la del enemigo.

Poderosos intereses apoyan la industria del miedo y, por lo tanto, es necesario energizar, activar y movilizar poderosas fuerzas sociales, desde las bases hacia arriba, para deshacer el considerable daño psicosocial causado a la mente de la comunidad a través de esta reinyección continua de veneno culturalmente corrosivo.

En resumen, debemos organizarnos.
Escribir un libro no lo logrará.
Escribir un artículo no lo logrará.

Para transformar la realidad, primero debes transformar la conciencia, y para transformar la conciencia, primero debes presentar a las personas una visión que desafíe las proyecciones diabólicas de la industria. La gente tiene hambre de lo que es afirmar la vida. Debemos acercarnos y unirnos con ellos

El aclamado poeta afroamericano Paul Lawrence Dunbar escribió :» Tu grito es: debemos agitar, debemos agitar. Así que debes tener en cuenta que la agitación de los hechos es diez veces más eficaz que la agitación de las palabras.» 2

Por lo tanto, la resistencia crítica significa una resistencia militante e intransigente a la insidiosa industria del miedo. Es un desafío a la comercialización de la miseria, tan profundamente inculcada en la historia estadounidense.

Esto debemos hacer.

Organicémonos en torno a lo que es edificante y, esencialmente, a lo que es humano en nosotros. Entonces podemos relegar la industria del miedo al sótano polvoriento del museo de la historia. ¡Muévete! ¡Abajo esta Esclavitud de la Nueva Era!

 

1 Denis Duclos. «The Werewolf Complex: America’s Fascination with Violence» (New York: Berg, 1998), p. 142.

2 «From The Tattler: A Paper for Colored People in Ohio» (1890), citado en «Peter Linebaugh, Aesop and Abolition» (Toledo, Ohio: Universidad de Toledo) (1997).

 

Traducción al español por V de Invisible.


Entrevista al pensador jordano, anarquista y sociólogo Mohammed Bamyeh, 2016.

 

Antes de leer su libro*, yo asociaba la anarquía con el desorden y con focos aislados de comunidades en contra del Estado en algunas partes del mundo.

M.B: Mi idea de la anarquía es que es una forma de orden social voluntario; ese es el principio fundamental. Si vamos al origen griego de la palabra, eso es exactamente lo que significa. No significa caos; significa orden. En inglés hay una confusión entre anarquía y caos, la cual es muy común en la mayoría de idiomas. En árabe encontré que tal confusión existe, pero también encontré que hay una forma de hacer que la distinción sea muy clara. Existe una manera de reconstruir el origen árabe de la palabra, el cual se refiere a orden sin liderazgo, que es lo que el término significaba originalmente. La anarquía es lo opuesto al caos.

Mientras escribía el libro, me di cuenta de que, en realidad, no estaba hablando solamente de experimentos modernos aislados, sino de una experiencia histórica muy amplia en la que ha participado mucha gente, aunque no siempre se le ha llamado anarquía. El anarquismo no ha sido practicado siempre de manera consciente a través de la historia. Hay un anarquismo consciente que surge en el siglo XIX, pero como práctica el anarquismo es muy antiguo y muy global. De hecho, el anarquismo ocurre también dentro del Estado, así que no siempre significa la ausencia total del Estado; simplemente significa que dentro de un imperio o un Estado también existe una vida social local creada por gente que se cuida a sí misma. Claro que tenemos una historia política que dice que hubo Estados e imperios aquí y allá, pero esa historia no nos dice mucho de los detalles de la vida diaria. Históricamente esos Estados no han hecho nada por nadie. Las necesidades locales, como el cuidado de la salud, la educación, incluso el orden, se han satisfecho de acuerdo a la costumbre o a la tradición, las cuales han evolucionado de una manera consensual, no necesariamente impuestas desde arriba (aunque también ha habido experimentos coercitivos, y de alguna manera la anarquía se ha mezclado con ellos). Por lo tanto consideré que, para poder ver las prácticas anarquistas en toda su amplitud, tenía que analizar toda esta historia y no enfocarme simplemente en el anarquismo consciente y moderno del siglo XIX como si fuese la única expresión del anarquismo en la historia.

¿Nos podría dar un ejemplo de un momento en el que la gente haya practicado la anarquía de manera inconsciente?

Un ejemplo que usualmente no se comprende bien es lo que llamamos sharia, la cual se traduce hoy en día como ley islámica. La sharia no tiene nada que ver con la idea de ley que tenemos hoy en día. La traducción es incorrecta, aunque es una traducción muy común. En el pasado, la sharia era en realidad un sistema anarquista por varias razones. Primero, la sharia era una tradición diversa. No había un libro único que se llamara sharia. Eso es un mito. Hubo diferentes escuelas de pensamiento que evolucionaron paralelamente, coexistieron y se aceptaron entre sí. Esa no es la idea de ley que tenemos hoy en día, la cual dice que todo tiene que ser uniforme. En el pasado diferentes códigos coexistían entre sí y se adaptaban a las necesidades locales.

Segundo, la sharia permitía las contradicciones, algo que la ley hoy en día veta. Uno podía recibir un dictamen emitido por una autoridad, pero luego podía ir con otra autoridad que emitía un dictamen distinto más razonable, y ambos eran igualmente válidos. Uno aceptaba el que era más conveniente para uno como individuo racional.

Tercero, la sharia no era elaborada por el Estado o por el gobierno, sino por escolares religiosos, que eran personas que vivían dentro de la sociedad, cerca de la gente. La sharia nunca fue elaborada por el Estado, como hoy en día esperamos que se elabore la ley. Estas características nos ofrecen un ejemplo de un código de conducta ampliamente difundido que regulaba todo, desde la guerra y la higiene hasta cómo educar a los niños; todos los aspectos de la vida diaria. La sharia era un sistema completamente anárquico, pero claro que la gente no se refería a ella así. Actualmente este sistema que en el pasado era anárquico se está transformando en un sistema autoritario porque la gente lo quiere convertir en ley, a la manera en que la ley funciona hoy en día: como un sistema uniforme, no contradictorio, impuesto desde arriba. Ninguna de esas características formaba parte de la sharia en el pasado.

Tendemos a pensar en la sociedad civil como un concepto íntimamente asociado al Estado moderno. En su libro usted argumenta contra esta idea.

En mi mente la idea de sociedad civil y la idea de esfera pública están conectadas, ya que el término se refiere a cómo se organiza la sociedad fuera del Estado y a cómo le da forma a la vida pública. En tiempos modernos se han utilizado mal estos términos, pienso yo, comenzando con Jürgen Habermas y su noción de la esfera pública como una experiencia moderna burguesa que genera un orden comunicativo distinto al viejo orden aristocrático. Muchos de los comentaristas hoy en día asocian el concepto de sociedad civil al Estado moderno. Dicen: “Bueno, la sociedad civil depende de la regulación estatal, no es primordial, no existe fuera de los límites del Estado”. Mi propia forma de pensar es que si ves las cosas así no logras apreciar amplios períodos de la historia durante los cuales existieron organizaciones voluntarias que no fueron llamadas sociedad civil. Si entiendes la idea de sociedad civil como por lo general se entiende, terminas con una visión eurocéntrica y moderna de la historia de la cual la mayoría del mundo está excluida. Solo cuando te pareces a Europa tienes sociedad civil. Si interpretas la historia de esa manera, no logras apreciar cómo la gente del pasado organizaba su vida diaria prácticamente en todo el mundo.

En el pasado tenías los gremios, por ejemplo, que eran asociaciones de artesanos muy antiguas, medievales, incluso pre-medievales, que cuidaban de sus miembros y tenían su propio sistema judicial. ¿Eran los gremios una forma de sociedad civil? Desde una perspectiva moderna, podría parecer que no, pero, si en realidad ves cómo funcionaban, tenían todas las propiedades de lo que hoy en día llamamos sociedad civil. Si vemos la construcción de fondos patrimoniales como fuentes de riqueza independientes del Estado, esa también es una práctica muy antigua, la cual de hecho se ve en el mundo musulmán. En el libro hablo del waqf, una especie de donación caritativa con la cual la gente se ocupaba de casi todas sus necesidades antes de la era moderna. En lugares como Argelia, por ejemplo, antes de la época colonial, la mitad de la tierra agrícola era considerada un fondo patrimonial, y eso sostenía todo lo que ahora le compete al Estado: hospitales, educación, el cuidado de los necesitados, todo eso. En Jerusalén, antes del Estado moderno, todas las escuelas eran financiadas de esa manera: por medio de fondos patrimoniales que habían sido construidos a través de los siglos. Por lo tanto aquí tenemos algo que históricamente cumplía con las funciones de lo que hoy en día entendemos por sociedad civil.

Mi propia definición de sociedad civil es simplemente la sociedad organizada fuera del Estado. Al definirla de esta manera intento alejarme de otras dos propiedades que son comúnmente asociadas con la sociedad civil hoy. Una de ellas es la que dice que la sociedad civil es útil solo porque ayuda a la democracia, porque amplifica las propensiones democráticas de los gobiernos y de los partidos políticos. Puede que haga algo de esto, pero si la ves de esa manera ignoras toda clase de situaciones históricas en las cuales no había democracia pero había una sociedad civil organizada fuera del Estado. Por eso consideré que expandir nuestro concepto de sociedad civil nos permitiría apreciar muchas más similitudes alrededor del mundo y a través de la historia. También pensé que nos ayudaría a no volver tan fetiche a la modernidad. Es decir, a no ver a la modernidad como un quiebre tan completo con el pasado, y así poder tener una idea más continua de la historia, y también una historia más comparada. Pienso que esa es la ventaja de utilizar el concepto de sociedad civil como yo lo utilizo.

