La cultura considerada desde el punto de vista poshistórico.

Gilles Deleuze

 

Planteábamos un problema concerniente a la mala consciencia. La línea genética de la cultura no parecía acercarnos absolutamente a una solución. Al contrario: la conclusión más evidente es que ni la mala consciencia ni el resentimiento intervienen en el proceso de la cultura y de la justicia. «La mala conciencia, la planta más extraña y más interesante de nuestra flora terrestre, no tiene su raíz en este suelo» (1). Por una parte la justicia no tiene por origen en absoluto a la venganza, al resentimiento. Los moralistas, incluso los socialistas, llegan a hacer derivar la justicia de un sentimiento reactivo: sentimiento de la ofensa recibida, espíritu de venganza, reacción justiciera. Pero semejante derivación no explicada nada: quedaría por demostrar cómo el dolor del otro puede ser una satisfacción, una reparación para la venganza. Y no se llegará a comprender nunca la cruel ecuación pena infligida= dolor sufrido, si no se introduce un tercer termino, el placer que se experimenta al infligir o contemplar un dolor (2). Pero este tercer termino, sentido externo del dolor, tiene también un origen totalmente distinto de la venganza o de la reacción: remite a un punto de vista activo, a fuerzas activas, que tienen como función y como placer el adiestrar las fuerzas reactivas. La justicia es la actividad genérica que adiestra a las fuerzas reactivas del hombre, que las hace aptas para ser activadas y considera al hombre responsable de esta misma aptitud. A la justicia se le opondrá la manera en que el resentimiento, y después la mala conciencia, se forman: por el triunfo de las fuerzas reactivas, por su ineptitud para ser activadas, por su odio hacia todo lo que es activo, por su resistencia, por su injusticia constitucional. Del mismo modo el resentimiento, lejos de ser el origen de la justicia «es el ultimo dominio conquistado por el espíritu de justicia… El hombre activo, agresivo, incluso violentamente agresivo, está cien veces más dispuesto para la justicia, que el hombre reactivo» (3).

 

Así como la justicia no tiene por origen el resentimiento, tampoco el castigo tiene por producto la mala conciencia. Sea cual sea la multiplicidad de los sentido de castigo, siempre hay un sentido que el castigo no tiene. El castigo no tiene propiedad de despertar en el culpable el sentimiento de culpa. «El verdadero remordimiento es excesivamente raro, en particular entre los malhechores y criminales; las prisiones, las cárceles no son los lugares adecuados para la eclosión de este gusano que corroe… En general, el castigo enfría y endurece, concentra; agudiza los sentimiento de aversión, aumenta la fuerza de resistencia. Si ocurre que destroza la energía y aporta una lastimosa postración, una  humillación voluntaria, semejante resultado es, desde luego, aún menos edificante que el efecto medio del castigo: es, con más frecuencia, una gravedad seca y triste. Si nos trasladamos ahora aquellos millares de años que preceden a la historia del hombre, pretenderemos con mucho atrevimiento que es el castigo quien ha retrasado más poderosamente el desarrollo del sentimiento de culpabilidad, al menos entre las victimas de las autoridades represivas» (4). Opondremos, punto por punto, el estado de la cultura donde el hombre, al precio de su dolor, se siente responsable de sus fuerzas reactivas, y el estado de la mala conciencia donde el hombre, al contrario, se siente culpable de sus fuerzas activas y las vive como culpables. De cualquier modo que consideremos la cultura o la justicia, siempre vemos en ella el ejercicio de una actividad formadora, lo contrario del resentimiento, de la mala conciencia.

 

Esta impresión se refuerza aún más si consideramos el producto de la actividad cultural: el hombre activo y libre, el hombre que puede prometer. Del mismo que la cultura es el elemento prehistórico del hombre, el producto de la cultura es el elemento post-histórico del hombre. «Situémonos al límite del enorme proceso, en el lugar donde el árbol madura finalmente sus frutos, donde la sociedad y la moralidad de sus costumbres presentar finalmente este por qué no eran más que medios; y hallaremos que el fruto más maduro del árbol es el individuo soberano, el individuo que se parece sólo así mismo, el individuo liberado de la moralidad de las costumbres, el individuo autónomo y super-moral (ya que autónomo y moral se excluyen), en resumen, el hombre con voluntad propia, independiente y persistente, el hombre que puede prometer» (5). Nietzsche nos advierte aquí que no hay que confundir el producto de la cultura con su medio. La actividad genérica del hombre constituye al hombre como responsable de sus fuerzas reactivas: responsabilidad-deuda. Pero esta responsabilidad es sólo un medio de adiestramiento y de selección: mide progresivamente la aptitud de las fuerzas reactivas para ser activadas. El producto acabado de la actividad genérica no es de ningún modo el propio hombre responsable o el hombre moral, sino el hombre autónomo o super-moral, es decir, el que verdaderamente activa sus fuerzas reactivas y en quien todas las fuerzas reactivas son activadas. Sólo éste «puede» prometer, precisamente porque ya no es responsable ante ningún tribunal. El producto de la cultura no es el hombre que obedece a la ley, sino el individuo soberano y legislador que se define por el poder sobre sí mismo, sobre el destino, sobre la ley: el libre, el ligero, el irresponsable. En Nietzsche la noción de responsabilidad, incluso bajo su forma superior, tiene el valor limitado de un simple medio: el individuo autónomo  ya no es responsable de sus fuerzas reactivas ante la justicia, es su señor, su soberano, su legislador, su autor y su actor. Él es quien habla, no tiene por qué responder. La responsabilidad-deuda no tiene más sentido activo que el desaparecer en el movimiento mediante el cual el hombre se libera: el acreedor se libera porque participa del derecho de los señores, el deudor se libera, incluso al precio de su carne y de su dolor; ambos se liberan, se separan del proceso que les ha hecho crecer (6). Éste es el movimiento general de la cultura: que el medio desaparece en el producto. La responsabilidad como responsabilidad ante la ley, la ley como de la justicia, la justicia como medio de la cultura. La moralidad de las costumbres produce al hombre liberado de la moralidad de las costumbres, el espíritu de las leyes produce el hombre liberado de la ley. Por eso Nietzsche habla de una auto-destrucción de la justicia (7). La cultura es la actividad genérica del hombre, pero al ser todo esta actividad selectiva, produce al individuo como a su objetivo final donde lo genérico es suprimido.

