El pueblo y las fuerzas armadas. Periódico La Protesta, Mayo-Junio de 1976, Argentina.

El Periódico La Protesta es un periódico anarquista fundado 1897 en Argentina. Al principio el periódico se llamaba La Protesta Humana, luego de varios número publicados, decidieron llamarla La Protesta.

 

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El populismo peronista ha terminado. Los fulleros de la timba justicia han desaparecido. ¿Dónde están ahora los representantes del pueblo, los jerarcas de la CGT, los políticos y los charlatanes del parlamento, dónde se ve en este momento el tan famoso aparato sindical verticalista que supuestamente protegía los intereses de los explotados ante la rapacidad de los explotadores?

Los hechos han confirmado finalmente que Perón no bromeaba cuando cierta vez dijo que el sindicato mejor y más fuerte era el ejercito.

Todo un pueblo que delegó su iniciativa y sus fuerzas en engañosas estructuras y verborágicos líderes se ve ahora indefenso ante una asonada militar que no ha tenido que disparar un solo tiro para imponerse. Recién ahora resulta evidente que la demagogia no cayó en el vacío y que tras el manojo de zanahorias el pueblo fue llevado a un brete.

Nada les fue dado desinteresadamente a los trabajadores en los últimos 35 años. A lo sumo recibieron algunas migajas de bienestar a cambio de las cuales se les exigió renunciar a su propia libertad.

Casi con estupor los trabajadores han tomado conocimiento de la real importancia a que estaban sometidos bajo el imperio del populismo. Quizá recién ahora hayan quedado claro que, desde 1930 todos los intentos para «unir el movimiento obrero» han sido con intención de arrearlo mejor.

No es casual, por ejemplo, que una supuesta arma defensiva de los trabajadores, la Ley de Asociaciones Profesionales, no haya sido tocado en lo esencial por el actual gobierno militar ni tampoco atacada por quienes desde las filas del marxismo ven en ella un instrumento capaz de ser aprovechado en el futuro para dominar al proletariado.

Es claro, entonces, que el régimen no ha cambiado nada luego del 24 de marzo y que la actual-dictadura militar-empresarial no es más que la prolongación histórica de la opresión peronista y de los anteriores regímenes militares.

Se ha repetido un nuevo 1930. La actitud militar de hoy es también un calco de la de ayer: corrompido hasta el extremo el gobierno civil, sumido el país en el desastre como consecuencia de las incongruencias del simulacro de democracia vivido, el militarismo ha abandonado su aparente prescindencia y ha violado el esquema republicano para lanzarse, una vez más, a la empresa mesiánica de «salvar la Nación». Pero hoy como ayer «la Nación» de las FF.AA no parece ser otra cosa que la de los intereses del empresariado rapaz y de la oligarquía proletaria.

«La hora de la verdad», como la ha proclamado el general Videla, ha consistido en reconocer sin tapujos que no se puede gobernar sin estado de sitio ni pena de muerte, que la democracia burguesa no ofrece garantías suficientemente solidas para el capitalismo explotador, que la opción real está dada entre la revolución social o la alianza con uno de los imperialismo contrarrevolucionarios. Y ante la disyuntiva reacción o revolución, las FF.AA han vuelto a elegir el camino de la reacción. De esta manera no se han apartado lo más mínimo de su vieja y conocida trayectoria.

En cuanto a la civilidad, esta Protesta de 1976 puede repetir lo que Lafarga escribió en sus paginas el 1 de octubre de 1897: «Creyeron algún tiempo los obreros que por medio del sufragio, obtenido por el poder, podrían adquirir mayor bienestar… y no por eso su situación mejoró un ápice, y así siguieron hasta que, viéndose engañados por las vanas promesas y ridículas farsas de sus representantes, se decidieron a adquirir aquel mejoramiento por su propio esfuerzo formando agrupaciones dispuestas a desplegar todas sus energías para el logro de sus fines fuera del terreno político».

Lo que la F.O.R.A preconizó a lo largo de toda su actuación recobra hoy singular vigencia. La acción indirecta, a través de lideres, representantes y partidos, ha demostrado su ineficiencia. La ley no ha dado ni dará tampoco a los trabajadores más de lo que éstos puedan conseguir por su consciencia y su organización, a través de la acción directa y al margen del parlamentarismo y la engañosa acción política. Luego de agotada la etapa del un populismo estéril y traidor cuyo resultado ha sido el sojuzgamiento solapado, el pueblo trabajador se ve hoy en la crítica situación de tener que enfrentara la prepotente critica autocracia soldadesca que con el pretexto de orden y la moralidad ha vuelto a sablear con una mano la Constitución al mismo que con la otra sella su nuevo pacto con los eternos saqueadores del pueblo y del país.

La «Hora de la Espada» ha sonado ya muchas veces en la Argentina. Se la ha oído  en muchos primero de mayo, en las huelgas patagónicas, en las jornadas sangrientas de 1919, en la cruzada de 1930…. pero, hasta ahora, la espada nunca ha sido capaz de solucionar con justicia la cuestión social. Esta tarea depende, entonces, del pueblo. Esa es, en definitiva, su dura empresa y su desafío. Y el tendrá la última palabra.

 

 


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