Yo no me enfoco solamente en el presente y en el Occidente dominándonos a todos sin que podamos hacer nada. Yo encuentro esa clase de narrativas completamente inmovilizadoras, ya que lo único que te dicen es que estás oprimido y que no puedes hacer nada al respecto; que el mundo está completamente estructurado de esa manera y que no hay esperanza. La única esperanza es una revolución, pero nadie te dice cómo hacerla. El problema con las narrativas que enfatizan el eurocentrismo y la dominación Occidental es que son antihumanas. No hay ningún humano en ellas. Solo hay víctimas que no hacen nada en contra del sistema en el que viven. ¡Y ese tipo de análisis te lo ofrecen como si fuera algo liberador, cuando en realidad es totalmente lo opuesto! Yo creo en la observación de procesos históricos largos, en la observación de posibilidades, en la observación de interconexiones; en fin, en la creación de agentes humanos, de gente que está tratando de hacer cosas. Aprender de la historia nos permite hacer lo que hacemos hoy en día pero también nos puede dar aliento para hacer algo diferente. Y si somos incapaces de hacer algo ahora, bueno, al menos podemos aprender de alguien que hizo algo en el pasado en algún lugar del mundo e inspirarnos en ello.

Algunas personas podrían ver sus ideas de la anarquía como una forma extrema del neoliberalismo o del libertarismo. ¿Cómo difiere su idea de la anarquía de estas ideologías?

De hecho, eso ya me ha ocurrido, y lo he visto también en las reseñas de mi trabajo. Me acusan de ser un defensor del neoliberalismo y de lo que llaman anarco-capitalismo, el cual es un término que jamás he utilizado. Creo que es un gran malentendido. Yo me opongo al neoliberalismo. El malentendido, creo yo, viene del hecho que el libro realmente no habla de economía. La razón de eso es que ya se ha escrito mucho sobre la economía desde la izquierda, también desde la perspectiva anarquista, y no necesitamos otro tratado de ese tipo. Creo que hay otros aspectos de la anarquía que son más importantes y que han sido olvidados.

Para mí, la anarquía se basa fundamentalmente en dos ideas: la idea de igualdad y la idea de libertad. Desafortunadamente, la idea de libertad es a menudo ignorada por muchos anarquistas hoy en día. Hablan del capitalismo, hablan del patriarcado, de la desigualdad, pero tienen muy poco interés en la idea de libertad. Para mí, la libertad es un componente esencial del anarquismo, tan importante como la igualdad. Las dos ideas van juntas. La belleza del anarquismo, creo yo, radica en que es el único punto de vista, la única ideología o perspectiva que tenemos que logra manejar, al menos teóricamente, estas dos ideas. Si vemos al pensamiento liberal, la tendencia es a tratar la igualdad y la libertad como ideas opuestas. El argumento es que si tienes más de una tienes menos de la otra, y la pregunta que se hacen es cuál es el balance correcto. Pero si vemos esto desde una perspectiva anarquista, como yo entiendo el anarquismo, no te tienes que preocupar, ya que ambas –la igualdad y la libertad– caminan de la mano. Si marginas a una completamente, entonces marginas a la mitad de la anarquía, a la mitad de la tradición anarquista, y entonces terminas con un sistema autoritario. Si te preocupas solamente por la igualdad, rápidamente te das cuenta de que la mejor forma de imponer la igualdad es a través de un sistema autoritario. Es desafortunado que cada vez que vemos una defensa del anarquismo, o de hecho de cualquier forma de pragmatismo, no se enfatiza la idea de libertad. La libertad es una de las fuerzas fundamentales que ha servido como motor de la historia, tanto la libertad del individuo como la libertad del grupo; del grupo que se organiza conscientemente como un grupo. Yo no defiendo al neoliberalismo, sino que trato de llevar al extremo posible lo que yo pienso es un principio olvidado del anarquismo.

¿Cómo difiere su concepto de libertad del concepto de libertad que se maneja en la tradición libertaria?

En el siglo XIX y principios del XX se solía hablar de anarquismo libertario. Había dos corrientes principales de anarquismo: el anarquismo comunista y el anarquismo libertario. Había gente que enfatizaba solo una o la otra tradición, pero los anarquistas más creativos eran aquellos que combinaban ambas, como Emma Goldman, por ejemplo. El problema es que en Estados Unidos, en algún punto del siglo XX, el concepto de anarquismo libertario desapareció y fue reemplazado por lo que hoy llamamos libertarismo, el cual representa una tradición diferente. Éste está asociado con el Instituto Cato, por ejemplo, con Friedrich Hayek y figuras así, y con la economía neoliberal. Esto es libertarismo pero no es anarquismo libertario. Siempre hay algo de libertarismo en la tradición anarquista, pero no al estilo del libertarismo estadounidense de hoy en día, sino al estilo del que enfatizaba la autonomía individual en combinación con otros asuntos de la vida social en general. La primera generación de anarquistas estaba consciente de que ambas ideas iban juntas, mucho más conscientes de lo que estamos ahora.

En sus escritos sobre la Primavera Árabe usted habla de tres formas de Ilustración y sitúa las protestas entre todas ellas.

Hablo de la Primavera Árabe en términos de la ilustración porque cuando hablamos de revolución no se trata solo de cambiar el sistema político sino de cambiar nuestra forma de ver el mundo. Yo estuve en el Cairo en el 2011, fui a la plaza Tahrir todos los días durante la revolución, y me inspiré mucho por el hecho de que gente ordinaria que el día anterior había sido muy conservadora y sumisa frente a la autoridad comenzó a hacer toda clase de cosas interesantes. La gente comenzó a producir su propio arte, comenzó a ser un agente creativo de una manera nunca antes vista. La gente sentía que era la creadora de la historia, y me di cuenta que estaba viendo una transformación en donde el agente del cambio histórico no era la vanguardia –Mao o Lenin– sino la persona ordinaria que se sentía como la creadora directa de la historia, sin ningún agente actuando en su lugar. Eso es una forma de Ilustración porque surgió un conocimiento que no existía antes, y aparentemente surgió de la nada. Para mí la ilustración no es simplemente esa tradición filosófica que emergió en Europa en el siglo XVIII; es una forma nueva de conocimiento que una persona expresa como potencial liberador del conocimiento antiguo. Ahora bien, si ves la historia de la Ilustración en sí, ves que realmente no es un proceso uniforme sino un proceso global. La cuestión radica en identificar al agente de la Ilustración. Y aquí encuentras todo tipo de diferencias. Por ejemplo, el fascismo está conectado a la Ilustración. El fascismo es una especie de ciencia que sirve para organizar una sociedad de una forma nueva y autoritaria. Por lo tanto hay una Ilustración autoritaria, de la cual existen muchas manifestaciones. La idea general es que la ilustración se impone desde arriba. Hay una élite ilustrada, la cual es a veces llamada “vanguardia” en el lenguaje de la izquierda, y se asume que la sociedad es incapaz de ilustrarse a sí misma sin alguien que esté por encima diciéndole cómo debe hacerlo. Turquía bajo Mustafa Kemal Atatürk es un ejemplo de esto.

Luego tienes la Ilustración liberal, que es la que Michel Foucault discute en su trabajo, en donde no hay autoritarismo sino un Estado cívico que no controla a la sociedad por completo y por lo tanto requiere del conocimiento para que exista una especie de simbiosis entre el conocimiento y el poder, que es lo que Foucault critica. Cuando leemos a Foucault, uno de los malos entendidos (del cual él es en ocasiones partícipe) es que pensamos que está hablando del poder y del conocimiento en todas partes. Mi propia lectura de Foucault es que él está hablando de la Ilustración liberal, porque solo la Ilustración liberal requería del conocimiento al servicio del poder y viceversa, dado que el poder no era absoluto, por las revoluciones en Europa y todo eso. La Ilustración autoritaria no requiere del conocimiento porque tiene el poder.

Luego tienes la Ilustración anarquista, que es esencialmente lo opuesto, es decir, la ilustración desde abajo. Esto es lo que yo vi en los primeros días de la Primavera Árabe. No había líderes, no había una vanguardia diciéndole a la gente qué hacer, y si hubiera habido una, nadie le habría escuchado. Lo interesante de esto en el mundo árabe es que fue algo completamente nuevo, porque en el mundo árabe había habido vanguardismo, había habido una Ilustración autoritaria, había habido golpes de Estado militares apoyados por la gente. En el 2011 la gente se aleja de ese conocimiento, de la Ilustración autoritaria, ya no espera que un líder haga algo por todos, y empieza a actuar sin ninguna vanguardia. Como resultado de esto también tienes una ausencia de carisma. Una característica del carisma es que siempre aparece en función de la demanda, no de la oferta. Tenemos individuos carismáticos cuando los necesitamos, no porque sean inherentemente carismáticos. En mi primer libro sobre los orígenes sociales del Islam, por ejemplo, una de las cosas que descubrí fue que durante el período en que Mahoma entró en escena como profeta existían muchos otros profetas porque la gente estaba esperando a un profeta. En un periodo histórico distinto, la misma persona diciendo las mismas cosas podría haber sido encerrada en un hospital psiquiátrico: “¡Este tipo está loco! ¡Mira lo que está diciendo! ¡Dice que Dios le habló! ¡Necesita estar medicado!”. Por el contrario, en esa época fue tratado como un profeta, porque existía una demanda de carisma. En la Primavera Árabe, el evento en sí se volvió carismático. El objeto carismático no fue una persona, sino el evento en sí. No hubo individuos, al menos no en el sentido heroico de grandes individuos, de individuos salvadores, porque nadie estaba esperando a ese tipo de individuos. Claro que después las cosas cambiaron. Yo estoy hablando del momento especifico en que se dio este fenómeno. Cuando hablo de la Ilustración anarquista, no me refiero a que la gente estaba siendo anarquista conscientemente, porque no fue así. De hecho, la gente quería un orden liberal, por eso el título del artículo, Anarchist Method, Liberal Intention…, el cual se refiere a esta combinación de anarquismo con liberalismo; al método anarquista de organizarse horizontalmente y sin líderes, reemplazando al liderazgo con la coordinación, pero sin el deseo de lograr un orden anarquista, porque esa consciencia no estaba ahí todavía. La consciencia era liberal, pero el método era anarquista.