 

 

NOTAS

 

  1. GM, II, 14.
  2. GM, II, 6: «El que, pesadamente, introduce aquí la idea de venganza en lugar de disipar las tinieblas las hace más densas. La vengan remite al mismo problema: ¿Cómo el hacer sufrir puede ser una reparación?» He aquí lo que les falta a la mayoría de las teorías: demostrar desde qué punto de vista «hacer sufrir» provoca placer.
  3. GM, II, 11: «El derecho sobre la tierra es precisamente el emblema de la lucha contra los sentimientos reactivos, de la guerra que los poderes activo y agresivos hacen a estos sentimientos».
  4.  GM, II, 14.
  5. GM, II, 2.
  6. GM, II, 5, 13 y 21.
  7. GM, II, 10: La justicia «acaba, como cualquier cosa excelente en este mundo, por destruirse a sí misma».

 

Este texto se encuentra en el libro «Nietzsche y la filosofía» del mencionado autor.

La cultura considerada desde el punto de vista prehistórico.

Por Gilles Deleuze

 

Cultura significa adiestramiento y selección. Nietzsche llama al movimiento de la cultura «Moralidad de las costumbres» (1); ésta no es separable de las picotas, de las torturas, de los atroces medios que sirven para adiestrar al hombre. Pero en este violento adiestramiento, la mirada del genealogista distingue dos elementos (2): 1) Aquello a lo que se obedece, en un pueblo, una raza o una clase, es siempre histórico, arbitrario, grotesco, estúpido y limitado; frecuentemente representa las peores fuerzas reactivas; 2) Pero en el hecho de que se obedezca a algo, poco importa a qué, aparece un principio que supera a los pueblos, las razas y las clases. Obedecer a la ley porque es la ley: la forma de la ley significa que cierta actividad, cierta fuerza activa, viene ejercida sobre el hombre y se fija por tarea adiestrarlo. Aunque inseparables de la historia, estos dos aspectos no deben confundirse: por una parte, la presión histórica de un Estado, de una Iglesia, etc. La actividad del hombre como ser genérico, la actividad de la especie humana en tanto que ejercida sobre el individuo como tal. De aquí la utilización por Nietzsche de las palabras «primitivo», «prehistórico»; la moralidad de las costumbres precede a la historia universal (3); la cultura es la actividad genérica, «el verdadero trabajo del hombre sobre sí mismo durante el periodo más largo de la especie humana, todo su trabajo prehistórico.., sea cual sea por otra parte el grado de crueldad, de tiranía, de estupidez y de idiotez que lleve consigo» (4). Cualquier ley histórica es arbitraria,  pero lo que no es arbitrario, lo que es prehistórico y genérico, es la ley de obedecer a las leyes (Bergson insistirá sobre esta tesis, cuando demuestra en Las dos fuentes que cualquier hábito es arbitrario, pero que es natural el hábito de tomar hábitos).

 

Prehistórico significa genérico. La cultura es la actividad prehistórica del hombre. Pero, ¿en qué consiste esta actividad? Se trata siempre de proporcionar hábito al hombre, hacerle obedecer a leyes, de adiestrarlo.  Adiestrar al hombre significa formarlo de tal manera que sea capaz de activar sus fuerzas reactivas. En principio la actividad de la cultura se ejerce sobre las fuerzas reactivas, les proporciona hábitos y les impone modelos, para hacerlas aptas de ser activadas. La cultura como tal se ejerce en varias direcciones. Acomete incluso a las fuerzas reactivas del inconsciente, a las fuerzas digestivas e intestinales más recónditas (régimen alimenticio y algo parecido a lo que Freud llamará La educación de los esfínteres) (5). Pero su objetivo principal es reforzar la consciencia. A esta conciencia que se define por el carácter fugitivo de las excitaciones, a esta conciencia que se apoya en la facultad del olvido, hay que darle una consistencia y una dureza que no posee en sí misma. La cultura dota a la conciencia de una nueva facultad que en apariencia se opone a la facultad del olvido: la memoria (6). Pero la memoria de la que ahora se trata no es la memoria de las huellas.  Esta memoria original ya no es función del pasado, sino función del futuro. No es memoria de la sensibilidad, sino de la voluntad. No es memoria de las huellas, sino de las palabras. Es facultad de prometer, compromiso del futuro, recuerdo del propio futuro. Acordarse de la promesa que se ha hecho no es recordar que se ha hecho en un determinado momento pasado, sino que hay que mantenerla hasta un determinado momento futuro. Éste es precisamente el objeto selectivo de la cultura: formar un hombre capaz de prometer, o sea, de disponer del futuro, un hombre libre y poderoso. Sólo un hombre así es activo, activa sus reacciones, todo en él es activo o activado. La facultad de prometer es el efecto de la cultura como actividad del hombre sobre el hombre, el hombre que puede prometer es el producto de la cultura como actividad genérica.