¿Cómo ve la situación en el contexto árabe hoy en día y qué pueden aprender de esta experiencia países que han experimentado movilizaciones similares recientemente?

Una cosa que debemos aprender es que las revoluciones son procesos históricos muy largos. Pueden durar cincuenta años, cien años, así que no podemos simplemente enfocarnos en un momento en la historia que comenzó hace algunos años y pensar que ese es el resultado final. Una cosa que ocurrió fue que muchas personas ordinarias se convirtieron en animales políticos; comenzaron a entender que la política les incumbe. También ha habido algunos desastres a lo largo del camino y una contrarrevolución, lo cual es algo normal. Toda revolución tiene una contrarrevolución. Podría hablar por mucho tiempo sobre los dinámicas que vemos ahora, pero hay un punto que creo es más importante que todos los demás. La lección que podemos aprender es que es equivocado pensar que lo único que necesitamos es reemplazar a un mal gobernante con un buen gobernante; que el único problema es que tenemos malas personas a cargo y que si tenemos buenas personas a cargo todo estará bien. El problema es la autoridad en sí misma. Si tienes una estructura de autoridad sobre la sociedad que es muy fuerte, como el Estado moderno, esa estructura propiciará luchas por el poder en el futuro. La razón por la que tenemos luchas por el poder es porque hay poder; porque el poder existe. Mientras más fuerte sea ese poder, más intensas serán las luchas. Si esperamos que el Estado controle a toda la sociedad, entonces tendremos una guerra civil después de una revolución, porque es demasiado lo que está en juego. Eso es de hecho lo que ocurrió en muchos países de la Primavera Árabe. Ahí es cuando se necesita tener una perspectiva anarquista de la política. Lo que hay que hacer es reducir la intensidad de la lucha por el poder. No se puede obtener anarquía de un día a otro; la consciencia debe existir primero. Pero lo que se puede hacer mientras tanto es reducir la escala del poder, en lugar de tener el mismo Estado con un nuevo líder que tiene el mismo poder. Después de una revolución lo más útil es descentralizar la autoridad, dispersarla, para asegurarse que cualquier estructura que tengas en el futuro no concentre tanto el poder y que no exista tanto incentivo como para que se genere una guerra civil. Eso es al menos el primer paso que hay que dar para que después, en un contexto de poder reducido, exista más espacio para que la consciencia anarquista evolucione, se propague en la sociedad y llegue a ser vista como algo normal.

*Anarchy as Order: The History and Future of Civic Humanity, 

 

Entrevista realizada por Daniel Núñez para Plaza Pública.


No habrá derecho. La ley vista de revés. Christian Ferrer.

Texto que se encuentra en la Revista No hay Derecho número 1, 1990.

 

Cabría sospechar que la Ley puede ser analizada de modo más pertinente a partir de las acciones y lenguajes de aquellos que la impugnan radicalmente que la de aquellos que la inventa y sostienen. El Déspota, la Asamblea Constituyente, las Revolución, los Textos Sagrados, los Pactos Fundacionales, la Costumbre: son acontecimientos o tradiciones que fundamentan sistemas de pensamiento, lenguajes, reglas, pero a la hora de imaginar una sociedad libre resultan más significativas las rupturas epistemologías, los argots, y las excepciones. Pues es bien sabido que una excepción quizá no haga sucumbir la regla,  pero aún no queda claro por qué la excepción confirmaría la regla. Propongamos entonces a la disidencia -en el orden político, estético y conductal -como una modalidad de forjar valores que se opone y complementa a la Ley.

 

Leviathan cobija en su seno a jacobinos y girondinos, – y también aún más gratamente, a los jacondinos-, a liberales y totalitarios, a fascistas y monárquicos, a postkeyneasianos y neohayeckianos, a tantos ismos…, pero Leviathan repudia como temible aberración moral a ciertas figuras de la conducta humana que se vuelven imposibles de traducir a masa: egoístas, solitarios, amorales, místicos, hackers, aristócratas. Pues el Estado sabe que su enemigo más peligroso no es el terrorista o el grupo minoritario que aspira a ser totalidad sino el hombre natural, aquél que considera que la mayoría estadística no es capaz de fundar derecho, y que solamente la acción individual puede hacerlo. Ello quiere decir que tampoco las minorías -esclarecidas, ghetticas o electoralmente poco significativas- pueden crear Derecho. Para huir de las habituales moralinas binarias de occidente (bueno/malo, justo/injusto, sí/no, mayoría/minoría, superior/inferior) es preciso postular que los únicos valores legítimos son aquellos fraguados por los habitantes en el Estado de Naturaleza.

 

A lo largo de 2500 años de historia occidental todo recién nacido ha ingresado en grupos que lo han pedagogizado, en sistemas de clasificación que le han proporcionado una identidad estable y standard, en instituciones que exigen su fidelidad, en circuitos de recorrido rutinario que limitan su experiencia, en sistemas de pensamiento que le proporcionan certezas bien definidas, en modos colectivos de gestionar los afectos a los que desesperadamente se aferran. Sujetado a semejante retícula «internacional» y «carcelaria», el individuo pierde gradualmente espacios de autonomía y se somete a imperativos del imaginario jerárquico que distribuye a virtuosos y réprobos en el territorio. Modernamente, Leviathan es el nombre monstruoso que recibe el Estado en tanto paradigma de poder, cuya faena cotidiana es impedir el anhelo humano de libertad desorganice la antigua y acostumbrada pirámide. Traducir, por lo tanto, las invenciones autogestionarias de la base social al lenguaje de las instituciones jerárquicas es uno de sus míseros afanes. La negación de la autogestión de los asuntos públicos por parte de aquellos a quienes conciernen directamente y la sujeción al principio de acenso instituyente como organizador de las pragmáticas político-ideológicos han enredado y confundido a derechas e izquierdas en una coincidencia opositora que ya no debería sorprender demasiado.

 

No obstante, en cada época histórica han existido ciudadanos -llamémosle disidentes- o grupos organizado que se han posicionado en la vereda opuesta y antípoda al imaginario estatal-jerárquico, y que han impugnado a la Ley, no a causa de su condición injusta, sino por ser Ley ella misma: es decir, por ser moral, por ser única, por imaginarse como obligatoria para toda la población, por extender sus incisivas y sus articulaciones por el territorio, por pensarse desde el punto de vista de la totalidad. Una y otra vez estos grupos han intentado deconstruir la ilusión fantasmática que nos hace aferrar a la mitología estatal. Los gobiernos han apelado a distintos simbolismos político-religiosos para asegurar que el habitante devenga un seguro servidor: desde la potencia del Verbo y la perorata de los vicarios de la divinidad a la prédica contemporánea de los expertos en la política que promueven sospechosos consensos, sin soslayar la neonata religiosidad católica que emana de las omnipresentes pantallas. Se sabe que quien establece una liturgia funda un orden sagrado y que quien controla las retóricas imaginarias ciñe la corona y demás atributos de poder. Pero nunca ha faltado la palabra ejemplar, la invectiva o el vómito del disidente que ha interpelado a los bon citoyens por intermedio de un gesto desmesurado o de la crítica a la conducta deshonesta o autoritaria de la jerarquía y que, en mayor o menor grado, ha logrado desacralizar los hábitos de sumisión estacionados en el cuerpo como una vieja telaraña. Pero, eah, nombrémoslos, ofrezcamos unos ejemplos de caso.

 

En la Grecia loada por los manuales de filosofía suele soslayarse la figura de los filósofos cínicos quienes, mediante la prédica crítica, la conducta escandalosa y el dialogo provocativo impugnaban el comportamiento despótico de las instituciones y atacaban la tendencia humana a la auto-adulación, condición que imposibilita el mantenimiento de una consciencia alerta y crítica. En la Edad Media distintas formas de mesianismo religioso -desde los «Hermanos del Espíritu libre» a los «Anabaptistas»- lograron sublevar a la población creyente contra las instituciones eclesiásticas enriquecidas que pregonaban la salvación a plazo fijo pero diferían la fecha de pago para las calendas griegas. La exigencia del cielo en la tierra, la vida sencilla y pura alejada de la lógica mercantil y la libre sexualidad se contaron entre las prácticas que escandalizaron a los moralistas por mucho tiempo. Los románticos, en el siglo pasado, heredaron a estos notables antepasados, oponiéndose a la novedad legalidad científica entendida como dominación positivista de la naturaleza, prefiriendo conectarse con ella mediante la sabiduría desinteresada fundada en una poderosa palabra: el ditirambo poético. Modernamente, los Dadá y los Surrealistas iniciaron el proyecto más ambicioso imaginable: la emancipación del ser mediante la búsqueda automática de las potencias creativas de cada individuo. Este árbol genealógico, donde la libertad natural es apodada voluntad de poder por Nietzsche, heroísmo por los románticos, rebeldía por los anarquistas, libertinaje para Sade, disidencia por numerosos filósofos libertarios, merece sin duda ser continuado hoy en día por los filósofos del derecho que gusten pensar la sociabilidad humana más allá del marco de la Ley y del Estado, y en función de modos de asociación y de afinidad no-coercitivos, sin sanción ni obligación, sin «penas» y sin vencedores, vencidos.