 

Entendemos ahora por qué la cultura, en principio, no retrocede ante ninguna violencia: «Quizá no hay nada tan terrible y tan inquietante en la prehistoria del hombre como su mnemotecnia… Esto no ocurría jamás sin suplicios, sin martirios ni sacrificios sangrientos, cuando el hombre juzgaba necesario crear una memoria» (8). Antes de llegar al final (el hombre libre, activo y poderoso),  cuántos suplicios son necesarios para adiestrar a las fuerzas reactivas, para obligarlas a ser activadas. La cultura siempre ha utilizado el siguiente método: hace del dolor un medio de cambio, una moneda, un equivalente; precisamente el equivalente exacto de un olvido, de una penada causada, de una promesa no mantenida (9). La cultura remitida a este medio se llama justicia; el propio medio se llama castigo. Pena causada= dolor sufrido, ésta es la ecuación del castigo que determina una relación del hombre con el hombre. Esta relación entre los hombres viene determinada, según la ecuación, como relación entre un acreedor y un deudor: la justicia hace al hombre responsable de una deuda. La relación acreedor-deudor expresa la actividad de la cultura en su proceso de adiestramiento o de formación. Esta relación, que se corresponde a la actividad prehistórica, es la relación del hombre con el hombre, «el más primitivo de los individuos», incluso anterior «a los orígenes de cualquier organización social» (10).  Aún más, sirve de modelo «a las constituciones sociales más primitivas y más groseras». Es en el crédito, no en el cambio, donde Nietzsche ve el arquetipo de la organización social. El hombre que paga con su dolor la pena que inflige, el hombre considerado responsable de una deuda, el hombre tratado como responsable de sus fuerzas reactivas: éste es el medio puesto en marcha por la cultura para seguir con su objetivo. Nietzsche nos presenta así la siguiente descendencia genética: 1) La cultura como actividad prehistórica o genérica, empresa de adiestramiento y de selección; 2) El medio puesto en marcha por esta actividad, la ecuación del castigo, la relación de la deuda, el hombre responsable. 3) El problema de esta actividad: el hombre activo, libre y poderoso, el hombre que puede prometer.

 

NOTAS

  1. A, 9.
  2. BM, 188.
  3. A, 18.
  4. GM, II, 2.
  5. EH, II: «Porque soy tan travieso».
  6. GM, II, 1: «Este animal necesariamente olvidadizo, para quien el olvido es una fuerza y la manifestación de una salud robusta, se ha creado una facultad contraria, la memoria, por la que en cienos casos, mantendrá postergado el olvido».
  7. GM, II, 1. En este punto se confirma la semejanza entre Freud y Nietzsche. Freud atribuye al «preconsciente» huelas verbales distintas de las huellas mnémicas propias del sistema inconsciente. Esta distinción le permite responder a la pregunta: «¿Cómo convenir en (pre)conscientes los elementos rechazados?» La respuesta es: «Restableciendo estos miembros intermedios preconscientes que son los recuerdos verbales». La pregunta de Nietzsche se formularía así: ¿Cómo es posible activar las fuerzas reactivas?
  8. GM, II, 3.
  9. GM, II, 4.
  10. GAF, II, 8. En la relación acreedor-deudor «la persona se opondrá por primera vez a la persona, midiéndose de persona a persona».

 

Este texto se encuentra en el libro «Nietzsche y la filosofía» del autor mencionado.

El pueblo y las fuerzas armadas. Periódico La Protesta, Mayo-Junio de 1976, Argentina.

El Periódico La Protesta es un periódico anarquista fundado 1897 en Argentina. Al principio el periódico se llamaba La Protesta Humana, luego de varios número publicados, decidieron llamarla La Protesta.

 

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El populismo peronista ha terminado. Los fulleros de la timba justicia han desaparecido. ¿Dónde están ahora los representantes del pueblo, los jerarcas de la CGT, los políticos y los charlatanes del parlamento, dónde se ve en este momento el tan famoso aparato sindical verticalista que supuestamente protegía los intereses de los explotados ante la rapacidad de los explotadores?

Los hechos han confirmado finalmente que Perón no bromeaba cuando cierta vez dijo que el sindicato mejor y más fuerte era el ejercito.

Todo un pueblo que delegó su iniciativa y sus fuerzas en engañosas estructuras y verborágicos líderes se ve ahora indefenso ante una asonada militar que no ha tenido que disparar un solo tiro para imponerse. Recién ahora resulta evidente que la demagogia no cayó en el vacío y que tras el manojo de zanahorias el pueblo fue llevado a un brete.

Nada les fue dado desinteresadamente a los trabajadores en los últimos 35 años. A lo sumo recibieron algunas migajas de bienestar a cambio de las cuales se les exigió renunciar a su propia libertad.

Casi con estupor los trabajadores han tomado conocimiento de la real importancia a que estaban sometidos bajo el imperio del populismo. Quizá recién ahora hayan quedado claro que, desde 1930 todos los intentos para «unir el movimiento obrero» han sido con intención de arrearlo mejor.

No es casual, por ejemplo, que una supuesta arma defensiva de los trabajadores, la Ley de Asociaciones Profesionales, no haya sido tocado en lo esencial por el actual gobierno militar ni tampoco atacada por quienes desde las filas del marxismo ven en ella un instrumento capaz de ser aprovechado en el futuro para dominar al proletariado.

Es claro, entonces, que el régimen no ha cambiado nada luego del 24 de marzo y que la actual-dictadura militar-empresarial no es más que la prolongación histórica de la opresión peronista y de los anteriores regímenes militares.

Se ha repetido un nuevo 1930. La actitud militar de hoy es también un calco de la de ayer: corrompido hasta el extremo el gobierno civil, sumido el país en el desastre como consecuencia de las incongruencias del simulacro de democracia vivido, el militarismo ha abandonado su aparente prescindencia y ha violado el esquema republicano para lanzarse, una vez más, a la empresa mesiánica de «salvar la Nación». Pero hoy como ayer «la Nación» de las FF.AA no parece ser otra cosa que la de los intereses del empresariado rapaz y de la oligarquía proletaria.

«La hora de la verdad», como la ha proclamado el general Videla, ha consistido en reconocer sin tapujos que no se puede gobernar sin estado de sitio ni pena de muerte, que la democracia burguesa no ofrece garantías suficientemente solidas para el capitalismo explotador, que la opción real está dada entre la revolución social o la alianza con uno de los imperialismo contrarrevolucionarios. Y ante la disyuntiva reacción o revolución, las FF.AA han vuelto a elegir el camino de la reacción. De esta manera no se han apartado lo más mínimo de su vieja y conocida trayectoria.

En cuanto a la civilidad, esta Protesta de 1976 puede repetir lo que Lafarga escribió en sus paginas el 1 de octubre de 1897: «Creyeron algún tiempo los obreros que por medio del sufragio, obtenido por el poder, podrían adquirir mayor bienestar… y no por eso su situación mejoró un ápice, y así siguieron hasta que, viéndose engañados por las vanas promesas y ridículas farsas de sus representantes, se decidieron a adquirir aquel mejoramiento por su propio esfuerzo formando agrupaciones dispuestas a desplegar todas sus energías para el logro de sus fines fuera del terreno político».

Lo que la F.O.R.A preconizó a lo largo de toda su actuación recobra hoy singular vigencia. La acción indirecta, a través de lideres, representantes y partidos, ha demostrado su ineficiencia. La ley no ha dado ni dará tampoco a los trabajadores más de lo que éstos puedan conseguir por su consciencia y su organización, a través de la acción directa y al margen del parlamentarismo y la engañosa acción política. Luego de agotada la etapa del un populismo estéril y traidor cuyo resultado ha sido el sojuzgamiento solapado, el pueblo trabajador se ve hoy en la crítica situación de tener que enfrentara la prepotente critica autocracia soldadesca que con el pretexto de orden y la moralidad ha vuelto a sablear con una mano la Constitución al mismo que con la otra sella su nuevo pacto con los eternos saqueadores del pueblo y del país.

La «Hora de la Espada» ha sonado ya muchas veces en la Argentina. Se la ha oído  en muchos primero de mayo, en las huelgas patagónicas, en las jornadas sangrientas de 1919, en la cruzada de 1930…. pero, hasta ahora, la espada nunca ha sido capaz de solucionar con justicia la cuestión social. Esta tarea depende, entonces, del pueblo. Esa es, en definitiva, su dura empresa y su desafío. Y el tendrá la última palabra.

 

 

Como mujer negra acusada de matar a un hombre blanco, nunca fui inocente hasta que se demostró mi culpabilidad. Tracy McCarter

Si dejamos atrás los sistemas opresivos que privan a las personas de su propia libertad, ¿qué podríamos crear en su lugar?

 

Uno de los principios más vacíos dentro del sistema legal penal es la presunción de inocencia hasta que se demuestre judicialmente la culpabilidad. Lo sé de primera mano. Cuando murió mi esposo blanco, yo, una mujer negra, fui acusada de su asesinato. El mero hecho de mi arresto por un cargo de asesinato en segundo grado desencadenó un tsunami de consecuencias. Ser arrestado equivalía a ser castigado; la «inocencia» nunca fue parte del cálculo. Parece que todos los sistemas de la sociedad se activaron en mi contra.

 

Antes del 2 de marzo de 2020, mi vida se veía genial, desde afuera. Vivía en la ciudad de Nueva York, habiendo conseguido un codiciado trabajo como enfermera en el Centro Médico Weill Cornell, joya de la corona del sistema hospitalario Presbiteriano de Nueva York (NYP). En mayo anterior, me había casado con el amor de mi vida, un hombre que conocí seis años antes. Había dado a luz a cuatro hijos cuando tenía 20 años, pero ahora, todos mis hijos estaban fuera de casa y prosperando. Estaba sobresaliendo en mis cursos de maestría en enfermería en la Universidad de Columbia. Cuando me gradué de la escuela secundaria, ya era madre de dos hijos y dejé pasar la oportunidad de asistir a Yale, demasiado intimidada por la idea en ese momento. Ahora, estaba aprovechando una segunda oportunidad.