En todos estos casos, y en las obras de pensadores de la talla de un Max Stirner, un Georges Bataille, un Ernest Junger, un Nietzsche, se puede hallar, más que un modo de pensar ateo en la relación a la Ley, un modo de actuar blasfemo con respecto a la misma. En 1789 descabézase  al Rey, pero también se vacía el Reino de los Cielos. Acéfalos el Reino y el Cielo, un orden jerárquico bimilenario pierde el poder de entronizar al nuevo amo. Pero los humanos, tímidos parricidas, expían su crimen aclamando contrato social obligatorio descendido del Sinaí laico. A rey depuesto, presidente puesto: pero el legitimador centra no se mueve de lugar. Pero el hombre natural sabe que, en un mundo sin amos, él mismo debe hacerse responsable de crear valores. Y para forjar la ley un hombre debe primero pertenecerse a sí mismo, apropiándose de su subjetividad en vez de someterse una y otra vez a un orden que fiscaliza incluso los rincones más oscuros de su intimidad. El hombre rebelde -pues es tal el nombre que recibe la dignidad en el Estado de Naturaleza- es el modelo de conducta de quien posee consciencia de sus derechos. Por lo tanto, su tarea, en relación a leyes escritas u orales de toda laya, es valorativa, es decir, la creación de valores libertarios sostenidos sobre el acuerdo de seres humanos vivientes -nunca abstractos-. Pues él sabe que la simple superioridad de poder no es capaz de generar Derecho -ni siquiera allí donde promueve cambios aparentemente «benignos». El transgresor -otro apodo del hombre «natural» – ha ocupado, de tiempo en tiempo, un espacio social que lo ha enfrentado al imaginario jerárquico, pues ascender a ningún escalón  hacía el trono, sólo impugnar la imposición de ordenamiento que no han sido forjados por los propios habitantes. Por ello, su tarea es bosquejar, frente al Leviathan, los signos de una libertad válida para una época venidera.

Una y otra vez, Leviathan -sea filantrópico, minarquista, contractual, totalitario, khomeinista- castiga al hombre natural, quien se atreve, ya no a disputar el poder dentro de las reglas del mismo Leviathan indica, sino señalar el origen bastardo de su poder. Y porque gusta llamarse disidente, ácrata, punk, o romántico, y sabiendo que la sentencia de Leviathan no tiene validez, el hombre libre puede atrincherarse en sus derechos gritando a voz en cuello: ¡No hay Derecho!

 


Rescatemos el Primero de Mayo. Periódico La Protesta, 1974.

Decimos rescatar el Primero de Mayo, porque está siendo desfigurado por los que explotan la causa proletaria y social. En todas partes del mundo, los trepadores y traicioneros de la cuestión mejorativista y liberadora, usan como bandera la heroica fecha, para engatuzar a la masa y darle la sensación de que ellos reverencian la jornada. Pero es una falacia infamante. Los mártires de Chicago no pueden ser afrentados por los sucesores de los verdugos yanquis, que en 1887 llevaron al cadalso a los idealistas y militantes precursores de la histórica fecha. Es a partir de ese hecho, trágico para la causa de los trabajadores, que el Primero de Mayo ha sido consagrado como día de protesta-..y afirmación dé los postulados manumisores de la clase explotada. Y es a partir de esa jornada luctuosa, que surgió la consigna internacional de la conquista de. las ocho horas, como, una actitud moral, solidaria con la motivación de lo que les costó la vida a los mártires. Claro está, la reacción malvada y brutal de la justicia norteamericana, golpeó en la persona dé los más decididos y valiosos militantes. Había que dar un escarmiento y detener la avalancha reivindicativa de un proletariado que insurgía revolucionariamente.

 

Pero el intento represivo, tuvo su contra efecto. Y no solamente, se expandió el movimiento y consolidó las Fuerzas del trabajo en mutuo apoyo y unión de clase contra las otras clases antagónicas, sino que a su vez sirvió como acicate y (motivación, para conjugar, en cada aniversario a todos los hijos del trabajo en una sola idea, en un solo anhelo, en un solo fin; la abolición de las clases y la destrucción del poder político. De allí en más, la. causa de la libertad, la justicia, la fraternidad humana, la paz social se abriría en franco proceso de constructiva superación, de progresivo bienestar, para todos los hombres de la tierra. Las fuerzas cavernarias del privilegio, levantaron sus barricadas y desde allí bombardearon a los paladines y luchadores, herederos de los postulados del Primero de Mayo de 1886, y de la protesta y repudio por la ejecución de 1887. De manera, que nadie tiene derecho a invocar la fecha por otra causa que no sea la suya, la original y auténtica. Nadie tiene derecho: levantar tribuna y glosar la jornada, cuando, están del otro lado de la barricada revolucionaria son enemigos o renegados de la causa que dio contenido: y finalidad a una lucha, que es sin cuartel, y contra todos los que, solapada o abiertamente, tratan de anularla o desfigurarla en el concepto y en el hecho. Oriente y Occidente, América del Norte o ..Rusia, China o España, etc,  son cuarteles de represión en donde el Primero de Mayo es palabra prohibida y únicamente es usada por los reaccionarios como “fiesta de los trabajadores” y trampolín para su demagogia populista. Aquí el “ supremo restaurador de la argentinidad» hablará en el tramposo Primero de Mayo, organizado el acto “monstruoso” por los otros cómplices de la trampa histórica, la. C.G.T., y a no dudarlo se mezclarán, los valores y será servido (al. pueblo) el discurso histrionesco de siempre. Para escarnio, y vergüenza de un proletariado que tiene; en su historia una masacre en el mismo día de 1909, en la Plaza Lorea, y diez masacres más en distintos años y lugares.. Y ese mismo orate que arengará a la masa, es responsable de la Semana Trágica, y de prohibir sistemáticamente a los únicos que tiene razón y derecho a conmemorar el Primero de Mayo… los anarquistas, la F.O.R.A. y todos aquellos que se identifican con su verdadero significado. Todo lo demás es impostura, demagogia, trampa, escarnio gratuito y desaprensivo que no puede ni  debe tolerarse, si es que todavía le queda algo de dignidad, de hombría y vergüenza a los explotados del país.

 

.“ Dejad que se oiga, la voz del .pueblo”  gritó con la soga al cuello, el ahorcado.

 

Y ni Perón, ni los chimangos de la C.G.T. tienen la voz del pueblo, se la han robado y la usan ellos para que no se oiga aquella que rugiría su protesta y clamaría justicia del pueblo contra los verdugos y los impostores y los haría callar de miedo y palidecer de impotencia.

 

Primero de Mayo nuestro, algún día retornarás por tus fueros y ,serás señor entre los libres,, en todas las plazas, en todos los hogares, en todas las aulas,  en todas las fabricas en todas las calles, en todos los hogares, en todas las aulas, en todas las fábricas y en todos los campos. Como lo quisieron y soñaron tus mártires.

 

 

 

 


El truco más ingenioso del Sistema. Tedd Kaczynski

El mayor lujo que se permitirá la sociedad de la necesidad tecnológica, será arrebatar todo beneficio que se derivara de la revuelta estéril y la sonrisa aquiescente.

Jacques Ellul [1]

 

El Sistema se ha dedicado a engañar a todos los aspirantes a revolucionario y rebelde. Su truco es tan astuto que, si se hubiera planeado conscientemente, uno tendría que admirarlo por su elegancia casi matemática.

 

1. Lo que el Sistema no es

 

Empecemos aclarando lo que el Sistema no es. El Sistema no es George W. Bush con sus consejeros y apuntadores, no son los policías que maltratan a quienes protestan, no son los presidentes de las multinacionales, y no son los Frankesteins que en sus laboratorios llevan a cabo sus juegos criminales con los genes de seres vivos. Todos estos son lacayos del Sistema, pero por sí solos no constituyen el Sistema. Precisamente, los valores individuales y personales, así como las actitudes, las creencias y el comportamiento de esta gente, podrían significar un conflicto considerable frente a las necesidades del Sistema.

 

Ilustrando el caso con un ejemplo, el Sistema necesita que se respete el derecho a la propiedad, pero aún así esos presidentes, policías, científicos y políticos, a veces roban. (Al hablar de robar, no nos limitamos a la sustracción de objetos físicos. Podríamos incluir las propiedades adquiridas con fines ilegales, como evadir el impuesto sobre la renta, aceptar sobornos, y algún otro tipo de chanchullos y corrupción.) Pero el hecho de que esos presidentes, policías, científicos y políticos a veces roben, no significa que robar sea parte del Sistema. Al contrario, cuando un policía o un político roba algo, se está rebelando contra la necesidad que tiene el Sistema de que se respete la ley y la propiedad. Pero, incluso cuando roban, estas personas permanecen fieles al Sistema en la medida en que, de cara al público, mantienen su apoyo personal a la ley y la propiedad.

 

Da igual el acto ilegal que cometan los políticos, policías o empresarios, en calidad de individuos; el robo, los sobornos, y los chanchullos no son parte del Sistema sino males que le aquejan. Cuanto menos robo hay, mejor funciona el Sistema; y ese es el motivo por el que los lacayos y promotores del Sistema siempre abogan por el cumplimiento de la ley de cara al público, incluso cuando a veces ellos mismos encuentran conveniente quebrantarla en privado.