 

Sin embargo, una inspección más cercana revelaría la verdad. A principios de 2020, asistía a Al-Anon, una organización que apoya a familiares de personas con alcoholismo. Estaba aprendiendo los principios de separarme con amor de un esposo que había recaído. Cuando mi esposo bebía, ese hombre dulce y amoroso se convertía en un monstruo abusivo física y mentalmente. Para escapar de él, me había mudado a mi propio apartamento en el Upper Westside de Manhattan, pero pronto resultó estar demasiado cerca para mantenerme a salvo, y para marzo de 2020, planeaba mudarme a Queens.

 

La noche del 2 de marzo de 2020, mi esposo borracho vino a mi casa, me estranguló y trató de quitarme el bolso. Grité pidiendo ayuda. Nadie vino. Agarré un cuchillo para tratar de ahuyentarlo. No funcionó. Decidiendo que era más seguro darle el dinero que exigía, guardé el cuchillo para buscar mi billetera. Cuando no pude encontrarlo, se enfureció más. Se lanzó de nuevo hacia mí.

 

Como enfermera, sabía mejor que muchos el peligro que enfrentaba cuando me puso en estrangulamientos, comprimiendo simultáneamente mis dos arterias carótidas. Sabía que cada vez que hacía esto, fácilmente podía estrangularme hasta la muerte. Para defenderme, agarré otro cuchillo. Tropezó viniendo hacia mí, empalándose en la espada.

 

Llamé al 911. Estaba desesperada por salvarlo. La herida resultó demasiado grave. Él murió.

 

Cuando llegó la ambulancia, también llegó la policía. Fui arrestado en cuestión de minutos.

 

Al negarme la libertad bajo fianza, me llevaron a Rikers Island, una de las cárceles más notorias del país. La mayoría de las personas allí están encarceladas antes del juicio, lo que significa que no han sido declaradas culpables por un tribunal de justicia. Sin embargo, los oficiales correccionales inmediatamente comenzaron a llamarme «recluso», negándose a usar el término «detenido», según lo ordenado por la Junta Correccional de la Ciudad de Nueva York.

 

Pronto me conocerían más por mi libro y número de caso que por mi nombre. Mi propia identidad fue una víctima temprana.

 

Pronto llegaron más bajas. Me negaron mi medicamento recetado para la migraña, me ofrecieron solo una alternativa que nunca había funcionado para mí. Mis debilitantes dolores de cabeza regresaron con venganza.

 

Y cuando COVID-19 cerró las visitas en persona, Rikers, por primera vez en su historia, permitió las visitas telefónicas. Pero la cárcel continuó con su política de ordenar registros completos de desnudez corporal y cavidades corporales antes y después de cada visita. No importaba que el contrabando no pudiera pasar a través de la pantalla de una computadora, o que las búsquedas fueran una clara violación de las enmiendas Octava y 14. Ahí quedaron mis derechos humanos y constitucionales.

 

Mientras soportaba este abuso en Rikers, la pandemia se apoderaría por completo de la ciudad de Nueva York. Los pensamientos de volver a mi trabajo como enfermera me mantuvieron en marcha. Los hospitales estaban abarrotados de pacientes moribundos. Mis colegas merecían ayuda. El liderazgo del hospital del NYP proclamó públicamente que necesitaba a todas las enfermeras que pudiera conseguir. Mientras tanto, los activistas presionaban duramente por mi liberación. El departamento de recursos humanos de mi hospital les aseguró a mis abogados que se me permitiría regresar a trabajar si quedaba en libertad bajo fianza. El departamento no dio advertencias, solo garantías. Fui liberado a casa con monitoreo electrónico para esperar el juicio.

 

Poco después, el departamento legal del hospital se comunicó con mis abogados y les dijo que me iban a dar una licencia personal contra mi voluntad, aunque aceptaron continuar brindando seguro médico. Devastada por no poder ayudar a la ciudad afectada por la pandemia, pedí ser contratada para un puesto de telesalud. Seguramente esto podría liberar a otra enfermera para brindar atención directa al paciente. Sin embargo, me dijeron que no podía regresar a ningún puesto en NYP hasta que mi caso fuera adjudicado.

 

A medida que avanzaba la pandemia, no pude poner en práctica mis habilidades de enfermería que salvan vidas.

 

Irónicamente, en esta época, leí sobre el lanzamiento del «hospital Dalio Center for Health Justice», que «tiene como objetivo comprender y abordar las causas fundamentales de las inequidades en salud.» Me preguntaba, ¿cuán ciego está el sistema de salud ante la interseccionalidad del racismo sistémico? Mi caso revela un claro ejemplo de cómo estos sistemas conspiran juntos para traumatizar y victimizar aún más a las personas que se parecen a mí. La atención médica no vive en un silo fuera de estos sistemas. Es un pilar que defiende el maltrato racista.

 

Me vi obligado a permanecer desempleado en la ciudad de Nueva York. Muchas personas pierden sus empleos después de ser arrestadas. Gracias a algunos ahorros — y a los organizadores que se unieron para organizar una recaudación de fondos para mis gastos, fui mucho más afortunado que la mayoría. La pérdida de empleos después del arresto a menudo conduce a la pérdida de vivienda y seguro de salud, inseguridad alimentaria y niños acogidos en hogares de guarda, en una cascada devastadora de castigos brutales.

 

Mi arresto también resultó en perder mi lugar en la escuela. Mientras estuve encarcelado, mi familia intentó comunicarse con la Universidad de Columbia. Ellos no respondieron. No fue hasta que estuve en casa revisando correos electrónicos que encontré una carta que decía que Columbia me había puesto en «suspensión provisional». Fui considerada persona no grata, excluida de sus propiedades.

 

La universidad declaró que era sospechoso de cometer » mala conducta basada en el género.»No podía volver a inscribirme en las clases, dijeron, por la seguridad de la comunidad. Lloré durante mucho tiempo. Mi victimización estaba siendo retorcida sobre mí.

 

Luché contra Columbia. Señalé que estaban violando su propia política porque las clases habían hecho la transición a Zoom. Cedieron, un poco. Regresé a clase, pero aún tenía restricciones físicas.

 

Mientras tanto, excluido del hospital, traté de encontrar otro empleo. Comenzó un patrón sombrío: recibiría una oferta, solo para que el arresto apareciera en la verificación de antecedentes. Las ofertas fueron retiradas.

 

Dejé de postular.

 

No estaba solo. Con todos estos sistemas enredados apilados contra los acusados, muchas personas se rinden. No es casualidad que más del 95 por ciento de los cargos terminen en negociación de culpabilidad. En mi caso, la evidencia estaba claramente a mi favor: Mi esposo tenía antecedentes de abusar de su ex esposa, fue grabado abusando de mí, admitió el abuso por escrito y fue testigo de «alboroto» en nuestro edificio más temprano el día antes de que llegara a casa. El médico forense no pudo refutar mi versión de los hechos. Y llamé al 911 para tratar de salvar la vida de mi esposo. Además, tenía a muchos organizadores de base comprometidos de mi lado. Sin embargo, a pesar de todo esto, incluso yo estuve muy cerca de aceptar una declaración que pusiera fin a la tortura, para proteger mi licencia. El juez en mi caso se negó a aceptar la declaración, diciendo que era demasiado indulgente.

 

Apenas 10 días antes del juicio, cuando quedó claro que su evidencia de mala calidad sería expuesta en la corte, el fiscal de Distrito de Manhattan, Alvin Bragg, admitió que ni siquiera creía que yo hubiera cometido un asesinato. Retiró los cargos en mi contra. Sin embargo, no tengo ninguna duda de que él y la corte habrían aceptado felizmente una declaración que me costó mi carrera.

 

Volví a trabajar en Weill Cornell, aunque me preocupa mi futuro allí. Las personas francas no duran mucho. También completé mi maestría, solo asistí amargamente a la graduación de Columbia para poder organizar una protesta. Lo hice.

 

Ser acusado me ha dejado desilusionado y traumatizado. A pesar de todas mis ventajas, enfrenté malos tratos no solo a manos del sistema legal penal, sino de todas las grandes instituciones que encontré. Me pregunto si alguien que se parece a mí alguna vez experimenta la presunción de «inocencia».»Fui señalado culpable desde el principio. Estas etiquetas no significan nada dentro de un sistema que es en sí mismo culpable de robar tantas vidas.

 

Los últimos tres años y medio me han llevado a creer que el sistema legal penal no puede reformarse. Estos años me han llevado a preguntarme: Si dejamos atrás los sistemas opresivos que privan a las personas de atención médica, vivienda, empleo, seguridad y su propia libertad, ¿qué podríamos crear en su lugar?

 

Ensayo en ingles por Truthout

Traducido al español por V de Invisible.

 

El movimiento de Kronstadt. Alexander Berkman.

 

Los marineros de Kronstadt se alarmaron visiblemente ante los acontecimientos de Petrogrado. Su actitud frente a las medidas tomadas por el gobierno contra los huelguistas estaba lejos de ser amistosa. Sabían lo que tuvo que soportar el proletariado revolucionario de la capital durante los primeros días de la revolución, su heroica lucha contra Yudenich, la paciencia con que toleró las privaciones y la miseria.

Pero Kronstadt estaba lejos también de favorecer la Asamblea Constituyente, o la experiencia del comercio libre de que se hablaba en Petrogrado. Los marinos eran, tanto espiritualmente como en la acción, ante todo, revolucionarios. Eran los partidarios más decididos del sistema de los soviets, pero se oponían a la dictadura de un partido político cualquiera.
El movimiento de simpatía hacia los obreros huelguistas de Petrogrado, comenzó primeramente entre los marinos de los barcos de guerra Petropavlovsk y Sebastopol, los mismos navíos que en 1917 fueron el apoyo principal de los bolcheviques. El movimiento se extendió a toda la flota de Kronstadt, y después a los regimientos estacionados allí. El 28 de febrero la tripulación del Petropavlovsk adoptó una resolución que ob- tuvo también el consentimiento de los marinos del Sebastopol. La resolución pedía, entre otras cosas, reelecciones libres del Soviet de Kronstadt, cuyo mandato iba pronto a expirar. Al mismo tiempo fue enviada a Petrogrado una comisión de marinos para obtener informaciones sobre la situación.