 

Y pondré otro ejemplo. Aunque los policías sean los matones del Sistema, la brutalidad policial no es parte del Sistema. Cuando los policías dejan hecho mierda a un sospechoso a base de palizas, no están haciendo el trabajo del Sistema, solo están dejando fluir su propia ira y hostilidad. La meta del Sistema no es ni la brutalidad, ni las demostraciones de ira. En lo que concierne al trabajo policial, la meta del Sistema es imponer la obediencia a sus normas, y hacerlo sin dilación, con la menor violencia posible, y evitando crearse mala publicidad. Así, desde el punto de vista del Sistema, el policía ideal sería aquel que nunca se enfadara, que nunca usara más violencia de la necesaria, y que, en la medida de lo posible, recurra a la manipulación antes que a la fuerza para mantener a la gente bajo control. La brutalidad policial solo es otro mal de los que aquejan al Sistema, no es parte de él.

 

Y como prueba tenemos la actitud de los medios de comunicación. Los medios mayoritarios condenan la brutalidad policial de una forma casi universal. Por supuesto, la actitud dichos medios representa por lo general el consenso entre las opiniones de las clases poderosas de nuestra sociedad, ya que esto es algo bueno para el Sistema.

 

Lo que acabamos de comentar acerca del robo, los chanchullos, y la brutalidad policial, también se aplica a los asuntos de discriminación y persecución, tales como racismo, sexismo, homofobia, pobreza, y explotación laboral. Todas estas cosas son malas para el Sistema. Por ejemplo, cuanto más despreciada y marginada se sienta la gente negra, más propensos serán a dedicarse al crimen y menos a dedicarse a una profesión que les convierta en alguien útil para el Sistema. La tecnología moderna, con sus rápidos transportes de larga distancia y su perturbación de los estilos de vida tradicionales, nos ha llevado a una mezcla poblacional, de modo que en nuestros días, la gente de distintas razas, nacionalidades, culturas y religiones, tiene que vivir y trabajar hombro con hombro. Si la gente se dedica a odiarse o a rechazarse los unos a los otros basándose en cuestiones de raza, etnia, religión, preferencia sexual, etc., los conflictos que resultarían de ello interferirían con el funcionamiento del Sistema. Exceptuando a algunos restos fósiles del pasado como Jesse Helms, los cabecillas del Sistema conocen este hecho perfectamente, y por eso mismo se nos enseña, tanto en la escuela como desde los medios de comunicación, que el racismo, el sexismo, la homofobia, y demás, son males sociales a erradicar.

 

Sin duda, algunos de los cabecillas del Sistema, algunos políticos, científicos y altos directivos, piensan que el lugar de la mujer está dentro de casa, o que los matrimonios homosexuales e interraciales son repugnantes. Pero incluso aunque la mayoría de ellos pensara de ese modo, no significaría que el racismo, el sexismo y la homofobia fueran parte del Sistema, tal y como la existencia del robo entre las altas esferas no significa que el robo en sí sea parte del Sistema. Igual que el Sistema debe promover el respeto por la ley y la propiedad en pro de su propia seguridad, también se ve obligado a poner freno al racismo y otros tipos de persecución por la misma razón. Es por esto por lo que el Sistema, a pesar de cualquier desviación personal por parte de los individuos que conforman su élite, está básicamente obligado a acallar la discriminación y las persecuciones.

Como prueba, observemos de nuevo la actitud de los medios de comunicación mayoritarios. Exceptuando las tímidas y breves disidencias ocasionales por parte de los pocos comentaristas atrevidos y reaccionarios, la propaganda de los medios favorece de modo abrumador la igualdad racial y sexual, y la aceptación de los matrimonios gays e interraciales.[2]

 

El Sistema necesita una población que sea mansa, no violenta, domesticada, dócil y obediente. Debe evitar cualquier conflicto o interrupción que pueda interferir con el funcionamiento ordenado de la máquina social. Además de suprimir las hostilidades raciales, étnicas, religiosas y de otro tipo, también tiene que suprimir o aprovechar para su propio beneficio todas las otras tendencias que podrían conducir a trastornos o desórdenes como el machismo, los impulsos agresivos y cualquier inclinación a la violencia.

 

Naturalmente, los antagonismos raciales y étnicos tradicionales mueren lentamente, el machismo, la agresividad y los impulsos violentos no son fácilmente suprimidos, y las actitudes hacia el sexo y la identidad de género no se transforman de la noche a la mañana. Por lo tanto hay muchas personas que resisten estos cambios, y el Sistema se enfrenta con el problema de superar su resistencia.[3]

2. Cómo explota el Sistema el impulso por rebelarse

 

Todos los que estamos dentro de la sociedad moderna nos vemos atrapados por una densa red de normas y reglamentos. Estamos a merced de grandes organizaciones, tales como empresas, gobiernos, sindicatos, universidades, iglesias, y partidos políticos, y como consecuencia nos sentimos impotentes. El resultado de la servidumbre, la impotencia y demás humillaciones que el Sistema nos inflige, es una amplia frustración, que nos impulsa a rebelarnos. Y es entonces cuando el Sistema usa su truco más ingenioso: Con un ligero movimiento de mano, convierte la rebelión en algo de lo que sacar provecho.

 

Mucha gente no comprende cuál es la raíz de su frustración, por lo que su rebelión no tiene rumbo fijo. Saben que se quieren rebelar, pero no saben “contra qué quieren rebelarse”. Afortunadamente, el Sistema es capaz de rellenar ese vacío proveyéndoles de una larga lista de estereotipadas reivindicaciones estándar contra las que rebelarse: racismo, homofobia, asuntos de la mujer, pobreza, explotación laboral… todo el cesto de la ropa sucia de asuntos “de activistas”.

 

Un gran número de aspirantes a rebelde muerden el anzuelo. Al luchar contra el racismo, el sexismo, etc., etc., solo le están haciendo el trabajo al Sistema. Aún así, ellos creen que se están rebelando contra el Sistema. ¿Cómo es posible?

 

Primero, hace cincuenta años, el Sistema no se había comprometido con causas como la igualdad para los negros, las mujeres o los homosexuales, por lo que luchar por estas causas sí era una verdadera forma de rebelión. En consecuencia, a estas causas se las consideraba normalmente como causas rebeldes. Y han retenido dicho estatus hasta hoy en día debido a la tradición; exacto, porque cada generación de rebeldes imita a las generaciones que la preceden.

 

Segundo, aún existe un número considerable de personas que, como ya apunté antes, se resisten a los cambios sociales que el Sistema requiere, y algunas de estas personas son incluso miembros de la autoridad tales como policías, jueces o políticos. Estos últimos constituyen un objetivo para los aspirantes a revolucionario, alguien contra quien rebelarse. Los comentaristas como Rush Limbaugh agilizan el proceso al despotricar contra los activistas: Ver que están haciendo enfadar a alguien, lleva a los activistas a ampararse en la ilusión de que se están rebelando.

 

Tercero, con objeto de embarcarse en un conflicto incluso con los líderes de la mayoría del Sistema, que aceptan totalmente los cambios sociales que ellos demandan, los aspirantes a rebelde insisten en soluciones que van más allá de lo que los líderes del Sistema consideran prudente, y muestran una ira exagerada respecto a asuntos triviales. Por ejemplo, demandan indemnizaciones económicas para la gente negra, y normalmente se muestran rabiosos ante cualquier crítica a un movimiento minoritario, sin importar cuán prudente y razonable sea uno al criticar. De esta manera los activistas son capaces de mantener la ilusión de que se están rebelando contra el Sistema. Pero dicha ilusión es un absurdo. La agitación contra el racismo, el sexismo, la homofobia y similares, ya no constituye una rebelión mayor contra el Sistema que la agitación contra la corrupción política y los sobornos. Aquellos que luchan contra la corrupción política y los sobornos no se están rebelando contra el Sistema sino que lo están fortificando: Ayudan a que los políticos se mantengan fieles a las normas del Sistema. Aquellos que luchan contra el racismo, el sexismo y la homofobia, de igual modo están fortificando el Sistema: Ayudan al Sistema a suprimir las conductas desviadas que le causan problemas, tales como el racismo, el sexismo y la homofobia.

 

Pero los activistas no solo actúan como los defensores del Sistema. También actúan como una especie de pararrayos que protege al Sistema al adelantarse al resentimiento popular y a sus instituciones. Por ejemplo, había varias razones para explicar por qué el Sistema se aprovechaba del hecho de sacar a la mujer del hogar e introducirla en el entorno laboral. Hace cincuenta años, si el Sistema, representado por el gobierno o por los medios, hubiera empezado por las buenas una campaña propagandística con intención de hacer socialmente aceptable el hecho de que la mujer se comenzara a centrar más en su vida laboral que en la doméstica, la característica resistencia al cambio por parte de los humanos habría llevado a un amplio rechazo popular. Lo que realmente ocurrió fue que dichas propuestas de cambio fueron encabezadas por radicales feministas, cuyo rastro iba siguiendo el Sistema a una distancia prudencial. El rechazo de los miembros más conservadores de la sociedad fue dirigido primordialmente contra las feministas radicales antes que contra el Sistema y sus instituciones, porque los cambios patrocinados por el Sistema parecían lentos y moderados en comparación con las soluciones radicales por las que abogaban las feministas, e incluso esos cambios relativamente lentos se veían como algo forzado en la marcha del Sistema, como debidos a la presión de los radicales.

3. El truco más ingenioso del Sistema

 

Así que, en pocas palabras, el truco más ingenioso del Sistema es:

  1. Por el bien de su propia eficiencia y seguridad, el Sistema necesita provocar cambios radicales y profundos en la sociedad para ajustarse a las condiciones cambiantes que resultan del progreso tecnológico.

  2. La frustración devenida de vivir bajo las circunstancias impuestas por el Sistema lleva a sentir impulsos de rebelión.

  3. El Sistema se apropiará de esos impulsos de rebelión para realizar los cambios sociales que este requiera; los activistas se “rebelan” en contra los valores viejos y desfasados que dejan de serle útiles al Sistema, y a favor de los nuevos valores que el Sistema necesita que aceptemos.

  4. Así, los impulsos rebeldes que de otra manera podrían haber sido peligrosos para el Sistema, se van por un sumidero que, no solo es inofensivo para el Sistema, sino que le es útil.

  5. La mayoría del rechazo popular resultante de los cambios sociales, avanza esquivando al Sistema y sus instituciones, para acabar volcándose en los radicales que encabezan dichos cambios.

 

Por supuesto, este truco no fue planeado con antelación por parte de los líderes del Sistema, los cuales ni siquiera son totalmente conscientes de estar usando un truco. El funcionamiento sería algo similar a esto:

Cuando deciden cómo se posicionan ante determinado asunto, los redactores, editores y dueños de los medios de comunicación, deben considerar varios factores, consciente o inconscientemente. Deben considerar cómo reaccionarán los lectores a cualquier cosa que impriman o retransmitan acerca del tema; deben considerar cómo reaccionarán sus patrocinadores, sus colegas de los medios, y otras personas poderosas; y también deben considerar el efecto que lo que impriman o retransmitan tendrá sobre la seguridad del Sistema.

 

Estas consideraciones prácticas normalmente tendrán más peso en la decisión que cualquier opinión personal respecto al asunto. Las opiniones personales de los dirigentes de los medios, de sus patrocinadores, y de otras personas poderosas, son variadas. Pueden ser liberales o conservadores, religiosos o ateos. El único campo universal común a todos los líderes, es su compromiso con el Sistema, con su seguridad y con su poder. Por lo tanto, dentro de los límites impuestos por lo que el público está dispuesto a aceptar, el principal factor determinante de las actitudes propagadas por los medios, es un consenso aproximado de las opiniones de los dirigentes mediáticos, los patrocinadores y otras personas poderosas, en base a lo que es bueno para el Sistema.

 

Por lo tanto, cuando un redactor u otra persona importante de los medios decide qué actitud tomar frente a determinado movimiento o causa, lo primero en lo que piensa es en si es algo bueno o malo para el Sistema. Quizá se diga a sí mismo que su decisión está basada en el campo de la moral, en el de la filosofía, o en el de la religión, pero es un hecho observable que, en la práctica, la seguridad del Sistema toma preferencia ante los demás factores involucrados en la determinación de la actitud de los medios. Por ejemplo, si un redactor de una revista de actualidad se fija en el “movimiento de milicias”, puede o no simpatizar personalmente con algunas de sus reivindicaciones y metas, pero también ve que habrá un fuerte consenso entre sus patrocinadores y colegas de los medios respecto a que el “movimiento de milicia” es potencialmente peligroso para el Sistema y por lo tanto debe ser rechazado. Bajo estas circunstancias, él sabe que es mejor que su revista adopte una actitud negativa hacia el “movimiento de milicia». La actitud negativa de los medios es presumiblemente una parte de la razón por la que el “movimiento de milicia” ha caído.

 

Cuando el mismo redactor se fija en las radicales feministas ve que algunas de sus propuestas más extremas serían peligrosas para el Sistema, pero también ve que las feministas albergan una parte muy útil para el Sistema. La participación de la mujer en el mundo tecnológico y empresarial les integra mejor en el Sistema a ellas y a sus familias. Sus aptitudes pasan a servir al Sistema en los asuntos técnicos y de negocios. El énfasis que ponen las feministas en acabar con la violencia doméstica y las violaciones también responde a las necesidades del Sistema, ya que el maltrato y las violaciones, como otras formas de violencia, son peligrosas para el Sistema. Quizá más importante aún, el redactor reconoce la nimiedad e insignificancia del trabajo doméstico moderno, y ve que el aislamiento social del ama de casa moderna puede desencadenar frustración en muchas mujeres; frustración que causará problemas al Sistema, a no ser que se les permita recurrir a la salida de desarrollar una carrera en el mundo técnico y empresarial.

 

Incluso si el redactor es del tipo machote, que personalmente se siente más cómodo con la mujer en una posición subordinada, sabe que el feminismo, al menos en una forma relativamente moderada, es bueno para el Sistema. Sabe que la postura de su editorial debe ser favorable respecto al feminismo moderado, pues de otro modo se enfrentaría al rechazo de sus patrocinadores y demás personas influyentes. Es por esto por lo que la actitud de los medios mayoritarios normalmente ha consistido en apoyar al feminismo moderado, luego una mezcla respecto al feminismo radical, y finalmente una respuesta totalmente hostil frente a las posiciones feministas más extremistas. A través de este tipo de procesos, los movimientos rebeldes que son peligrosos para el Sistema están sujetos a propaganda negativa, mientras que los movimientos rebeldes que se cree que son útiles para el Sistema reciben un apoyo prudente desde los medios. La absorción inconsciente de la propaganda proveniente de los medios induce a los aspirantes a rebelde a “rebelarse” de una manera que en realidad sirve a los intereses del Sistema.

 

Los intelectuales de las universidades también juegan un rol importante en la realización del truco más ingenioso del Sistema: Aunque les guste fantasear con que son pensadores independientes, los intelectuales son (salvo excepciones puntuales) el grupo más sobresocializado, el más conformista, el más dócil y domesticado, el más mimado, dependiente y endeble de todos los grupos en la América de hoy en día. Como resultado, su impuso por rebelarse es particularmente fuerte. Pero, como son incapaces de pensar de manera independiente, la rebelión real se torna imposible para ellos. En consecuencia, están enganchados al truco del Sistema, ya que les permite irritar a la gente y disfrutar de la ilusión de rebelarse sin tener que cambiar jamás los valores básicos del Sistema. Como son los profesores de gente joven, están en posición de ayudar al Sistema a utilizar su truco para engañar a los jóvenes, cosa que hacen al canalizar los impulsos rebeldes de dichos jóvenes hacia objetivos estándar estereotipados: racismo, colonialismo, asuntos femeninos, etc. La gente joven que no es estudiante de la universidad, a través de los medios o del contacto personal, aprende sobre esos temas de “justicia social” por los que los estudiantes se rebelan, e imitan a dichos estudiantes. Así se convierte una cultura juvenil en un modo estereotipado de rebelión que se propaga mediante la imitación de los colegas, del mismo modo que los peinados, la ropa, y otras modas también se propagan mediante la imitación.

4. El truco no es perfecto

 

Como es natural, el truco del Sistema no funciona a la perfección. No todas las posiciones adoptadas por la comunidad “activista” son compatibles con las necesidades del Sistema. A este respecto, algunas de las dificultades más importantes a las que el Sistema hace frente están relacionadas con el conflicto entre los dos tipos distintos de propaganda que el Sistema debe usar, propaganda de integración y propaganda de agitación.[4]

 

La propaganda de integración es el principal mecanismo de socialización en la sociedad moderna. Es propaganda que está diseñada para inculcar en la gente las actitudes, creencias, valores y hábitos que necesitan tener, con el fin de ser herramientas del Sistema útiles y seguras. Enseña a la gente a reprimir o sublimar permanentemente aquellos impulsos emocionales que sean peligrosos para el Sistema. Está más enfocada a actitudes de largo plazo y valores profundamente arraigados de gran aplicación, que a las actitudes frente a temas específicos y actuales. La propaganda de agitación se aprovecha de las emociones de la gente para despertar en ellos ciertas actitudes o comportamientos frente a temas actuales y específicos. En vez de enseñar a la gente a reprimir sus impulsos emocionales peligrosos, busca estimular ciertas emociones para unos propósitos bien definidos y localizados temporalmente.

 

El Sistema necesita una población disciplinada, dócil, cooperativa, pasiva y dependiente. Sobre todo requiere una población pacífica, ya que necesita que el gobierno tenga el monopolio del uso de la fuerza física. Por esta razón, la propaganda de integración nos dice que debemos horrorizarnos, asustarnos y espantarnos de la violencia, y así no nos veremos tentados a usarla ni siquiera cuando estemos muy enfadados. (Por “violencia” me refiero a los ataques físicos hacia seres humanos.) De una manera más general, la propaganda de integración nos ha de enseñar valores dulces y cariñosos, que enfaticen la falta de agresividad, la interdependencia, y la cooperación.

 

Por otra parte, en ciertos contextos el propio Sistema encuentra útil o necesario el recurrir a métodos agresivos y brutales para alcanzar sus propios objetivos. El ejemplo más obvio de esos métodos es la guerra. En tiempo de guerra el Sistema se apoya en la propaganda de agitación: Para ganar el apoyo popular respecto a una acción militar, se aprovecha de las emociones de la gente para hacer que se sientan asustados y furiosos con su real o hipotético enemigo.

 

Llegada esta situación se crea un conflicto entre la propaganda de integración y la propaganda de agitación. A aquella gente en la que calaron profundamente los tiernos valores del rechazo a la violencia no se le puede persuadir fácilmente para que dé su aprobación a una cruenta operación militar. Y aquí, en cierta medida, al truco del Sistema le sale el tiro por la culata. Los activistas, que se habían estado “rebelando” en pro de los valores de la propaganda de integración, continúan haciéndolo durante la guerra. Se oponen a la guerra no solo porque es violenta, sino porque es “racista”, “colonialista”, “imperialista”, etc. que son cosas contrarias a los valores dulces y cariñosos que la propaganda de integración les enseñó.