El 1.º de marzo se celebró una reunión pública en la plaza del Ancla, en Kronstadt; fue convocada oficialmente por las tripulaciones de la primera y la segunda escuadra de la flota del Báltico. Dieciséis mil marineros, soldados rojos y trabajadores acudieron a ella; la presidió el presidente del Comité ejecutivo del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev. El presidente de la República socialista federativa de los Soviets, Kalinin, y el comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, estaban presentes, y tomaron la palabra. Debe hacerse notar aquí, como indicación de la actitud amistosa de los marinos hacia el gobierno bolchevique, que Kalinin, a su llegada a Kronstadt, fue recibido con los honores militares, con música y con banderas desplegadas.

La comisión de marinos que había sido enviada a Petro- grado presentó su informe en el mitin. Este informe confirmó las peores aprensiones de Kronstadt. La reunión expresó abiertamente su indignación contra los métodos empleados por los comunistas para sofocar las aspiraciones de los obreros de Petrogrado. La resolución adoptada por el Petropavlovsk el 28 de febrero fue entonces presentada a los reunidos. El presidente de la República, Kalinin, y el comisario Kuzmin atacaron fe- rozmente la resolución, a los huelguistas de Petrogrado y a los marinos de Kronstadt. Pero sus argumentos no impresionaron a los asistentes y la resolución del Petropavlovsk fue adoptada por unanimidad. He aquí el documento histórico:

«Resolución de la reunión general de la primera y segunda es- cuadra de la flota del Báltico, celebrada el 1.º de marzo de 1921 Habiendo oído el informe de los representantes enviados a Petrogrado por la reunión general de las tripulaciones para examinar allí la situación, Decide:

1) dado que los soviets actuales no expresan la voluntad de los obreros y de los campesinos, celebrar inmediatamente las nuevas elecciones por voto secreto, teniendo completa libertad de agitación entre los obreros y campesinos la campaña electoral;
2) establecer la libertad de palabra y de prensa para todos losobreros y campesinos, para los anarquistas y para los partidos socialistas de la izquierda;
3) asegurar la libertad de reunión para los sindicatos y para las organizaciones campesinas;
4) convocar una conferencia independiente de los obreros, sol- dados rojos y marinos de Petrogrado, antes del 10 de marzo de 1921;
5) liberación de todos los presos políticos socialistas y también de todos los obreros, campesinos, soldados y marinos encarcelados por el delito de participación en los movimientos obreros y campesinos;
6) elegir una comisión de examen de los casos de aquellos que se encuentran en las prisiones y en los campos de concentración;
7) abolir las oficinas políticas, porque ningún partido debe tener privilegios para la propaganda de sus ideas, ni recibir la ayuda financiera del gobierno para tales fines. En su lugar será necesario instituir comisiones de educación y de cultura social, elegidas localmente y sostenidas materialmente por el gobierno;
8) abolir inmediatamente los «destacamentos de portazgo»1;
9) igualación de las raciones para todos aquellos que trabajan en oficios peligrosos para la salud;
10) abolición de los destacamentos comunistas de guerra en todas las secciones del ejército, lo mismo que de la guardia comunista apostada en los talleres y en las fábricas; en caso de necesidad, estos destacamentos o pelotones de guardia deberán ser designados en el ejército, desde las filas mismas, y en las fábricas según los deseos de los obreros;
11) dar a los campesinos plena libertad de acción en lo que con- cierne a sus tierras y también el derecho a poseer ganado, a condición de que se arreglen los campesinos mismos sin tener que recurrir a la explotación ajena;
12) pedir a todas las secciones del ejército y a nuestros camaradas los kursanty militares que acepten nuestras resoluciones;
13) pedir a la prensa que dé la mayor publicidad a nuestras resoluciones;
14) designar una comisión ambulante de control;
15) permitir la pequeña industria a domicilio.

La resolución es adoptada por unanimidad por la reunión de la brigada, absteniéndose de votar sólo dos personas.
PETRICHENKO
Presidente de la reunión de la brigada PEREPELKIN
Secretario
Resolución adoptada por aplastante mayoría por la guarnición de Kronstadt.
VASILIEV
Presidente.»

 

Esta resolución que, como hemos dicho ya, fue combatida ardientemente por Kalinin, fue adoptada a pesar de su protesta. Después de la reunión, Kalinin pudo volver a Petrogrado sin ser inquietado.

En esta misma reunión se resolvió enviar a Petrogrado un comité que explicaría a los obreros y a la guarnición de la capital las peticiones de Kronstadt y pediría que delegados independientes (no pertenecientes a ningún partido) fuesen enviados por ellos a esta ciudad para informarse sobre el estado verídico de las cosas y sobre las peticiones de los marinos. Este comité, compuesto de treinta miembros, fue detenido en Petrogrado por los bolcheviques; su suerte ha quedado siempre en el misterio.

Como la existencia legal del Soviet de Kronstadt llegaba a su término, la reunión de la brigada decidió convocar una conferencia de delegados para el 2 de marzo, a fin de discutir el modo de celebrar las elecciones. En la conferencia tomaban parte representantes de los navíos de guerra, de la guarnición, de las diferentes instituciones soviéticas, de los sindicatos y de los talleres. Cada organización estaba representada por dos de- legados.

Celebróse la conferencia el 2 de marzo en la Casa de Educación (anteriormente Escuela de Ingenieros de Kronstadt), asistiendo a ella trescientos delegados, entre los que se encontraban también comunistas.