 

Al truco del Sistema también le sale el tiro por la culata en lo que concierne al trato de animales. Inevitablemente, mucha gente extrapola a los animales esos valores dulces de aversión a la violencia que les fueron enseñados respecto a los humanos. Les horroriza la matanza de animales para comer y otras prácticas dañinas para estos, como la reducción de la gallina a la categoría de máquina ponedora de huevos almacenada en minúsculas celdas, o el uso de animales para experimentos científicos. Hasta un punto, la oposición resultante al maltrato de animales puede ser útil para el Sistema: debido a que una dieta vegana es más eficiente en términos de utilización de recursos que una carnívora, el veganismo, si fuera ampliamente aceptado, ayudaría a llevar con mayor facilidad la carga que supone la limitación de los recursos de La Tierra con respecto al crecimiento demográfico. Pero activistas, el insistir en acabar con el uso de animales para experimentos científicos entra en conflicto directo con las necesidades del Sistema, ya que en las previsiones de futuro no se contempla a ningún sustituto factible que reemplace a los animales como sujetos de investigación. Sin embargo, el hecho de que al truco del Sistema le salga algún que otro tiro por la culata, no evita que globalmente sea un dispositivo increíblemente eficaz para inhibir los impulsos rebeldes en provecho del Sistema.

 

Hay que reconocer que el truco descrito aquí no es el único factor determinante respecto a la dirección que toman los impulsos rebeldes en nuestra sociedad. Mucha gente de hoy en día se siente débil e impotente (por la propia razón de que en realidad el Sistema sí que nos hace débiles e impotentes), y por ello se identifican de forma obsesiva con las víctimas, con el débil y con el oprimido. Esto es en parte la razón por la que, los asuntos de persecuciones, tales como el racismo, el sexismo, la homofobia o el neocolonialismo, se han convertido en asuntos estándar del activista.

5. Un ejemplo

 

Tengo aquí un texto de antropología[5] en el que he visto varios ejemplos adecuados para mostrar la manera en la que, los intelectuales de las universidades, ayudan al Sistema con su truco al disfrazar su conformismo de crítica a la sociedad moderna. Los mejores ejemplos se encuentran entre las páginas 132 y 136, donde el autor cita, de modo “adaptado”, un artículo de una tal Rhonda Kay Williamson, una persona intersexual (que es una persona que ha nacido con características físicas tanto masculinas como femeninas).

 

Williamson declara que los indios americanos no solo aceptaban a las personas intersexuales sino que las valoraban de forma especial.[6] Ella contrasta esta actitud con la euro-americana, equiparando esta última a la actitud que sus propios padres adoptaron hacia ella. Los padres de Williamson le maltrataron cruelmente. Acabaron consiguiendo que odiara su condición de intersexual. Le dijeron que estaba “maldita y en manos del demonio”, y le llevaban a iglesias carismáticas para que le extirparan al “demonio”. Incluso le daban paños en los que se suponía que tenía que “expulsar al demonio tosiendo”.

 

Pero obviamente, resulta ridículo equiparar esto con la actitud euro-americana. Podría aproximarse a la actitud euro-americana de hace 150 años, pero actualmente en América casi cualquier educador, psicólogo, o clérigo mayoritario, quedaría horrorizado al presenciar ese trato hacia una persona intersexual. Los medios de comunicación no retratarían dicha actitud bajo una óptica favorable ni en sueños. El típico americano de clase media de nuestros días, puede que no acepte la intersexualidad como lo hacían los indios, pero solo unos pocos no reconocerían la crueldad presente en el tipo de trato que recibió Williamson.

 

Obviamente los padres de Williamson eran desviados, unos majaretas religiosos cuyas actitudes y creencias traspasaban el límite impuesto por los valores del Sistema. Así, mientras Williamson se dedica a fingir una crítica a la sociedad euro-americana moderna, lo que en realidad hace es atacar solo a la minoría de desviados y a las culturas rezagadas que aún no se han adaptado a los valores dominantes de la América de hoy en día.

 

Haviland, el autor del libro, en la página 12 retrata a la antropología cultural como iconoclasta, como desafiante respecto a los supuestos asumidos de la sociedad occidental. Esto se aleja tanto de la verdad que sería incluso gracioso si no fuera tan patético. La corriente principal de la antropología americana moderna se encuentra bajo una miserable sumisión a los valores del Sistema y a los supuestos asumidos por este. Cuando los antropólogos de hoy en día pretenden poner en tela de juicio a los valores de su sociedad, lo más normal es que solo lo hagan con valores del pasado, obsoletos y pasados de moda, que en la actualidad no son defendidos por nadie, excepto por desviados y rezagados que dejaron de seguir los cambios culturales que el Sistema requiere que aceptemos.

 

El uso que hace Haviland del artículo de Williamson ilustra todo esto muy bien, y representa la línea general de todo su libro. Haviland da la lata con hechos etnográficos que enseñan lecciones políticamente correctas a sus lectores, pero desestima u omite todos los hechos etnográficos que son políticamente incorrectos. Así, mientras cita el apunte que hacía Williamson enfatizando que los indios aceptaban a las personas intersexuales, no menciona, por ejemplo, que entre muchas tribus indias a la mujer que cometía adulterio se le cortaba la nariz,[7] mientras que el hombre adúltero no recibía castigo alguno; o que entre la tribu corneja (Crow en inglés, Absaroka en nativo) el guerrero que recibiera un ataque por parte de un extranjero, debería matarle inmediatamente, o si no quedaría irreversiblemente deshonrado a ojos de su tribu;[8] Haviland tampoco debate sobre el uso habitual de la tortura por parte de los indios del Este de Estados Unidos.[9] Por supuesto, los hechos de este tipo representan violencia, machismo, y discriminación sexual, por lo que son incompatibles con los valores actuales del Sistema, y tienden a ser censurados por ser políticamente incorrectos. Pero no dudo de que Haviland sea totalmente sincero cuando dice creer que los antropólogos ponen en tela de juicio los supuestos asumidos por la sociedad occidental. Es fácil que la capacidad de autoengaño de los intelectuales de nuestras universidades llegue hasta ese punto.

 

En conclusión, quiero dejar claro que no estoy sugiriendo ni que sea bueno cortar narices por cometer adulterio, ni que se deba tolerar ningún otro abuso contra la mujer, ni que me gustaría ver a gente marginada o rechazada, ya sea porque son intersexuales o por su raza, religión, orientación sexual, etc., etc., etc. Pero en nuestra sociedad actual, esos problemas son, como mucho, cuestiones reformistas. El truco más ingenioso del Sistema consiste en encauzar hacia estas modestas reformas los impulsos rebeldes, que, de otro modo, podrían llevar a la acción revolucionaria

 

 

Notas

 

[1] Jacques Ellul, La Sociedad Tecnológica (The Technological Society), traducida por John Wilkinson, editada por Alfred A. Knopf, Nueva York, 1964, página 427.

[2] Bastaría con llevar a cabo un mínimo repaso de los medios de comunicación de masas dentro de los países industrializados modernos, o incluso dentro de los países que meramente aspiran a la modernidad, para confirmar que el Sistema está totalmente volcado en la tarea de eliminar la discriminación en función a la raza, religión, género, orientación sexual, etc., etc., etc. Resultaría fácil encontrar miles de ejemplos que ilustraran este hecho, pero aquí solo se citarán tres, provenientes de tres países dispares. El Sistema necesita que la población sea sumisa, pacífica, domesticada, dócil, y obediente. Necesita evitar cualquier tipo de conflicto o altercado que pudiera interferir con el normal funcionamiento del aparato social. Además de poner freno a las hostilidades raciales, étnicas o religiosas, también tiene que acallar o amarrar, por su propio bien, a cualquier otra tendencia que pudiera derivar en desorden o altercados, tales como el machismo, la agresividad, o cualquier tipo de predisposición por la violencia. Naturalmente, los tradicionales antagonismos étnicos y raciales tardan en morir; el machismo, la agresividad y los impulsos violentos no son fáciles de eliminar; y las diversas actitudes frente a la identidad sexual y de género, no cambian de la noche a la mañana. Así pues sigue habiendo muchos individuos que se resisten a estos cambios, y el Sistema se enfrenta al problema que supone intentar abatir dicha resistencia.

[3] En esta sección he mencionado lo que el Sistema no es, pero no he dicho lo que es. Un amigo mío me ha señalado que esto podría desconcertar al lector, así que será mejor que aclare que, para el propósito de este artículo, no es necesaria una definición precisa acerca de qué es el Sistema. No se me ocurre ni una sola manera de definir al Sistema en una sola frase cerrada y armoniosa, sin que, el hecho de abordar la cuestión de qué es el Sistema, supusiese a la vez la interrupción del curso del artículo con una digresión larga, intrincada e innecesaria; así que dejo ese asunto sin responder. No creo que mi falta de respuesta afecte a la comprensión del lector respecto a la idea que quise tratar en este artículo.

[4] Jacques Ellul debate los conceptos de “propaganda de integración” y “propaganda de agitación” en su libro Propaganda, editado por Alfred A. Knopf en 1965.

[5] William A. Haviland, Antropología Cultural, novena edicion, Harcourt Brace & Company, 1999.

[6] Asumo que esta afirmación es precisa. Ciertamente refleja la actitud de los Navajo. Véase Gladys A. Reichard, Navaho Religion: A Study of Symbolism, Princeton University Press, 1990, página 141. Este libro tiene un copyright original de 1950, bastante antes de que los antropólogos acabaran fuertemente politizados, así que no veo razón para suponer que dicha información ha sido sesgada.

[7] Esto es de sobra conocido. Algunos ejemplos: Angie Debo, Geronimo: The Man, His Time, His Place, University of Oklahoma Press, 1976, pag. 225; Thomas B. Marquis (intérprete), Wooden Leg: A Warrior Who Fought Custer, Bison Books, University of Nebraska Press, 1967, pag. 97; Stanley Vestal, Sitting Bull, Champion of the Sioux: A Biography, University of Oklahoma Press, 1989, pag. 6; The New Encyclopedia Britannica, Vol. 13, Macropaedia, 15th Edition, 1997, artículo “American Peoples, Native”, pag. 380.

[8] Osborne Russell, Journal of a Trapper, edición Bison Books, pag. 147.

[9] El uso de la tortura por parte de los indios del Este de EE.UU. es de sobra conocido. Véanse los siguientes ejemplos: Clark Wissler, Indians of the United States, Revised Edition, Anchor Books, Random House, New York, 1989, pags. 131, 140, 145, 165,282; Joseph Campbell, The Power of Myth, Anchor Books, Random House, New York, 1988, pag. 135; The New Encyclopedia Britannica, Vol. 13, Macropaedia, 15th Edition, 1997, article “American Peoples, Native”, pag. 385; James Axtell, The Invasion Within: The Contest of Cultures in Colonial North America, Oxford University Press, 1985, cita de página no disponible.

Extraído de la Biblioteca Anarquista.

La cultura considerada desde el punto de vista histórico.

Gilles Deleuze

 

Hemos hecho como si la cultura fuera de la prehistoria a la posthistoria. La hemos considerado como una actividad genérica que, por una larga labor de la prehistoria, llegase al individuo como a su producto post-histórico. Y en efecto, ésta es su esencia, conforme a la superioridad de las fuerzas activas sobre las fuerzas reactivas. Pero hemos descuidado un punto importante. De la cultura hay que decir al mismo tiempo que ha desaparecido desde hace mucho tiempo y que todavía no ha empezado. La actividad genérica se pierde en la noche del pasado, como su producto en la noche del futuro. La cultura en la historia recibe un sentido muy diferente de su propia esencia, al ser capturada por fuerzas muy diferente de su propia esencia, al ser capturada por fuerzas extrañas de naturaleza totalmente diversa. La actividad genérica en la historia no se separa de un movimiento que la desnaturaliza, y que desnaturaliza su producto. Aún más, la historia es esta propia desnaturalización, se confunde con la «degeneración de la cultura». En vez de la actividad genérica, la historia nos presenta razas, pueblos, clases, Iglesias y Estados. Sobre la actividad genérica se incorporan organizaciones sociales, asociaciones, comunidades de carácter reactivo, parásitos que vienen a recubrirla y a absorberla. Gracias a la actividad genérica, de la que falsean el movimiento, las fuerzas reactivas forman colectividades, lo que Nietzsche llama «rebaños» (1). En vez de la justicia y de su proceso de autodestrucción, la historia nos presenta sociedades que no quieren perecer y que no imaginan nada superior a sus leyes. ¿Qué Estado escucharía el consejo de Zaratustra: «dejaros invertir»? (2). La ley se confunde en la historia con el contenido que la determina, contenido reactivo que la lastra y le impide desaparecer, excepto en provecho de otros contenidos, más estúpidos y más pesantes. En vez del individuo soberano como producto de la cultura, la historia nos presenta su propio producto, el hombre domesticado en el que ésta encuentra el famoso sentido de la historia: «el sublime aborto», «el animal gregario, ser dócil, enfermizo, mediocre, el europeo de hoy» (3). Toda la violencia de la cultura, la historia nos la presenta como la propiedad legítima de los pueblos, de los Estados y de las Iglesias, como la manifestación de su fuerza. Y de hecho, se utilizan todos los procedimientos de adiestramiento, pero desviados, invertidos. Una moral, una Iglesia, un Estado, siguen siendo empresas de selección, teoría de la jerarquía. En las leyes más estúpidas, en las comunidades más limitadas, se trata todavía de adiestrar al hombre y utilizar sus fuerzas reactivas. Pero, ¿Utilizarlas para qué? ¿operar qué adiestramiento y qué selección? Se utilizan procedimientos de adiestramiento, pero para hacer del hombre un animal gregario, una criatura dócil y domesticada. Se utilizan procedimientos de selección, pero para destrozar a los fuertes, para escoger a los débiles, a los dolientes o a los esclavos. La selección y la jerarquía se invierten. La selección se convierte en lo contrario de lo que era desde el punto de vista de la actividad, no es más que un medio de conservar, de organizar, de propagar la vida reactiva (4).

La historia aparece pues como el acto por el que las fuerzas reactivas se apoderan de la cultura o la desvían de su provecho. El triunfo de las fuerzas reactivas no es un accidente en la historia, sino el principio y el sentido de «la historia universal». Esta idea de una degeneración histórica de la cultura ocupa en la obra de Nietzsche un lugar predominante: servirá de argumento en su lucha contra la filosofía dela historia y contra la dialéctica. Inspira la decepción de Nietzsche: de «griega» la cultura se convierte en «alemana»… Desde las Consideraciones Intempestivas Nietzsche intenta explicar por qué y cómo la cultura pasa al servicio de las fuerzas reactivas que la desnaturalizan (5). Con mayor profundidad Zarathustra desarrolla un símbolo oscuro: El perro de fuego (6). El perro de fuego es la imagen de la actividad genérica, expresa la relación del hombre con la tierra. Pero precisamente la tierra tiene dos enfermedades, el hombre y el propio perro de fuego. Porque el hombre es el hombre domesticado; la actividad genérica es la actividad deformada, desnaturalizada, que se pone al servicio de las fuerzas reactivas, que se confunde con el Estado, con la Iglesia. «¿Iglesia? Es una especie de Estado, y la especie más mentirosa. Pero cállate, perro hipócrita, ¡conoces a tu especie mejor que nadie! El Estado es un perro hipócrita como tú mismo; como a ti, le gusta hablar entre humo y gritos, para hacer creer, como tú, que su palabra sale de las entrañas de las cosas. Porque el Estado quiere absolutamente ser la bestia más importante sobre la tierra; y se le cree». Zarathustra recurre a otro perro de fuego: «Aquél habla realmente desde el centro de la tierra». ¿Se trata una vez más de la actividad genérica? Pero, esta vez, ¿de la actividad genérica captada en el elemento de la prehistoria, al que corresponde el hombre en tanto que producido en el elemento posthistoria? Aunque insuficiente, esta interpretación merece ser considerada. En las Consideraciones inactuales, Nietzsche depositaba ya su confianza en el «elemento no histórico y suprahistórico de la cultura» (lo que el llamaba el sentido griego de la cultura) (7).

 

A decir verdad, hay un cierto número de preguntas a la que no estamos todavía en condiciones de responder. ¿Cuál es el estatuto de este doble elemento de la cultura? ¿Tiene una realidad? ¿Es algo más que una «vision» de Zarathustra? La cultura no se separa en la historia del movimiento que las desnaturaliza y la pone al servicio de las fuerzas reactivas; pero la cultura no se separa tampoco de la propia historia. La actividad de la cultura, la actividad genérica del hombre: ¿no es una simple idea? Si el hombre es esencialmente (es decir genéricamente) un ser reactivo. ¿Cómo podría tener, o incluso haber tenido una prehistoria, una actividad genérica? ¿Como podría aparecer incluso en una poshistoria, un hombre activo? Si el hombre es esencialmente reactivo, parece que la actividad deba concernir a un ser distinto del hombre. Si el hombre, al contrario, tiene una actividad genérica, parece que ésta no pueda ser deformada más que de manera accidental. Por el momento lo único que podemos hacer es una recensión de las tesis de Nietzsche, dejando para más el cuidado de buscarles su significación: el hombre es esencialmente reactivo; no deja de haber una actividad genérica del hombre, pero necesariamente deformada, fracasando necesariamente en su finalidad, desembocando en el hombre domesticado; esta actividad debe ser considera en otro plano, plano sobre el que produce, pero sobre el que produce algo distinto del hombre.

 

Sin embargo, ya es posible explicar por qué la actividad genérica cae necesariamente en la historia y acaba en beneficio de las fuerzas reactivas. Si el esquema de las Consideraciones inactuales es insuficiente, la obra de Nietzsche presenta otras direcciones en las que puede hallarse una solución. La actividad de la cultura se propone adiestrar al hombre, es decir, darle fuerzas reactivas aptas para servir, para ser activadas. Pero, durante el adiestramiento, esta aptitud para servir es profundamente ambigua. Ya que permite al mismos tiempo a las fuerzas reactivas ponerse al servicio de otras fuerzas reactivas, dar a éstas una apariencia de actividad, una apariencia de justicia, formar con ellas una ficción que prevalece sobre las fuerzas activas, Recuérdese que en el resentimiento, ciertas fuerzas reactivas impedían a otras fuerzas reactivas ser activadas. La mala consciencia utiliza para el mismo fin medios casi opuestos: en la mala consciencia, las fuerzas reactivas se sirve de su aptitud para ser activadas, para conceder a otras fuerzas reactivas un aire de activar. No hay menos ficción en este procedimiento que en el procedimiento del resentimiento. Así es como se forman, gracias a la actividad genérica, las asociaciones de fuerzas reactivas. Éstas se incorporar a la actividad genérica y necesariamente la desvían de su sentido. Las fuerzas reactivas, gracias al adiestramiento, encuentran una ocasión prodigiosa: la ocasión de asociarse, de formar una reacción colectiva usurpando la actividad genérica.

 

 

Notas:

  1. GM, III, 18.
  2. Z, II: «Grandes acontecimientos».
  3. BM, 62. GM, II, 11.
  4. GM, II, 13-20. BM, 62.
  5. CO. Inactuales, II «Schopenhauer educador», Nietzsche explica el desvió de la cultura al invocar «tres egoísmos»: el egoísmo de los compradores, el egoísmo de Estado y el egoísmo de la ciencia.
  6.  Z, II, «Grandes acontecimiento».
  7. Co. Inactuales, I, «Sobre la utilidad y la conveniencia de los estudios históricos», 10 y 8.

 

Del libro «Nietzsche y la filosofía».