La reunión, abierta por el marino Petrichenko, eligió una presidencia de cinco miembros. La cuestión principal a resolver por los delegados concernía a las nuevas elecciones del Soviet

de Kronstadt, que debían verificarse pronto, y establecer los principios sobre los cuales deberían celebrarse. La reunión tenía también que poner en práctica las resoluciones adoptadas la víspera y acordar los mejores medios para ayudar al país a salir de las condiciones lamentables creadas por el hambre y por la falta de calefacción.

El espíritu de la conferencia era claramente sovietista; Kronstadt exigía los Soviets libres de toda intervención y de todo partido político, Soviets independientes que fueran el reflejo de las aspiraciones de los obreros y campesinos y expresaran su voluntad. La actitud de los delegados era antagónica al régimen arbitrario de los comisarios burocráticos, pero simpática a la orientación del partido comunista como tal. Eran partidarios abnegados del sistema de los Soviets y sinceros en su deseo de encontrar amistosa y pacíficamente una solución a es- tos problemas apremiantes.

El comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, fue el primero en usar de la palabra. Hombre más bien de energía que de juicio, no se dio cuenta de la gran importancia del movimiento. No supo ponerse a la altura de la situación; atraerse los corazones y cerebros de estos hombres tan sencillos, mari- nos y trabajadores, que habían hecho tantos sacrificios por la revolución y estaban extenuados y desesperados. Los delega- dos se habían reunido para entenderse con los representantes del gobierno. Pero en lugar de ese espíritu conciliador, el discurso de Kuzmin fue una antorcha encendida lanzada sobre pólvora. Indignó a todos por su arrogancia y su insolencia. Negó los tumultos obreros de Petrogrado, diciendo que la ciudad estaba tranquila y los obreros satisfechos. Alabó el trabajo de los comisarios, puso en duda los motivos revolucionarios de Kronstadt y habló de los peligros que amenazaban por la parte de Polonia. Llegó hasta proferir insinuaciones indignas y a rugir amenazas. «Si queréis la guerra abierta, concluyó Kuzmin, la tendréis, porque los comunistas no aflojarán las riendas del gobierno. Lucharemos hasta el fin.»

El discurso provocativo y desprovisto de tacto del comisario de la flota del Báltico fue un insulto a los delegados. El discurso del presidente del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev, que habló después de Kuzmin, no causó ninguna impresión; fue impreciso y sin mérito. Cuanto más se desarrollaba el mitin, más francamente antibolchevique se tornaba la actitud general. Y, sin embargo, los delegados esperaban llegar todavía a entenderse con los representantes del gobierno. Pero se advirtió en seguida, decía el informe oficial2, que «no podíamos tener confianza en nuestros camaradas Kuzmin y Vasiliev, y que se había hecho necesario aislarnos temporalmente, sobre todo porque los comunistas están en posesión de las ar- mas y nosotros no tenemos acceso a los teléfonos. Los soldados tienen miedo a los comisarios, de lo cual tenemos la prueba en la carta leída en la reunión de la guarnición».

Kuzmin y Vasiliev fueron entonces alejados de la reunión y arrestados. Un rasgo característico del espíritu de la conferencia está en el hecho de que una moción que pedía el arresto de los demás comunistas presentes fue rechazada por inmensa mayoría. Los delegados sostenían que los comunistas debían ser considerados igualmente que los representantes de las otras organizaciones y debían gozar de los mismos derechos y res- petos. Kronstadt estaba siempre resuelta a hallar una base de reconciliación con el partido comunista y con el gobierno bolchevique.

Las resoluciones del 1.º de marzo fueron leídas y adoptadas con entusiasmo. En ese momento la reunión se animó y excitó vivamente al declarar un delegado que quince camiones de sol- dados y de comunistas armados de fusiles y de ametralladoras habían sido enviados por los bolcheviques con orden de atacar a los reunidos. «Esta información —continúa el informe del Izvestia— promovió un profundo resentimiento entre los dele- gados.» La investigación hecha demostró que el informe carecía de todo fundamento, pero persistían los rumores de que un destacamento de kursanty, con el famoso chekista Dukin a la cabeza, marchaba ya en dirección al fuerte de Krasnaya Gorka. En vista de estos nuevos acontecimientos y de las amenazas de Kuzmin y de Kalinin, la conferencia se dedicó inmediatamente a organizar la defensa de Kronstadt contra el ataque bolchevique. El tiempo apremiaba y se decidió transformar la presidencia de la conferencia en un Comité revolucionario provisional, que tenía por deber mantener el orden y la salvaguardia de la ciudad. El Comité debía emprender también los preparativos necesarios para celebrar las nuevas elecciones del Soviet de Kronstadt.

Notas

1 Zagraaditelnye otriady, destacamentos armados organizados por los bolcheviques para suprimir el comercio ilícito y para confiscar los víveres y otros productos. La irresponsabilidad y la arbitrariedad de estos métodos se han hecho proverbiales en toda la extensión del país. El gobierno suprimió estos destacamentos en la provincia de Petro- grado la víspera de su ataque a Kronstadt —una jugarreta al proletariado de Petrogrado.

2 Izvestia, del Comité Revolucionario provisorio de Kronstadt, número 9; 11 de marzo de 1921.

 

Este texto pertenece al Capitulo II del libro «Kronstadt» de Alexander Berkman.